jueves, mayo 1, 2025

Primero de mayo

Por Alfonso de la Vega

Los acontecimientos del lunes 28 de abril merecen muchos debates y nuevas definiciones de política energética que ojalá tengan consecuencias en la futura rectificación de la llamada transición energética promovida por la tenebrosa, nunca mejor dicho, agenda 2030. Pero también nos muestran algunas de las contradicciones de la llamada ciencia económica y de la consideración del propio sistema económico como un conjunto abstracto, isomorfo desde el punto de vista matemático con la mecánica newtoniana, más o menos desligado de la historia o de la propia naturaleza. Así la teoría marxista del valor trabajo como algo que tiene que ver con la materia y no con la inteligencia o el espíritu. Medido en unidades energéticas el trabajo humano pudiera oscilar entre varios valores según diferentes autores. Así por ejemplo, para Podolinski 65 Kcal / hora, de modo que la verdadera eficiencia energética del trabajo humano era de un 10 %. Para Naredo y Campos entre 85 y 112 Kcal / hora ¿Pero cual hubiera sido el valor real de ese trabajo humano si por buen diseño de infraestructura, elección de generadores o control de la red hubiera evitado el apagón?

Para Adam Smith sólo el trabajo es productivo. Para Quesnay el trabajo es improductivo. Para Say, el trabajo es productivo, la fuerzas naturales son productivas y los capitales son productivos. Para Marx o para Engels las referencias a las leyes energéticas tienen más que ver con la primera ley de la termodinámica o de conservación de la energía que con la segunda o de aumento de la entropía. Engels lo niega en uno de sus escritos.  En un texto titulado El trabajo humano y la unidad de energía el físico socialista ucraniano Sergei Podolinsli intentó redefinir la teoría del valor trabajo y del desarrollo de las fuerzas productivas aplicando los descubrimientos de la termodinámica. En el se trataba de estudiar el proceso económico en términos materiales y energéticos y de definir las relaciones entre los sistemas económicos y el entorno físico natural en el que se desarrollaban. El artículo plantea cuestiones importantes sobre la producción y el valor, que en la práctica cuestionan las teorías marxistas sobre el valor trabajo. Podolinski advierte las consecuencias de su enfoque sobre el sistema económico tal como se entendía.

Ahora, nos encontramos en un momento en que el poder insiste en el aspecto materialista, en el hombre como una pieza física de un ecosistema híbrido social natural. Se busca el reseteo con una humanidad embrutecida y despojada de su condición intelectual y espiritual. Una humanidad a la que colocar oportunos chips para dirigir su conducta, mentes y voluntad para ser dirigida como robots a mayor granjería de la plutocracia. Vivimos un proceso histórico de “contra-desamortización”. La plutocracia globalista internacional está «expropiando» por la vía de los hechos consumados a los agentes sociales y económicos activos para concentrar poder y riqueza en una nueva clase sui generis de manos muertas, sobre todo de carácter financiero.  Con un agravante decisivo, las anteriores estaban sujetas a códigos morales de conducta y las actuales, no. En efecto, ahora es al revés, bajo la hipótesis fraudulenta o mohatrera del pretendido cambio climático de origen antrópico o cualquier otra engañifa semejante se trata de imponer el decrecimiento porque ya no se pretende satisfacer las necesidades reales de la gente sino perpetuar el predominio hegemónico absoluto de una reducidísima casta. La economía de mercado tiende a desaparecer bajo la concentración y colusión oligárquica o monopolista. La monarquía, la nobleza y el clero nacionales han sido sustituidos en parte por los plutócratas jázaros que son los principales acreedores de la creciente deuda cada vez más difícil de redimir.

Este decrecimiento supone pobreza y al cabo, reducción de población y descomposición social, pérdida de orden político social, arrumbamiento de la civilización. Entonces como ahora cabe estudiar la crisis de Hacienda como síntoma de disfuncionalidad estructural. El aumento de los gastos del Estado incluso para cubrir desfalcos o cosas innecesarias o perjudiciales, burocracia inútil, paguitas para invasores, tenderetes varios, sólo puede mantenerse ceteris paribus si se produce simultáneamente un periodo de crecimiento de la riqueza nacional. De lo contrario, aumenta la deuda y o la carga impositiva, como sucedió entonces y ahora estamos padeciendo. Pero este proceso actual es producto de la desnaturalización de las democracias, el fraude electoral y la ocupación de las instituciones clave por gentes afines al movimiento revolucionario cuyas funestas intenciones finales se pretenden ocultar. La antigua lucha de clases sustituida por la de las psicologías y las costumbres.

