Considero El santo de la Isidra (1898), , indudablemente, como una de las obras cúspide del madrileñismo recreado por el muy fecundo dramaturgo Carlos Arniches, descollando por momentos sobre otras de sus obras maestras (La señorita de Trevélez, Es mi hombre, Los caciques, El amigo Melquiades, Que viene mi marido, Don Quintín el amargao, Las dichosas faldas, El padre Pitillo, La guapa del Carrascal…).
Finiseculares y decisivas obras decimonónicas
Obra pertinente, muy pertinente pues su estreno coincide con un momento de fervorín madrileñista en el teatro, además de devenir esencial fecha en la historia de nuestra patria común. Recordemos que, tras el clamoroso éxito, cuatro años antes, de La verbena de la Paloma de Ricardo de la Vega, fueron estrenadas Las bravías (1896) y La Revoltosa (1897) de López Silva y Fernández Shaw, y Agua, azucarillos y aguardiente (1897) de Ramos Carrión.
Arniches se agregó a esta tendencia digamos costumbrista y chulapona con unos personajes populares que realizan oficios artesanales y conviven en «una plazuela de los barrios bajos», cerca de la calle de Toledo y de la plaza de la Cebada. Por El Santo de la Isidra pululan tipos y arquetipos como la Señá Ignacia, Cirila, Baltasara, Señá Justa, El Rosca, Juan el Migas…y el consiguiente acompañamiento de vecinos. Eso sí, triunfando siempre el amor, la valentía y la nobleza tras titubeantes y acobardados inicios («Yo, esta mañana era un párvulo; pero dende mi casa aquí he dao el gran estirón»), como en toda la obra del alicantino, incluidos sus celebérrimos sainetes.
Y rememoro películas: Madrid cambiante
Desde los años 20 con la silente y magnífica ¡Viva Madrid, que es mi pueblo!, de Fernando Delgado de Lara, o la interesante El misterio de la Puerta del Sol de Francisco Elías. Las adaptaciones cinematográficas de la citada e icónica La Verbena de la Paloma (me quedo con 1963 con la de José Luis Sáenz de Heredia y Concha Velasco como protagonista). Y, sobre todo, Fernando Palacios y Rafael J. Salvia (La gran familia), Berlanga (El verdugo, Patrimonio Nacional), Fernán Gómez (El último caballo, Esa pareja feliz o El inquilino) y Edgar Neville (La vida en un hilo, Domingo de carnaval o Mi calle).
Hacia los setenta y ochenta, otra España, otro Madrid, sobresaliendo Colomo (Tigres de papel, Bajarse al moro), Fernando Trueba (Ópera Prima), Almodovar (Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, Qué he hecho yo para merecer esto, La ley del deseo), Garci (Asignatura pendiente, Solos en la madrugada y los dos primeros El crack) y Eloy de la Iglesia (Navajeros, Colegas o La estanquera de Vallecas).
Y estilizando, noventeras y hasta hoy: Daniel Guzmán (A cambio de nada), Álex de la Iglesia (El día de la bestia), Fernando León (Barrio), Ramón Salazar (Piedras), Joaquín Oristrell (Hablar), Médem (Los amantes del círculo polar), Paco León (Kiki, el amor se hace), David Serrano (Días de fútbol), Montxo Armendáriz (Historias del Kronen), Amenábar (Abre los ojos), Albadalejo (La primera noche de mi vida), Carlos Vermut (Magical girl), otro Trueba, Jonás (Todas las canciones hablan sobre mí, La virgen de agosto, Los ilusos, Volveréis y el documental Quien lo impide) y, sobre todo, Ruy Sorogoyen (Stockholm, Que dios nos perdone, Los años nuevos).
Madrid, quién te ha visto y quién te ve
San Isidro, pues, esta semana sin ir más lejos. Una inacabable rave. Los días de San Isidro, por la zona de Carabanchel, el infierno multiculti en la tierra. Extrema suciedad, basura, orines, excrementos humanos, insufribles aglomeraciones, peleas con armas (incluidas de fuego) top, ruidos atroces, el macrobotellón no se detiene. De simpática romería no hace tanto al averno en forma de negociete en el que el que (casi) todos parecen ganar.
Hoy irreconocible Madrid, dizque culmen de la «diversidad», el “divertimiento» y la «tolerancia», paradigma de la mafia elegetebeí, por ejemplo. Madrid, ora indie y cool, ora chic y bohemia, faltaría plus. Acelerándose a pasos agigantados el Gran Reemplazo ético y antropológico, étnico y racial, cultural y religioso, ubicuas pantallitas y estercoleros multiculturales mediante. Gente por doquiera, puro y puto agobio allá donde uno vaya o se halle, invivible putiferio consumista (shopping lo llaman), degradación urbanística y de toda índole, originando horrísona e inmoral, pareciese irreversible, gentrificación/ turistificación…
…Y releyendo Castizos, la mejor obra de la riojana Verónica Valle, más conocida para el siglo como Alicia Rubio (Cuando nos prohibieron ser mujeres, Feminismo sin complejos, Y os utilizaron por ser niños). Hogaño, Lavapiés y sus noches del Ramadán, ains.
En fin.