«Vosotros y vosotras me elegisteis como capitán de este barco, y el capitán no se desentiende cuando viene mala mar. Se queda a capear el temporal, a salvar el rumbo y a ganar el puerto» Pedro Sánch-ez pronunció estas palabras en el último comité ejecutivo del PSOE en medio de toda la monumental corrupción que le envuelve. Pues el barco se está hundiendo y él es el máximo responsable.
El pasado 17 de julio, el Banco de España publicó los últimos datos sobre la deuda pública, y las cifras son, cuanto menos, alarmantes. Según el informe, la deuda de las Administraciones Públicas alcanzó en mayo los 1,663 billones de euros, es decir, 1.663 miles de millones de euros, un nuevo máximo histórico que representa el 102,3% del Producto Interior Bruto (PIB).
Este incremento, aunque matizado por un descenso relativo respecto al año anterior, refleja una gestión económica por parte del Gobierno socialcomun¡sta que dista mucho de ser responsable y que pone en riesgo la sostenibilidad de las finanzas públicas y el bienestar de las generaciones futuras.
El dato muestra un aumento de 178,77 millones de euros respecto al mes anterior, con una tasa de crecimiento interanual del 3,8%. Aunque el Gobierno presume de una reducción en la ratio deuda/PIB (del 104,3% en mayo de 2024 al 102,3% en 2025) gracias al crecimiento económico, esta aparente mejora es un espejismo. En términos absolutos, la deuda no ha dejado de crecer, superando los 1,66 billones de euros en el primer trimestre del año, un 3,3% más que en el mismo periodo de 2024.
Esta tendencia ascendente, lejos de ser un fenómeno pasajero, evidencia una falta de control del gasto público y una absoluta incapacidad para abordar los desequilibrios estructurales de nuestra economía.
El Gobierno de Sánc-hez, ha optado por una política de aumento del gasto público sin una estrategia clara para reducir el déficit fiscal, lo que ha llevado a que la deuda per cápita alcance los 33.892 euros (por cada español) en mayo, 953 euros más que en el mismo mes del año anterior. Este dato no es solo un número: es una carga que recae sobre cada ciudadano, hipotecando el futuro de familias, empresas y, especialmente, de los jóvenes, que deberán asumir las consecuencias de esta gestión irresponsable.
Aunque el Ejecutivo presume del crecimiento económico del 3,2% en 2024, la deuda pública ha crecido más de 40.000 millones de euros en 2024 respecto al año anterior, y en el primer trimestre de 2025 ya se sitúa en un récord histórico de 1,66 billones. Este nivel de endeudamiento no solo es insostenible, sino que coloca a España entre los países con mayor deuda pública de Europa.
Además, el contexto económico no es tan halagüeño como el Gobierno pretende hacernos creer. La necesidad de financiar gastos extraordinarios, como los derivados de las riadas de Valencia o el aumento del presupuesto en Defensa, sumado al envejecimiento de la población, está presionando los costes de financiación por lo que el problema está muy lejos de resolverse. Este endeudamiento continuo es una auténtica bomba de relojería.
La composición de la deuda pública revela aún más la gravedad de la situación. El Estado central soporta el grueso del endeudamiento, con 1,509 billones de euros (92,9% del PIB), mientras que las Comunidades Autónomas acumulan 336.000 millones (20,7% del PIB) y las Administraciones de Seguridad Social 126.000 millones (7,8% del PIB). Este desglose pone de manifiesto que el problema no se limita a un solo sector, sino que es estructural y afecta a todos los niveles de la administración pública.
Como supondrán, la deuda pública no es un concepto abstracto, sino que tiene consecuencias directas sobre la vida de los españoles. Cada euro de deuda acumulado representa una factura que deberán pagar las futuras generaciones, ya sea a través de mayores impuestos, recortes en servicios públicos o un crecimiento económico lastrado por los intereses de la deuda.
Además, la dependencia de la emisión de deuda por parte del Tesoro Público, que ya ha anunciado nuevas subastas, indica que el Gobierno no tiene intención de frenar esta espiral de endeudamiento. Esta estrategia aumenta la vulnerabilidad de nuestro país ante posibles subidas de tipos de interés o crisis económicas globales, como las vividas hace unos años.