Este artículo se lo quiero dedicar a Nuestro Señor Jesucristo, apodado el Nazareno o a veces también el Galileo, que era su verdadera procedencia y no tanto Belén de Judea. Un origen en la frontera de Israel que, al igual que todo en su extraordinaria vida, tiene su razón simbólica por ser Galilea una tierra de rebeldes y marginados, incluso dentro de la propia nación judía.
Comentaremos aquí algunos interesantes aspectos sobre unos galileos rebeldes que se enfrentaron al poder que imperaba en el Israel de Jesús, disfrazado de la autoridad moral de los sumos sacerdotes, y de cómo la Iglesia farisea vaticana puede y debe ser ahora derrotada y depurada por los verdaderos cristianos. La unión de todos lo puede conseguir hasta que tengamos a verdaderos pastores a los remos de la barca de San Pedro y no a los actuales fariseos, como el difunto Bergoglio o el no menos infame Cobo, ya que al igual que el antiguo Sanedrín no pueden ocultar lo Judas y colaboracionistas que son. Para empezar, justificando y blanqueando una falsa resignificación del cementerio patrio en el que descansan tantos mártires de España y de la Fe, cosa aberrante, cuando si hay algo que no puede resignificarse es el dar tu vida por un ideal, pero estos pseudo obispos están con el enemigo de Cristo.
Jesús el Galileo no fue ni mucho menos el primer galileo en ser ejecutado por el tándem de romanos y judíos traidores.
Gran parte de mi análisis se centrará en una anécdota que llamó mi atención hace poco y que se relata en el Evangelio:
En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con sus sacrificios.
¿Qué quiere decir esto? Lo veremos aquí de seguido y espero que os haga reflexionar tanto como a mí.
La desgracia de la torre de Siloé, en el mismo lugar en que Jesús curó a un pobre ciego, sirvió al Maestro para explicarles a los fariseos y al pueblo que sus pecados personales eran los que debían importarles y no tanto el buscar la paja en el ojo ajeno.
Los galileos que ejecutó Poncio Pilato antes que a Jesús
Antes de salir a colación la represión sangrienta de unos galileos, en pleno Jerusalén, en el Evangelio de Lucas, capítulo 13, Jesús hace referencia a un suceso trágico conocido por sus oyentes: la caída de una torre en Siloé que causó la muerte de dieciocho personas. Esta mención no fue casual. Jesús la utiliza como respuesta a una conversación con personas que le informaron sobre otro incidente impactante: la ejecución de varios galileos por orden de Poncio Pilato, en Jerusalén, mientras ofrecían sacrificios a Yavhé. Y quienes le plantearon este hecho lamentable esperaban que Jesús emitiera un juicio político o moral al respecto, para ponerlo en una situación comprometedora ante Roma, pero el Maestro los reconduce hacia el verdadero trasfondo de la justicia verdadera de Dios.
En realidad, Jesús desvía el foco de atención. No se detiene en el acto de violencia en sí ni en sus implicaciones políticas. En lugar de eso, lanza una advertencia espiritual. Pregunta a los presentes si creen que aquellos galileos murieron por ser peores pecadores que el resto. Y su respuesta es tajante: “No; y os digo que, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13:3). Pero no entra a justificar las razones por las cuales los galileos plantaron cara a los romanos invasores, seguramente, o de alguna manera alteraron la Paz Romana en Jerusalén, como buscaban los crueles fariseos para poder acusarlo de insurrecto al César y a Pilatos: Jesús es más inteligente que ellos y, por encima de todo, tiene un mensaje más importante para todos, sin importar las circunstancias políticas o religiosas de cada uno en ese momento. Lo importante aquí es otra cosa. Lo importante aquí es evitar la verdadera muerte, que es el pecado, y todos los mortales estamos en peligro de morir de verdad en ese sentido.
Los sucesos trágicos como el derrumbe de la torre de Siloé o la matanza de galileos impresionaban mucho a esos coetáneos de Jesús, de quien trataron de sacar respuestas (los fariseos, por supuesto, siempre con mala intención).
