Creerse el cuento de que la agenda 2030 conduce a la paz, a la libertad, al desarrollo, a la armonía con la naturaleza, a la resolución de los problemas sociales, a la solución de las desigualdades, las cuales se consideran injustas o a la verdadera democracia es un canto de sirenas en el que los que nos dedican estas odas se nos muestran como bellos seres de amor, hermosas mujeres salidas de las olas y hombres de ensueño. La realidad nos demuestra que estos seres en realidad se parecen más a demonios que cualquier otra cosa y que su fin no es sólo engañarnos, sino atraparnos en su invisible tela de araña ante la incapacidad de visión y la ingenuidad y el buenismo, hacer real el plan de sometimiento del alma humana, esa alma que representa todo lo contrario de lo que creen.
Sin entrar en sus 17 puntos o espinas envenenadas, la clave para su éxito es la ruina en todos los sentidos y no sólo económica, mediante la sensación de incertidumbre que hace realidad la teoría de Kurt Lewin, según la cual cuando se utiliza bien la culpa, el rechazo o el agradecimiento en forma de falsa complicidad, ante la falta de aprobación de la que sufre el sujeto ante tanto maltrato, la generación del orden social surge algo como altamente inestable y siempre en estado crítico. El fin, como no puede ser de otro modo, es que el sujeto pierda el sentido de su fe, de creer que con su esfuerzo y amor puede crear un mundo mejor y ayudar a resolver problemas sociales, la fe en la unidad del ser humano por encima de cada ser humano. Este hecho es capital si tenemos en cuenta que su ausencia genera que sea justamente el discurso del miedo el que impere en las relaciones sociales y en las normas de la inserción de las personas en su grupo, el silencio cómplice y la continuación de lo cotidiano como una zona de refugio en la que todo está aparentemente dentro de control. Lo peligroso de ello es que se puede llegar al extremo de normalizar el maltrato porque lo que amedrenta es justamente lo inesperado, ya sea agradable o desagradable. Ello recuerda a las relaciones tóxicas que se mantienen mucho más de lo debido en las que el sujeto que sufre el desdén se acaba convirtiendo en responsable de su propia desgracia.
Esta relación macabra con el estado aparentemente fallido, donde cada condición experimental se aplica de manera estudiada y racional, así como fría y destructiva, convierte a ese maltrato en una relación en la que las reglas del mismo se convierten en cruciales para establecer lazos de dependencia en los que el sujeto no sólo acaba aceptando el desdén, sino que lo considera una conditio sine qua non para establecer lazos sociales y predecibles, hasta el punto de que emplea estas reglas en las relaciones con otras personas por considerarlas legítimas y las únicas posibles para establecer una sociedad cohesionada y segura. ¿No es una gran contradicción? Pero esto va a más si tenemos en cuenta que la imposición de nuevas condiciones, siempre bajo el principio de sorpresa y derrota segura de las expectativas, en el fondo deseadas por el ciudadano, es una regla en la que ya se navega en la tormenta y en oleaje de la destrucción que puede llevar a poner en peligro la propia supervivencia.
He aquí el límite que las políticas siempre evitan, pues saben que cuando el sujeto lo pierde todo, no sólo su esperanza o su fe, sino su sustento vital (no podemos olvidar que el adoctrinamiento de la agenda conduce al apego del sujeto con lo material, excluyendo lo espiritual), éste se vuelve indómito y ya no es tan fácil de engañar ni de someter (tal como ha ocurrido en Rumanía, por ejemplo), provocando incluso que cualquier intento por calmar las aguas terribles de las críticas sociales hacia el estado se conviertan en más oxígeno para un fuego que amenaza con destrozar a quienes encienden la mecha.
Si analizamos la realidad española, el uso de la información sobre cómo se encuentra la situación, de acuerdo con los medios oficiales, se convierte en el contexto de referencia cuando los ciudadanos prefieren por miedo vivir en la mentira absoluta y evitar la verdad que los está carcomiendo poco a poco, generando una separación tajante entre la realidad y el engaño intencionado. De este modo, se crea la falsa ilusión de que no todo está perdido, incrementando los niveles de pobreza y la capacidad de reacción del ciudadano ante la defensa de sus derechos, los cuales sólo son los admisibles para formar parte de un estado fantasma, sin llegar al hambre absoluta, aunque se haya alcanzado la misma muerte por orden de un ministerio, como ya ha ocurrido en millones de ocasiones y ya sabes a qué me estoy refiriendo. El orden jurídico es la idea de que el orden social es eterno, como los anhelos ciudadanos que se convierten en mitos.
El socialismo no pretende llegar a estos extremos dado que saben muy bien a qué se arriesgan si lo hacen. El mayor temor para los que se encargan de gestionar nuestro castigo por ser goyims, así como nuestro miedo, bajo nuestro permiso inconsciente, es un pueblo aguerrido que lucha por sus necesidades y que se enfrenta a lo que sea y contra quién sea, idea recogida en los protocolos de los sabios de Sion, es decir, una de cal y otra de arena, mientras se va llevando al ganado al lugar deseado de donde ya no puede escapar, so pena de no poder sobrevivir, como cuando encierras a un hámster en una jaula dentro de tu habitación.
Entender esta dinámica, consustancial a la misma agenda 2030 es esencial para hacerse consciente de la necesidad del sentimiento de rebeldía y de resistencia ante la insistencia de quienes nos imponen sus principios y falsas ideologías, inspiradas en la autodestrucción de la mente del propio sujeto y la instauración de la conciencia de la nueva esclavitud. Darse cuenta de ello, buscar soluciones para resolver problemas que el estado quiere crear mas no resolver y que son utilizados como excusas para recordarnos los monstruos de los que no protegen es esencial. Trabajar junto, en paz, en solidaridad, en conciencia y con el corazón es la clave. La chispa de la vida es más fuerte que la chispa de la muerte, del mismo modo que el amor es más poderoso y deja ciego al miedo y a la mentira. Grandes claves, sin duda, para no considerarlos nuestros enemigos sino los que se equivocan de terreno y caen en la ignorancia absoluta, ésa que es peor que la esclavitud en la que nos desean ver. Pobres seres oscuros, les espera la muerte, sino ya no están sus almas en el más allá.