Pero antes de la revolución industrial, al comienzo de este ciclo,  se prestaba mayor dedicación a aspectos menos materiales o más intelectuales o espirituales. Pocos españolitos jóvenes saben que uno de los pioneros en intentar una selección de personal digna de tal nombre mediante criterios racionales o científicos fue un ilustre español, don Juan Huarte de San Juan con su extraordinario libro sobre cualidades y selección de personal titulado “Examen de ingenios”. Es de notar la palabra ingenio. Con el embrutecimiento generalizado en el que nos están instalado, el antiguo “personal” y su ingenio se ha degradado al materialista y científicamente erróneo “recursos humanos”, lo que también puede considerase una forma engañosa de encubrir prácticas de nepotismo gracias a la perversión del lenguaje. Hoy vemos que puestos claves en el mundo de la energía que promueven la transición ecológica son ocupados por abogadas sin mayor idea de ciencia o ingeniería lo que influye en los desastre. El ciclo del proceso de renovación de cargos públicos terminaba entonces con los llamados juicios de residencia, en los que se pasaba revista al desempeño de los agraciados con un cargo político relevante. Hoy, si no terminan procesados por corrupción salen bien librados.

Existe un cierto mundillo empresarial que considera que aumentar la productividad consiste en bajar el sueldo o empeorar las condiciones laborales de sus empleados. Todas esas modernidades tales como el fomento del capital intelectual, la innovación, la formación profesional o el estudio y control de factores «higienizantes», que son los que producen insatisfacción en el trabajo, suenan a herejía protestante, cosa quizás buena para entretener a los alumnos en Universidades y Escuelas de negocios angloparlantes aunque lejos de las prácticas cotidianas de las empresas. El poder político parece querer desactivar el trabajo dificultando el empleo en PYMES y autónomos o con paguitas de sopa boba. 

Parte de la élite directiva valora que el subordinado ofrezca un culto absoluto al jefe. Digo culto y no lealtad, que esa es una virtud notable aunque rara, habitualmente sustituida por la complacencia perruna de carácter ditirambo alabanciosa, en la idea de que tal actitud permita medrar e incluso heredar poltronas y prebendas algún incierto día cuando el líder actual se caiga o sea oportunamente empujado fuera de la poltrona. Tal tipo de organización y de relaciones de poder son habituales en empresas, partidos y sindicatos. Nuestro lenguaje clásico de germanías es pintorescamente rico en dar nombres a su escalafón. Incluso el lector más ingenuo o desavisado puede enseguida comprender que tal sistema es malo y sus resultados aún peores. Especialmente cuando el líder ocupa la poltrona por razones ocultas e inconfesables, está lejos de querer promover el bien común o al menos de la organización y le gusta rodearse de gentes aún más mediocres o peores que él. A juzgar por lo que observamos una y otra vez este suele ser el caso habitual entre los partidos políticos borbónicos. El arrinconamiento de la gente valiosa resulta un acto mucho más revelador que el más florido y retórico de los discursos. Y espanta y preocupa con razón al más preparado por lo que supone de cobardía y desprecio del capital intelectual y de desastrosos resultados. El nepotismo es una querencia arraigada en la naturaleza humana y por ello sigue plenamente de actualidad. Y en lo político es la base de la propia naturaleza de la Monarquía no electiva. Se heredan los cargos según nos enseña la experiencia actual e histórica sin mérito ni merecimiento personal alguno, salvo las relaciones de parentesco.

La festividad del trabajo debiera promover esa condición espiritual e intelectual del hombre. El hombre como cooperador de la Creación. Sin embargo, está secuestrada por organizaciones que no se financian con las voluntarias aportaciones de los trabajadores sino que medran a costa del erario, con el dinero que sacan al humillado contribuyente.

 

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