Si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente
Es por esto que Jesús menciona el caso de la torre de Siloé: una estructura que colapsó, matando a dieciocho personas. Él lanza la misma pregunta: “¿Creéis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén?”. Y de nuevo responde: “No; y os digo que, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13:5).
¿Acaso se creían mejores los fariseos por no haber muerto de forma violenta, como esos fieles galileos que, a fin de cuentas, se enfrentaron al poder extranjero y ateo? Tal vez sea otra de las claves de la respuesta de Jesús, que les pone ante el espejo del pecado, que es común a todos nosotros: no son mejores que nadie.
Estos dos sucesos —la masacre de galileos provocada por Pilato y el accidente de la torre— representan ejemplos de tragedias humanas: una causada por la maldad humana y otra por causas fortuitas o naturales. En ambos casos, Jesús desafía la idea común de que la tragedia es castigo directo por el pecado personal de las víctimas. Y acude a la responsabilidad personal de cada uno para enfrentarse a la tentación del pecado, aunque no podemos dejar de identificar a todos esos galileos rebeldes (con Jesús a la cabeza) como un variopinto colectivo de disidentes que son y quieren ser verdaderos cristianos. Es decir, para mi forma de verlo, tanto Jesús como sus discípulos o los galileos que resultaron ejecutados por los romanos, por aquellos días, constituyen un bloque variopinto de patriotas y devotos verdaderos que quieren vivir en un Israel verdaderamente libre y santo, aunque con expresiones muy diferentes de ese ardor patriótico y religioso.
Las tropas romanas ya reprimían a los alborotadores galileos mucho antes de que Jesús empezara a predicar y seguían atareados en esta labor.
La anécdota violenta que une a los galileos asesinados por Pilatos con Jesús
De esta manera, mientras Jesús predica un Reino celestial y representa un Rey diferente a David o Salomón, que es Él mismo, sus discípulos se dejan llevar por esas ensoñaciones del pasado y quieren ver en su Maestro al Mesías que de inmediato liberaría al pueblo judío. Y hay una anécdota violenta que une ese episodio brutal de los galileos asesinados por Pilatos con el propio Jesús cuando San Pedro desenvaina una espada para defender a su Maestro: ese ardor que parece haber sido típico de los galileos y que motivó la sanguinaria represión que mezcló la sangre de unos rebeldes de Galilea con sus propias ofrendas en el Templo. Por que también la sangre de un servidor del Sanedrín manchó, de cierta manera, al verdadero Templo que era el mismo Jesús, cuando Pedro le corta la oreja a ese hombre.
Los primeros discípulos de Jesús pescaban en el Mar de Galilea o Mar de Tiberiades, a cuyas orillas se extiende la provincia fronteriza de la que estamos hablando aquí.
El significado de la torre de Siloé en cuanto a merecer la muerte
La Biblia no proporciona más detalles sobre esta torre de Siloé de la que hablaron a Jesús ni sobre las circunstancias exactas de su colapso. No se mencionan antecedentes en otros textos históricos, pero el hecho parece haber sido bien conocido entre la población de Jerusalén en ese tiempo. Siloé era una zona situada cerca del estanque del mismo nombre, en el extremo sureste de Jerusalén. Esa área de Siloé es relevante también porque en ella Jesús realizó un milagro al sanar a un ciego (Juan 9).
Se ha especulado que la torre podría haber estado relacionada con un sistema de acueducto o con obras públicas emprendidas por Pilato, algunas de las cuales fueron controversiales por el uso de fondos del templo. Si esta torre formaba parte de un proyecto de infraestructura, su derrumbe pudo haber sido tanto un accidente de construcción como un símbolo de una ciudad que podía considerarse frágil y dividida. Pero, más allá del origen de la torre, Jesús no se enfoca en las causas físicas del accidente, sino en la interpretación moral y espiritual que sus contemporáneos daban a tragedias como ésa: ni esos obreros ni los patriotas galileos que murieron en Jerusalén eran más culpables que el resto y todos debemos cambiar personalmente para alcanzar la verdadera vida, que sólo nos llegará tras la muerte.
