sábado, julio 5, 2025
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¿Fracaso de la Leonormanía?

Por Alfonso de la Vega

“¡Me da tanta pena la pobre reina!

¡Desgraciadamente se ha hecho imposible!

¡Se deja embaucar como una pánfila!

¡Está ciega, qué dolor no encontrar modo de salvarla! 

¡Ha perdido el amor de los españoles!

¡La pobre lo sabe y se duele porque es muy buena!”

 

En La Corte de los milagros el gran Valle Inclán con su prodigioso español nos describe los estertores del reinado isabelino antes de su derrocamiento y exilio parisino.

Hoy, otros cortesanos ditirambo alabanciosos por costumbre, corrupción material o del entendimiento vienen tratando de vendernos la imagen de la primogénita real como la más lista, la más guapa, la más capaz, la más heroica, la más sacrificada, las más todo enardecido su joven corazón de patriótico ardor guerrero. 

Por si había dudas de cuando su estancia en la Academia militar de Zaragoza, ahora tras el periplo por las Américas y el mar océano, se han disipado. Se ha revelado desde diversas fuentes que no está ni de lejos a la altura de sus compañeros, carecería de voluntad y disciplina, e incluso ha sido motivo de preocupación para unos mandos que no sabían qué hacer con ella para que su actitud no estropease la correcta formación del resto. Cuantos más privilegios, más imposiciones caprichosas, de lo que en mis tiempos de mili se llamaba “petición viciosa” y constituía posible motivo de arresto. El papelón de sus sufridos y cada dos por tres abroncados escoltas también es digno de consideración. 

De modo que si se pretendía un trampolín de popularidad para la princesa la cosa más bien habría resultado un fiasco difícil de recomponer por el momento. Y aún queda San Javier.

Pero no es ningún descubrimiento el que el nepotismo sea la base de la Monarquía. Los cargos y privilegios se heredan no por méritos personales individuales sino por linaje familiar. El calamitoso periplo principesco, su publicado fracaso personal y profesional no es óbice para recibir las más altas calificaciones y condecoraciones lo que representa tanto una lamentable devaluación de las mismas como una discriminación amén de sonora humillación para sus compañeros que de verdad lo merecen por su trabajo, dedicación y esfuerzo.

Dicho esto, y aunque hubiera superado las pruebas con éxito, cabe preguntarse acerca de la conveniencia de hacer el paripé de la pretendida formación militar de la princesa. 

Suponiendo que llegase a reinar, cosa cada vez más dudosa, no parece que saber disparar un cañón o un misil, o hacer siquiera un nudo marinero sea tarea propia de una reina. Sería preferible que estudiase historia, diplomacia, geopolítica, derecho, filosofía, arte, sociología, psicología, economía política…

Sin embargo, hay un aspecto psicológico muy interesante en la formación militar en la medida que nos puede poner frente a nuestros propios demonios psicológicos y hacernos avanzar en nuestra realización individual. La educación de la voluntad, la capacidad de hacer frente al sufrimiento y el sacrificio propios a favor de otros. También una manera de enfrentarse a lo que se conoce como la propia “sombra”, lo que el yo consciente no reconoce en sí mismo: tendencias, deseos y cualidades incompatibles con la auto imagen consciente, con el concepto de “persona” como máscara que se representa en sociedad, como adaptación social.

Como es lógico, dado que el escenario de esta batalla está en su conciencia, ignoro si la princesa ha sido capaz de enfrentarse o no a su «sombra», de hacer consciente la oscuridad y de que esta peripecia que tanto muestra detestar pueda servir a su evolución personal. Sin embargo, al menos de momento, no hay muestras externas de que tal hecho haya tenido lugar, para desgracia suya y la de sus súbditos a la fuerza.

 

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