Por Alfonso de la Vega
Hoy es la festividad de Santa Rita, patrona de los imposibles y especialmente famosa por aquello de “Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita”. La señorita Guardiola que es la jefaza del PP en la taifa extremeña y se muestra muy caritativa con los zurdos por haber sido primorosamente educada en colegio de monjas va a tender puentes para proteger a los pobres pecadores de las filas social- comunistas, cuyas aguas se muestran muy agitadas sobre todo a su paso por Badajoz cuya Diputación se está haciendo tristemente célebre.
El amable lector conocerá la tragicomedia judicial del hermanísimo, el bardo cantor de las chirimoyas pochas, recién procesado por los delitos comunes o característicos del socialismo ibérico. Lo de las chirimoyas resulta especialmente conmovedor para mí pues despierta la nostalgia de mis tiempos mozos cuando estudiaba para agrónomo y un verano estuve de prácticas en una finca de experimentación del CISIC, haciendo de celestina botánica: fertilizaba flores de chirimoyos con un pincelito bañado en polen.
Durante la vista judicial el prohombre socialista lejos de intentar disimular estuvo jaque y presumiendo de tonto prepotente pero intocable por nepotismo, menospreció a la juez y demás presentes en la sala. Alardeó de ignorar dónde trabajaba, la descripción de su puesto de trabajo ni sus relaciones jerárquicas y funcionales… No obstante, sólo le faltó argüir que la culpa del desastre la tenían las musas, en especial Euterpe, la de la Música que no le soplaba nada ni por casualidad. En honor a la justicia cabe decir en descargo del interesado que el vago típico no odia al trabajo, lo que más bien sería cosa de los trabajadores. Al revés le parece cosa en verdad admirable, pasmosa, tanto que desde luego no se atreve a estropearlo con su propio concurso.
El caso del genial músico es modélico y nos muestra las escandalosas maniobras del jefe del gobierno de Su Majestad para burlar las resoluciones de la Justicia que se administra en nombre de Su Majestad, el Rey, en una pintoresca esquizofrenia borbónica que de momento no ha encontrado cura, acaso porque no la tiene.
Para combatir el efecto de la crisis hubo una época en que se asaltaban bancos y cajas de ahorros, naturalmente no a punta de pistola como cualquier bandolero vulgar sin imaginación, sino de modo mucho mejor, más fácil, cómodo y sin riesgos: desde los propios consejos de Administración o de gobierno. Cuando la cosa se agotó decidieron explotar el raro fenómeno de que la banca sea el único negocio que no exige capital inicial. Incluso el capital lo ponen los impositores y demás víctimas. Pero la gente ya estaba en exceso picardeada y hubo de proseguir con el canibalismo bancario.
Nuestros socialistas posmodernos se caracterizan curiosamente por defender la propiedad privada, naturalmente la suya, bien si ya es rico por su casa, o bien la que pueda adquirir como comisionista de futuras revoluciones ya preparadas a elegir entre un nutrido muestrario ad hoc. A veces la fábrica falla y el sufrido consumidor se encuentra burlado sin la mercancía revolucionaria prometida y señalada pero el buen prohombre socialista ya se ha llevado la comisión pertinente, a veces repartiendo caritativamente con el partido.
Con tal de que los pongan donde “haiga” para mejor lucir sus habilidosas mañas es preciso reconocer que los socialistas son gente muy sacrificada y están dispuestas a todo. Un grupo de próceres estaban en adobo del guiso esperando el momento de pillar escaño en el congreso o taifa extremeña, una forma de condecoración pensionada con el lucrativo privilegio de aforamiento que permite hacer artísticos cortes de mangas al más impredecible juez natural.
De manera que pleno de amor fraterno el número uno ha dado orden de que se corra la fila para dar cobijo al presunto compadre del no menos presunto procesado y casi todos estos heroicos servidores del pueblo muy disciplinadamente han hecho sitio al protector del hermanísimo en un intento de burlar la acción de la Justicia mediante el dicho truco del aforamiento in extremis, una especie de bélico “escapulario detente bala” de los socialistas contra los jueces honrados, pero que otros consideran sacramento de extremaunción a esforzadas gentes en peligro inminente de condena.
Pero siempre hay una oveja negra que le gusta llamar la atención o va por libre o tiene un insólito de decencia, de ahí lo del casi todos. En efecto, el delegado del gobierno en la taifa extremeña se niega a cesar a su subdelegada para satisfacer así los bajos instintos libidinosos del nepotismo falsario. Es de suponer que tal ataque de dignidad, tan insólito en la banda, de no ser suicida se fundamentará en un profundo conocimiento de las andanzas y fechorías de unos y otros. La información es poder. Cada vez hay más gentes agraviadas o mosqueadas por la negra perspectiva su propio horizonte penal en disposición de tirar de la manta y al falsario le está pasando lo que a los equilibristas del circo que evitan que se caigan los platillos giratorios en un cada vez más difícil todavía de futuro incierto. Pero si cayesen los platillos tampoco importaría mientras la cosa se pueda tapar, o un cándido cómplice eche una eficaz mano oportuna o la usura internacional mantenga el crédito. Claro que está por ver que tal manto misericordioso fuera capaz de tapar todas las vergüenzas.
De modo que se comprende que ante tantos sinsabores y platillos tambaleantes el gobierno de Su Majestad quiera poner fin a los restos de independencia judicial ya maltrecha desde la famosa ley socialista anticonstitucional de 1985, para que la Justicia se administre en nombre de Sánchez y a su personal conveniencia en lugar del Rey, que también harto preocupado por sus cosas personales y las de su familia, ni está ni se le espera como el garante constitucional y democrático que presume ser.
En fin, hablando de imposibles, lo mismo Santa Rita es capaz de lograr algo.