La idea de que los que sufren lo merecen es rechazada por Jesús
Con esta enseñanza, Jesús desmantela varias creencias muy arraigadas en su época —y también en la nuestra— respecto al sufrimiento y al juicio divino. Y es que el sufrimiento no siempre refleja la cantidad de pecado que ha cometido una persona o sus antepasados, como era comúnmente creído en esa época por los judíos. Nada de eso. La idea de que los que sufren lo hacen porque lo merecen por ser más pecadores es rechazada por Jesús. Él aclara que esas víctimas no eran peores que nadie.
No toda tragedia es una señal directa del juicio de Dios. Las muertes repentinas, aunque dolorosas e impactantes, no deben interpretarse automáticamente como castigos divinos. La desgracia no elige solo a los malvados. La vida humana está expuesta a peligros sin importar el nivel de moralidad de cada individuo. Nadie sino Dios tiene autoridad para juzgar la condición espiritual de los demás por lo que les sucede. Jesús nos invita a dejar de mirar hacia afuera buscando culpables y mirar hacia adentro, examinando nuestra propia alma.
El llamado al arrepentimiento para salvarnos más allá de la muerte
El núcleo del mensaje de Jesús no es explicar por qué ocurren las tragedias, sino llamar a la reflexión personal. En lugar de buscar culpables entre los que han muerto, Jesús insta a los oyentes a reconocer su propia necesidad de reconciliación con Dios. El arrepentimiento —una transformación sincera del corazón y de la mente— es urgente, porque la muerte puede llegar en cualquier momento y no todos tendrán una segunda oportunidad.
Este mensaje es radical. Invita a dejar de lado la mentalidad que busca sentido en el castigo ajeno y en su lugar tomar responsabilidad por la propia vida espiritual. El mensaje “arrepentíos o pereceréis” no debe entenderse como una amenaza, sino como una advertencia llena de compasión: la vida es frágil y ahora es el momento de volver a Dios.
Jesús predicó en su propia tierra galilea, pero ni siquiera allí fue bien recibido en ocasiones. En especial, en su propia ciudad de origen: Nazaret.
Es fácil caer en pensamientos como: “algo habrán hecho”
Las enseñanzas de Jesús sobre la torre de Siloé siguen siendo relevantes. Cuando hoy escuchamos sobre catástrofes, accidentes mortales, enfermedades súbitas o conflictos violentos, es fácil caer en pensamientos como: “algo habrán hecho”. A veces esa idea surge del deseo de sentirnos a salvo: si pensamos que las víctimas eran culpables, podemos convencernos de que estamos a salvo por no ser como ellas. Pero Jesús desbarata ese consuelo falso. Él enseña que todos estamos en el mismo terreno: seres humanos frágiles que necesitamos gracia. En vez de buscar explicaciones externas a las tragedias, debemos tomarlas como recordatorios de la urgencia de vivir de manera íntegra y estar en paz con Dios.
Arrepiéntete hoy, porque el mañana no está garantizado
Jesús menciona la torre de Siloé no para explicar una catástrofe, sino para enseñar una verdad espiritual más profunda. Ante las tragedias, no debemos reaccionar con juicio, sino con humildad. No se trata de calcular quién merecía más o menos el sufrimiento, sino de entender que todos necesitamos arrepentirnos, sin excepción. La caída de una torre en Jerusalén hace más de dos mil años sirve, en palabras de Jesús, como un llamado directo al corazón de cada ser humano: no te creas seguro por tu aparente bondad o estabilidad; arrepiéntete hoy, porque el mañana no está garantizado. Muy al contrario de ese panorama terrible que le plantean, con muertos por accidentes y matanzas, Jesús se dedica a terminar para siempre con tantas tragedias que va encontrando en su camino, como la de ese pobre ciego al que sana en el estanque de Siloé. Pero su mejor curación es la de las almas de todos los hijos de Dios, su mensaje, que además es personalizado en cada uno de nosotros: no podemos mirar tanto a los demás o a la sociedad para considerar nuestros propios pecados.
¿Quiénes eran los galileos en la Biblia?
