Este martes nos hemos enterado, a través de El Debate, que el Congreso DE LOS DIPUTADOS aprueba un rescate de 3.000 millones de euros en cuatro años para Correos, una empresa pública que se desangra bajo una gestión desastrosa marcada por el clientelismo del Desgobierno de Sánc-hez.
Este nuevo cheque en blanco, financiado con el dinero de todos los españoles, no es más que un burdo intento de maquillar el caos operativo y financiero de Correos, mientras el sanchismo sigue colocando a sus fieles en cargos clave, saltando de una entidad pública a otra como si fueran piezas de un tablero de juego.
Correos es hoy un reflejo del deterioro institucional del sanchismo: retrasos endémicos, notificaciones caducadas, cartas amontonadas y oficinas al borde del colapso. En Jaén, se ha denunciado una “vergüenza postal” con miles de envíos sin repartir, un problema que se repite en toda España, agravado en verano por la falta de personal. Los trabajadores, desbordados, han salido a la calle, como en la reciente protesta en la ciudad andaluza, para exigir contrataciones y denunciar el abandono de un servicio público esencial. ¿Y qué hace el Gobierno? En lugar de soluciones, inyecta millones para tapar el agujero que sus propios nombramientos han creado.
El historial de Correos bajo el PSOE es un manual de despilfarro y enchufismo. Juan Manuel Serrano, amigo personal y fiel servidor de Pedro Sánchez, fue presidente de la empresa hasta 2023 y dejó tras de sí un panorama tóxico: una deuda que se disparó en más de 1.000 millones de euros en cinco años. Sin experiencia relevante en el sector postal, Serrano fue colocado por su lealtad al presidente, no por méritos. Su gestión fue un desastre, pero el sanchismo no aprende: el actual presidente, Pedro Saura, es otro ejemplo de reciclaje político. Saura, que ya pasó por la presidencia de Paradores (¡qué casualidad!), aterrizó en Correos sin credenciales que justifiquen su cargo, más allá de su afinidad con el PSOE y con el Presimiente.

Estos “listos” saltan de una entidad pública a otra, dejando tras de sí un rastro de ineficiencia y deudas. No menos escandalosa es la presencia de figuras como Leire Díez, “la fontanera” del PSOE, una de las muchas piezas del engranaje clientelar que se instaló en Correos para garantizar su control, sobre todo el del voto por correo de las últimas elecciones generales.
Los sindicatos han denunciado un ambiente laboral tóxico, con recortes de plantilla, amenazas a los trabajadores y una planificación inexistente que ha llevado al “desastre absoluto” en el servicio. Este rescate de 3.000 millones, que se suma a una inyección previa de hasta 4.000 millones, es un nuevo insulto a los contribuyentes. No aborda las causas del problema: una gestión politizada, nombramientos a dedo y una falta absoluta de visión estratégica. El director de Recursos Humanos, Juan Manuel Ramírez, ha sido señalado por priorizar recortes sobre las necesidades operativas, mientras el Gobierno esquiva cualquier rendición de cuentas. La supuesta oposición ha intentado, sin éxito, que Saura explique en el Congreso este despropósito, pero el rodillo del bloque de Sánchez lo ha impedido.
Correos no necesita más millones; necesita una limpia de los responsables de su ruina. El socialcomunismo ha convertido una empresa pública en un cortijo donde los cargos se reparten como favores y los amigos del presidente pasan de Paradores a Correos sin pestañear. Mientras Sánchez se dedica a sus giras internacionales, los españoles pagamos el precio de su gestión: un servicio postal colapsado y un agujero financiero que no para de crecer. Este rescate es una bofetada a los ciudadanos, que merecemos una Correos eficiente, no un juguete roto del PSOE. Es hora de exigir responsabilidades y poner fin a este festival de despilfarro y amiguismo.