sábado, julio 26, 2025
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El fichaje de la exdiputada Noelia Núñez por Mediaset y el circo mediático para captar audiencia

Mediaset ha dado un nuevo paso al ya de por sí denostado panorama de la televisión sensacionalista al fichar como colaboradora a Noelia Núñez, exdiputada del Partido Popular que dimitió este miércoles de todos sus cargos (vicesecretaria de Movilización y Reto Digital del PP, diputada en el Congreso, portavoz municipal y presidente del PP en Fuenlabrada) tras admitir que falseó su currículum con una licenciaturas universitarias que no tiene.

La cadena Cuatro, en su afán por exprimir la audiencia con el menor esfuerzo intelectual, ha decidido incorporar a Núñez como colaboradora en el programa ‘En boca de todos’, presentado por Nacho Abad, un espacio que parece diseñado más para alimentar el morbo que para informar o entretener con un mínimo de calidad.

La decisión de Mediaset no sorprende, pero sí indigna. La televisión, en su carrera desenfrenada por captar espectadores, ha renunciado hace tiempo a cualquier atisbo de rigor o utilidad social. En lugar de apostar por contenidos que enriquezcan el debate público, cadenas como esta se regodean en el espectáculo vacío, donde el conflicto prefabricado y las polémicas de bajo calibre son el principal reclamo.

Fichar a un personaje como Noelia Núñez, cuya credibilidad ha quedado en entredicho (como la de otros muchos políticos de mayor rango por hacer lo mismo y seguir en la poltrona), no es más que una maniobra cínica para capitalizar su «notoriedad», sin importar el mensaje que esto envía: en la telebasura, la mentira no solo se perdona, sino que se premia con un micrófono y un asiento en un plató. Y, como si el guion no pudiera ser más predecible, todo apunta a que Mediaset enfrentará a Núñez con otra figura controvertida: la maleducada y estridente Sarah Santaolaya, un personaje cuya preparación intelectual brilla por su ausencia, pero que ha sabido hacerse, de forma meteórica, un hueco en el circo mediático a base de gritos, provocaciones y una supuesta relación sentimental con uno de los mayores pelotas y Iamecul0s de Pedro Sán-hez, el infumable Javier Ruíz.

La cadena Cuatro, con su olfato para el escándalo, sabe que enfrentar a estas dos figuras generará momentos de tensión que, aunque vacíos de sustancia, se volverán virales en redes sociales. Porque, en el fondo, ese es el único objetivo: clics, titulares y una audiencia que, aunque cada vez más baja y desencantada, sigue cayendo en la trampa del morbo.

Este tipo de programación no solo insulta la inteligencia del espectador que lo ve, sino que contribuye a la degradación del discurso público. Mientras Mediaset y sus competidores sigan apostando por el sensacionalismo barato, personajes como Núñez y Santaolaya encontrarán un escenario perfecto para perpetuar sus quince minutos de fama, sin importar el coste ético o social. El cada vez menor público que consume televisión debería exigir más: una televisión que informe, que eduque, que al menos intente respetar la dignidad de quienes la consumen, como la televisión de hace décadas. Porque, de seguir así, el único viral será el hastío colectivo ante un medio que ha perdido cualquier atisbo de decencia.

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