Un galileo en la Biblia es un habitante de la zona de Israel a orillas del Mar de Galilea. En tiempos de Cristo, Galilea era la más norteña de las tres provincias de Israel, por encima de Samaria en el centro y Judea en el sur. Pero hay un elemento histórico muy importante para entender todo esto. Aproximadamente 700 años antes de Cristo, los habitantes israelitas de Galilea fueron conquistados por Asiria. La mayoría de los judíos que vivían allí fueron trasladados a Asiria, mientras que inmigrantes no judíos se trasladaron a Galilea (2 Reyes 15:29–17:24). Esto es por qué la Biblia a veces se refiere a la zona como la “Galilea de los gentiles” (Isaías 9:1; Mateo 4:13–16).
Sucesivos reyes de Asiria trataron de alargar al máximo su dominación sobre Galilea y otras áreas de Israel, como Samaria, extrayendo a las tribus judías y trasladándolas a otras regiones de su extenso imperio. El objetivo era sencillo: los pueblos más rebeldes y cerrados a los que dominaban, si se veían desarraigados y acomodados en un nuevo lugar, con el tiempo, terminarían olvidándose de su verdadero origen. Sin embargo, esto nunca funcionó con los judíos, como demostraba ya de antes el exilio en Egipto, aunque sí se produjo un curioso y prolongado debate entre los judíos que permanecieron en el país sobre la viabilidad del retorno de esas «tribus perdidas» que se habían llevado los asirios. Porque entendían que ya estarían contaminados en todos los aspectos y, en especial, de las costumbres religiosas que imperaban en Asiria.
Los judíos étnicos verdaderos, por todo esto, tendían a menospreciar a los galileos, considerándolos sin educación y de ascendencia cuestionable (Juan 1:46; 7:52). Los galileos también tenían una reputación de ser alborotadores, ya que a menudo participaban en protestas y levantamientos contra los ocupantes romanos. Es significativo que Jesús creció en Galilea (Mateo 2:19–23) y en Galilea reclutó a la mayoría de sus discípulos, inició su ministerio, y realizó sus primeros milagros (Mateo 4:17–23; Juan 2:11). Siendo galileo, Jesús “fue despreciado, y no le estimamos” (Isaías 53:3). Pero esas preferencias de Dios por criar a su elegido en una tierra de humildes y despreciados nacionalistas judíos, aunque no fueran judíos puros al 100%, refleja acaso su intencionalidad posterior de que Jesús se convierta en el gran líder de la revolución de los creyentes y en el faro de los pueblos. Con especial vocación por la verdadera liberación de su propio pueblo y de todos los demás, pero empezando con la enseñanza de la verdad y la liberación justa de los que eran más marginados. Incluso por ser procedentes de provincias de charnegos, como eran considerados por aquel entonces los galileos y samaritanos.
La Jerusalén del tiempo de Jesús era una de las ciudades más asombrosas y monumentales del mundo. El influjo nacional y religioso que provocaba en los rústicos galileos fronterizos debía de ser considerable.
Los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con sus sacrificios
Vemos destellos en las Escrituras de cómo Galilea pudo haber sido un punto problemático para el gobierno romano. Gamaliel mencionó una revuelta fallida liderada por “Judas el Galileo” en Hechos 5:37. En Lucas 13:1–3, algunas personas le contaron a Jesús sobre un incidente que involucró a galileos: “En aquel tiempo se presentaron algunos que le contaron a Jesús acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con sus sacrificios” (versículo 1). Ni las Escrituras ni la historia secular dan más detalles respecto a esta masacre, pero es probable que los galileos, que visitaban Jerusalén para ofrecer sacrificios, se hubieran envuelto en un fervor nacionalista y comenzaran un alboroto en el monte del templo. El gobernador romano Pilato sofocó rápidamente y violentamente la perturbación, matando a los galileos junto con sus animales de sacrificio, tal vez como una demostración pública de cómo los violadores de la Paz Romana debían «expiar» sus «pecados» contra Roma y su no siempre idílica civilización.
