Solo hay dos formas de concebir la ley: con espíritu y sin espíritu. Se concibe con espíritu, obviamente, cuando se tiene en cuenta, al elaborarla, la dimensión espiritual. Cuando no se tiene en cuenta, lo que se elabora, lo llamamos “derecho positivo”.
Los positivistas siempre ponen el ejemplo del semáforo para que entendamos la diferencia. ¿Por qué es roja la luz que obliga a parar y verde la que obliga a seguir? ¿Podría haberse legislado al revés? ¿Podrían haberse utilizado otros colores, como el azul? ¿No estaría igual de bien?.. Para los positivistas, está bien lo que la ley dice que está bien; y si mañana se promulga otra ley, estará bien otra cosa. Para ellos, hacer el bien es cumplir “escrupulosamente” la ley vigente en cada momento, sin preguntarse si lo que hacen está tiene algún sentido. ¿Por qué se eligió el rojo para parar y el verde para seguir? Porque así le gustó al que inventó los semáforos. ¿Acaso no tenía derecho a hacerlo?
Antes de que se pusiera de moda el positivismo, allá por el siglo XIX, todo el mundo pensaba que el bien debe inspirar la ley (Es decir, que el bien es preexistente a la ley y no un producto de la ley como creen los positivistas). Pero lo cierto es que todos los gobiernos acogieron el positivismo con sumo interés: capitalistas, comunistas, demócratas, dictadores… ¡A todos sedujo la idea de que el bien pasara a ser aquello que al gobierno le gusta!
Si la ley ordena sacar a concurso público los contratos mayores de 15.000 € ¿Está bien fijarlos en 14.999€ para poder adjudicarlos a dedo? Atendiendo a la letra de la ley, por supuesto que sí (De hecho, atendiendo a la letra de la ley se pueden hacer cosas tan absurdas como multar al infeliz que va a eutanasiarse conduciendo sin cinturón de seguridad). Mediante el uso del positivismo los gobiernos consiguieron el poder de establecer lo que está bien y lo que está mal. Para ello, solo tuvieron que prescindir de la idea de que el bien es anterior a la ley; es decir, solo tuvieron que prescindir de Dios. Porque si Dios es el bien, y se impone al legislador ¿cómo podrá este inventar el bien? Capitalistas, comunistas, demócratas y dictadores: A todos les sedujo la idea de separar religión y estado para que Dios no participara en el proceso de legislación. Lo contrario lleva a la sharía, dicen ellos; y la sharía es mala, vuelven a decir.
Pero no es malo el concepto sino su comprensión. Con la palabra sharía, los antiguos árabes conceptualizaron la conexión entre ley divina y ley humana, tal como los europeos usaron el concepto “derecho natural”. En español se puede traducir como “camino a la paz” y alude a ese bien preexistente (o Dios) que nos obliga a juzgar nuestros propios actos, a librar esa guerra santa que todos libramos, en nuestro interior, para ganar la paz: Nuestro espíritu contra nuestro ego. Nuestra parte elevada, ligera, contra nuestra parte baja, pesada, corrupta.
Pero en algún momento, esa guerra interior se externalizó, y la atención al enemigo externo sustituyó la atención al enemigo interno. Sobra decir que, para librar guerras exteriores, se requiere mucha menos valentía que para librar guerras internas, y que eso es lo que llevó a los cobardes a alistarse en esa nueva cruzada. Ningún gobierno regala medallas ni honores a quién derrota a su propio ego.
El caso es que los legisladores lo propusieron y nosotros aceptamos sacar a Dios de la ecuación, desechar la idea de un bien supremo que debe inspirar las leyes. Así quedaron libres para legislar según sus gustos, inspirándose en sus propios deseos, en sus propios caprichos, en su propio ego. Hace años que eliminaron de la ley todo rastro de espiritualidad, al dispensar a los jueces de la obligación de juzgar según conciencia. Ahora juzgan atendiendo a la letra de la ley. Sobra decir que los jueces no protestaron porque, obviamente, se requiere mucha menos valentía para sentenciar que está bien fijar contratos en 14.999 € cuando la ley ordena sacar a concurso los que superan los 15.000€, que para sentenciar que está mal hacer esas cosas. Hoy nos juzgan cobardes por ley, que carecen de espíritu porque así lo manda la ley. Llegados a este punto ¿Qué podrían hacer para recuperar la conciencia sino delinquir?
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