Jesús respondió al escuchar sobre la masacre de los galileos con una advertencia más personal, más concreta para cada uno de esos curiosos que lo rodeaban: “¿Piensan ustedes que estos galileos eran más pecadores que todos los otros galileos porque sufrieron de esta manera? Les digo que no, pero si no se arrepienten, todos ustedes también perecerán” (Lucas 13:2–3). En lugar de conjeturar sobre el pecado de los galileos, Jesús les dijo lo siguiente: cuídate de tu propio pecado. Todos necesitamos arrepentirnos.
Tú también estabas con Jesús el Galileo
Pedro (su primer nombre fue Simón), siendo un galileo, hablaba en un dialecto arameo del Norte de Israel, por lo que su acento y vocabulario lo delataban cuando intentaba permanecer en el anonimato en la noche del arresto de Jesús. Así fue que, mientras Pedro estaba sentado en un patio, durante uno de los juicios de Jesús, una criada se le acercó y dijo: “Tú también estabas con Jesús el galileo” (Mateo 26:69). Más tarde, otra criada dijo: «Este hombre estaba con Jesús de Nazaret» (versículo 71). Un poco después, otros le dijeron a Pedro: “Por tu acento se te nota que eres de ellos” (versículo 73).
Es evidente que los galileos, aun siendo hermanos israelíes para los judíos locales, destacaban como forasteros para las personas de Jerusalén, pero aquí vemos una gran señal de la hipocresía de los patrioteros fariseos de todos los tiempos: el mismo entorno del ultraortodoxo y súper nacionalista Sanedrín, que era el corazón político y teocrático del pueblo de Israel, y que despreciaban por encima de todo a los impíos invasores romanos y los que colaboraban con ellos, al cabo del día llegaban a acuerdos con el mismo Pilatos que había derramado primero la sangre de inocentes galileos patriotas. Incluso cuando esos hermanos israelíes se encontraban sacrificando en el Templo, lo que se convertía en más que un abuso o represión, ya que la sangre de creyentes judíos se mezcló literalmente con la de las ofrendas de animales que estaban dedicando al Señor.
Los zelotes originarios de Galilea, en gran medida, llevaban ya muchos años luchando cuando Jesús el Galileo empezó a predicar.
Traicionar a los galileos ibéricos que dieron su vida por España y por Cristo en el 36
Todas estas anécdotas que comentamos tienen algo en común: el doble rasero de unos supuestos patriotas y creyentes judíos que, en realidad, están dispuestos a vender a cualquier disidente: a Jesús, a San Juan Bautista o a un montón de anónimos héroes populares que son asesinados por la triple mafia gubernamental que conforman Pilatos y Herodes, como verdugos del poder romano, con el apoyo fundamental de la falsa Iglesia judía del Sanedrín. Exactamente el mismo panorama que tenemos hoy en esta España ocupada por potencias extranjeras (aunque lo disfracen de alianzas), con gobiernos títeres como el de Felipe VI en el papel de abortista Herodes y una falsa Conferencia Episcopal Antiespañola que no hace más que traicionar a los galileos ibéricos que dieron su vida por España y por Cristo en el 36.
- La represión criminal de Pilatos contra los galileos exaltados que acudían a adorar al Señor a Jerusalén y que fue tan comentada por un pueblo israelí que se sentía ultrajado por tan barbáricos hechos.
- La colaboración del Sanedrín y el populacho de Jerusalén con ese represor de su propio pueblo, Pilatos, reconociendo como único rey al impío César. Una opresión que era repudiada por ellos mismos y sus falsos agentes políticos, los fariseos, en público, aunque siempre pretendiendo nadar y guardarse la ropa. Porque eran unos hipócritas.
- La continuación de ese desprecio fariseo de unos falsos patrioteros, como la mujer que reconoce a San Pedro como galileo, apuntando contra él el siempre traicionero dedo acusador de los típicos Judas. El estrato más bajo de la opresión del poder, bien representado por esa sencilla y chivata colaboracionista. Y no era la única por allí que lo reconoció y le intentó amedrentar.
Pilatos se dio cuenta enseguida de que ese galileo para el que los propios judíos exigían la cruz no era ningún violento ni exaltado. Esto y los terribles sueños de su esposa le convencieron de que debía evitar manchar sus manos con la sangre de un hombre inocente y fuera de lo común.
Jesús vivió y predicó en Galilea
El hecho de que Jesús vivió y predicó en Galilea es otro enorme ejemplo de su identificación con aquellos rechazados por el mundo. Vino a buscar y salvar a los perdidos, tanto durante su tiempo en la tierra como hoy en día. Y aquellos que siguen su ejemplo también proclamarán su mensaje y vivirán sus enseñanzas entre los parias de la cultura y de la sociedad y de todos los ámbitos y ministrarán a “los más pequeños de éstos” (Mateo 25:40).
La equiparación de esta situación con el actual estado de hipocresía de los que nos desgobiernan en España actualmente y los que se arrodillan ante ellos es inevitable, pues mientras el PSOE realiza todo tipo de burradas contra el Derecho y hasta contra la fe de las personas, la chusma de los peperos y la falsa Iglesia española se dedican a llegar a acuerdos con ellos de todo tipo. Y es que ellos son los verdaderos enemigos del pueblo porque son los Judas que están traicionando a Jesús y a todos los que intentamos ser galileos cada día, con nuestros pecados y nuestra propia cruz sobre las espaldas.
La nueva Iglesia de estos herejes se basa en la connivencia con el Poder, bien representado en la atea ONU, pero como dice el Cardenal Sarah los valores de la ONU están basados en la negación de Dios.
Los zelotes eran los más ultras judíos y procedían de Galilea en gran parte
No nos olvidemos tampoco de los zelotes o zelotas, que fueron un movimiento político nacionalista israelí fundado por Judas el Galileo en el s. I d. C. Un gran rebelde Fueron la facción más violenta e intransigente del judaísmo de su época, enfrentándose a los romanos y a otras organizaciones judías como fariseos o saduceos. En gran parte por ello serían considerados como “ultras” y despreciados por unos fariseos que, en realidad, eran unos chaqueteros en su relación con los romanos.
Los zelotes predicaban que sólo Dios era el verdadero gobernante de Israel y se negaban, con toda la razón del mundo, a pagar impuestos a los romanos. Así también tenemos que hacer los galileos españoles con el infame Estado birrioso de Birrioso VI y sus amigos: si tanto dicen que no hay fronteras y que no existen las fronteras (palabras textuales de Rajoy, por ejemplo) que se vayan a recaudar a Senegal o al Congo. A ver qué tal les va.
Algunos historiadores los consideran como uno de los primeros grupos terroristas de la Historia y no en vano, puesto que utilizaban el asesinato de civiles que a su entender colaboraban con el gobierno romano, para disuadir a otros potenciales colaboracionistas de hacer lo mismo. Dentro del movimiento zelota había aún una facción radicalizada conocida como los sicarios, la cual se distinguió por su particular violencia y fanatismo.
Su objetivo político era una Judea independiente del Imperio romano y pretendían lograrlo mediante la lucha armada, tal y como al fin intentaron con todas sus fuerzas tras la muerte de Cristo, en la primera guerra judeo-romana del 66-73, durante la cual controlaron Jerusalén hasta que la ciudad fue tomada y destruida por los romanos. Las legiones romanas, en su empeño por recuperar Jerusalén y la provincia completa, no dudaron en arrasarlo todo y destruyeron el Templo por el camino. Tres años más tarde ocuparon la fortaleza de Masada, constituida en el último refugio zelote, tras el suicidio de sus defensores al más puro estilo de los numantinos o cántabros que hicieron lo mismo, varias generaciones atrás, al otro lado del Mediterráneo.
Barrabás era otro revoltoso relacionado con un asesinato al que los romanos condenaron a muerte
Hay otro personaje relacionado con la violencia política y social en el Israel de Jesús que sí es nombrado en el Evangelio y conocido por todos: Barrabás. Nada se dice en las Escrituras sobre si su papel en una trifulca con resultado de un muerto era más o menos legítimo. Al igual que en el caso de los galileos asesinados por Pilato, se le menciona de manera muy sucinta, dejando claro otra vez que lo importante es el papel del gran revolucionario de esta historia, que es Jesús.
Barrabás es un personaje mencionado en el Nuevo Testamento, vinculado al juicio de Jesús ante Poncio Pilato. De acuerdo con los evangelios de Marcos y Lucas, estaba encarcelado por su participación en un levantamiento durante el cual se cometió un asesinato (Mc 15:7; Lc 23:19). El evangelio de Juan lo describe como un bandido (Jn 18:40), mientras que Mateo simplemente lo presenta como «un preso famoso» (Mt 27:16). Su delito lo hacía merecedor de la crucifixión, pero, según los relatos evangélicos, existía una costumbre durante la Pascua que permitía a Pilato conceder el indulto a un condenado a muerte, elegido por clamor popular. A la multitud reunida —identificada en los textos originales como “ochlos”, luego traducido como “los judíos” o “la multitud”— se le ofreció escoger entre liberar a Jesús o a Barrabás. Según los evangelios, fue Barrabás quien recibió el apoyo del pueblo, lo que condujo finalmente a la crucifixión de Jesús.
Nuestro primer símbolo como cristianos fue un pez del mar de Galilea
La importancia de Galilea en las raíces de nuestra fe cristiana es importantísima, incluso al margen de las muchísimas situaciones en las que nuestro amado Señor Jesucristo fue protagonista en estas tierras. Por ejemplo, nuestro primer símbolo como cristianos fue un pez del mar de Galilea, antes que la cruz misma, pues fue en esas orillas que nuestro Señor se encontró con doce amigos que lo acompañarían en la más grande aventura que jamás hayan emprendido seres humanos. Y esa gloria de haber sido elegidos como ministros por el Hijo de Dios le corresponde a Galilea, incluso dentro de las naciones que componen el antiguo Israel.
Los asirios tomaron el Norte de Israel y se llevaron a los judíos galileos originarios y trajeron a esta tierra fronteriza a colonos paganos. De ellos descendían los galileos del tiempo de Jesús.
Los galileos del tiempo de Jesús se sabían tataranietos de inmigrantes de otras naciones de Oriente Medio que nada tenían que ver con el pueblo judío y que arrastraban ese estigma ante el resto de Israel. A su origen extranjero se unía la circunstancia de que esos pueblos limítrofes con Israel, que los habían dominado durante tiempo, como el caso de los asirios que instalaron allí a esa población inmigrante, profesaban cultos demoníacos y realizaban sacrificios humanos en honor a Baal. Esto tal vez tenga mucho que ver también con ese ánimo un tanto ingenuo de los galileos que llegaban a Jerusalén de demostrar que ellos eran más judíos que nadie y más israelitas que nadie. ¿Tenían tal vez un poco de complejo de charnego? En cualquier caso, parece ser que no pocos de ellos estaban dispuestos a remendar ese pecado original con su propia sangre, fiel a Israel y a Dios, lo cual les honra..
¡Qué bueno era Bergoglio con sus compadres comunistas! El Papa del pueblo.
Una Conferencia Antiepiscopal y un Vaticano que traicionan los mismos fundamentos de la fe
No deja de ser bastante curioso que el propio representante del poder imperialista y represor, especializado en machacar a los rebeldes que se levantarán contra el poder del César, se mostrase en cambio tan justo y comprensivo con un Jesús de Nazaret en el que no veía falta. Por el contrario, el Sanedrín y la muchedumbre judía que era alentada por los fariseos se empeñaron a tope en conseguir la ejecución brutal de ese mismo inocente mientras gritaban que el único rey que tenían era el César. Y ahí está probablemente una de las grandes contradicciones de todo el relato evangélico, ya que se suponía que toda esa gente tenían que estar en primer lugar en contra del poder invasor romano, que mancillaba con su sola presencia los sitios sagrados de Jerusalén.
Lo mismo ocurre con una Conferencia Episcopal y un Vaticano que traicionan constantemente los mismos fundamentos de la fe y no dudan en aullar con todas sus fuerzas que la ONU y su títere Felipe VI, con toda su piara de corruptos abortistas, son los representantes de la soberanía popular. En realidad, no se equivocan: porque el populacho y la masa son la cosa más desgraciada, necia y traicionera que hay y no en vano clamaron en su día porque se ejecutara a Jesús en la cruz. Pero lo mismo hacen todos los colaboracionistas de este régimen actual, anticristiano y antiespañol, cuando van a votar o cuando acceden a cualquiera de las muchas estupideces que les exigen sus corruptas autoridades.
Los romanos se empeñaron a fondo con los galileos rebeldes para mantener la Paz Romana en la zona.
Decir Jesús el Nazareno es lo mismo que decir Jesús el Galileo
Decir Jesús el Nazareno es lo mismo que decir Jesús el Galileo, ya que esta localidad se encuentra en esta provincia de Israel. Y cuando José y María tienen que salir hacia Belén porque el papá de Jesús estaba empadronado allí, cuando luego vuelven del exilio, en realidad estaban regresando a su ciudad natal. Entonces, Jesús creció siendo conocido como un nazareno, es decir, un galileo, en lugar de ser ciudadano de Belén. Porque de Belén simplemente era originaria la familia de José, pero Jesús era de Nazaret.
Nazaret no era una ciudad grande y tenía una mala reputación en Israel. La mala fama de Nazaret, situada en el corazón de Galilea, provenía seguramente de esta identificación de los galileos como gente violenta y un poco pueblerina por parte de los judíos. Así es que Jesús da en nacer en uno de los sitios con peor reputación para los el propio país de los judíos, pero no solamente eso. Porque cuando este hijo de un carpintero muy conocido por allí se dedica a hacer milagros en su propia ciudad nadie lo cree y hasta intentan apedrearlo en la propia sinagoga. De ahí entre otras es que se diga que nadie es profeta en su propia tierra.
Dejan de ser esos espontáneos de la causa judía y se convierten en los más fieles seguidores de Cristo
No mucho más tarde de haber sido derramada por los romanos la sangre de patriotas galileos en el Templo, de forma alegórica, los galileos van a ser despreciados todavía más cuando dejan de ser esos espontáneos de la causa judía y se convierten en los más fieles seguidores de Cristo. En los primeros discípulos de Cristo y los primeros mártires, pero siempre entregados y muertos por la mano de los supuestos guardianes de la ortodoxia y de la patria judía.
Es decir: si ya cuando eran los más kamikazes de los creyentes y patriotas judíos eran despreciados por los judíos pues nos podemos imaginar lo que pasó cuando se convirtieron en herejes de la religión judía al convertirse en cristianos. Y San Pedro es uno de los primeros en sentir sobre su espalda todo el peso de la palabra Galileo cuando se asocia al enemigo número uno de esa teocracia judía. Es entonces cuando niega conocer a Cristo tres veces después de haber casi dado la vida poco antes por él en el Huerto de los Olivos. El ardor idealista, la ingenuidad, la fuerza del espíritu y la debilidad de la carne son rasgos del creyente galileo de todos los tiempos. Porque así es la condición humana.
Pues nosotros dudamos mucho de que los manifestantes de CCOO y de la UGT,sean tan trabajadores como presumen,o que esos representen el día de San José.
Así que aunque tarde,y por motivos ajenos a nuestra voluntad,felicitamos a todos los Joses y Pepes o Giuseppes.
En el orden secular, desde fines del siglo XIX, el trabajo constituye una realidad social, en la que pueden verificarse la justicia o la injusticia. Así surgen el derecho de los trabajadores y el “Día del Trabajo”. La dimensión bíblica y religiosa ha desaparecido; las ideologías han tomado su relieve. En ese contexto, la Doctrina Social de la Iglesia contiene un capítulo sobre la cuestión del trabajo; así aparece en las encíclicas pontificias, en mensajes y discursos. El trabajo se observa como una realidad humana y un objeto de derecho. La devoción a San José intenta devolver al trabajo su valor religioso; la imagen de San José lleva consigo los instrumentos de su artesanía, y lo presenta como un carpintero.