sábado, mayo 17, 2025
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Letras galleguistas

Por Alfonso de la Vega

«A veces los idiomas son tan firmes en sus cercos, que nuestras pobres almas no hallan espacio para abrir las alas, y otras almas elegidas, místicas y sutiles, dado que pueden volar, no pueden expresar su vuelo… Triste destino el de aquellas razas encerradas en el castillo hermético de sus viejas lenguas, como las momias de las remotas dinastías egipcias, en la hueca sonoridad de las Pirámides.»  (Valle Inclán,  La Lámpara maravillosa)

En el reino de las taifas cada santo tiene su romería y cada región su santo, sea real o ficticio. Si el dos de mayo, fiesta regional de Madrid, es un acto de reivindicación patriótica de carácter general, integradora de la nación del que se debería sentir orgullosa toda España, aunque ahora haya devenido en  políticamente incorrecto por lo de la infame memoria democrática, en el caso de Galicia la reivindicación es particular, de lo que la separa del resto de la nación española, según la sectaria mentalidad oficial dominante. Del gallego como barrera o arancel frente a otros a beneficio de la clase dominante regional y su tenderete institucional. Una postura diferencial para lo que les conviene pues a la hora de la verdad cumplen la agenda globalitaria 2030 a rajatabla.

Cada diecisiete de mayo con gran bombo, gaitas y alharacas, la Galicia oficial celebra lo que aquí llaman el Día de las Letras gallegas, una denominación como poco equívoca. En efecto, de ella están habitualmente erradicados los autores gallegos que escriben en español. En la Galicia posmoderna los autores gallegos que escriben en español no son considerados verdaderos escritores gallegos ni tienen derecho a apoyo o mamandurria institucional. En estos festejos oficiales generosamente regados con dinero público se celebran y jalean personajes casi desconocidos para las musas o los aficionados a la buena literatura. Así, es normal que se premie a medianías “normalizadas” con el gallego. Gente engordada por los nutridos presupuestos respectivos, que utiliza el gallego transgénico o de laboratorio para imponer sus consignas separatistas. Pero a la hora de la verdad cumplen la agenda globalitaria 2030 a rajatabla y las cosas con o sin el gallego sacramental van de mal en peor.

Habrá quien piense que exagero con esto de la inanidad estética de muchos de los autores galleguistas galardonados. El galleguismo considerado como fenómeno «religioso» se basa en una serie de postulados que bordean la impostura: la raza, el celtismo, la necesidad de “normalización”, el victimismo. Representa una respuesta desde el mundo de la emoción, de lo numinoso, a agravios históricos reales o inventados. Sus teólogos sostienen que para acceder a una plena comunión con la tierra gallega el único sacramento válido sea el gallego. Con tal fanático fervor se impone no solo en el mundo oficial sino también en la sociedad mediante la llamada “normalización lingüística”, del modo que quien se resiste a ser “normalizado” debe ser tratado como una especie de hereje, un “anormal”. La pureza del gallego y sus liturgias son impuestas y defendidas por la casta sacerdotal que se nutre de los impuestos de todos, también de los supuestos herejes. Pero además se trata de la neolingua gallega o gallego transgénico de laboratorio que ha venido a instaurarse por la voraz burocracia que pastorea los presupuestos autonómicos, en vez de las antiguas musicales hablas populares de las aldeas. Rosalía de Castro, quien renegara del dialecto y de los galleguistas, no hubiera aprobado hoy un examen de gallego transgénico oficial.

El tinglado nacionalista es una mixtificación muy lucrativa para algunos que se sostiene gracias a los impuestos. Alfredo Brañas ya explicaba la razón última del nacionalismo galleguista, «Regionalismo» en su jerga: Galicia para los gallegos. Un coto caciquil lejos de los españoles que nos puedan disputar el dulce mangoneo y la poltrona.

Fue Fraga el que potenció la autarquía lingüística imponiendo un gallego oficial de laboratorio, que ni siquiera es el habla popular o literario tradicional. Probablemente por las mismas razones que han impulsado los regímenes autárquicos: crearse su propio espacio, su propia ínsula Barataria, inventando aranceles y barreras artificiales que favorecieran su permanencia en el poder. Sólo cabe explicar así que copiara la política lingüística de los nacionalistas catalanes, extraña conducta en hombre tan bien preparado y de su procedencia.  La imposición del monolingüismo en gallego en la Galicia oficial que permanece en la administración con consecuencias en la educación, resulta muy perjudicial porque vulnera los derechos civiles de muchos ciudadanos, y dificulta su movilidad e integración vital y laboral con el resto de España. Cuestión grave en cuanto que estorba los lazos de solidaridad entre los españoles pero aún más desde el punto de vista personal cuando fragmenta la realidad económica y social lo que está especialmente contraindicado en tiempos de graves crisis como los presentes.

La defensa del gallego deviene en un pretexto para ningunear la literatura española y tratar de deformar las mentes de las infelices criaturas que caen bajo las garras de los nacionalistas de todos los partidos incluidos los del PP. Literatura, Geografía, Historia son, o mejor decir, debieran ser, materias comunes a todos los españoles. Forman parte de nuestra conciencia como pueblo, de nuestro sistema de afectos. De nuestro pasado, presente y proyecto de futuro comunes. Es curioso recordar, hablando de Literatura por ejemplo, como las famosas Cantigas del rey Sabio compuestas en galaico portugués medieval de las que tanto hacen gala algunos, fueron inspiradas por la encomienda templaria de Villasirga en Palencia, citada en varias de ellas. Y donde se encuentra, precisamente en su capilla de Santiago, el sepulcro de un hermano del rey Alfonso X.

Por desgracia no hablamos del pasado: el déspota Feijoo que hoy presume de español ha colaborado en el ninguneo de la Cultura española de Galicia. El “indigenismo” es un recurso caciquil cuya primera víctima además de la libertad es la Cultura. Claro que según Feijoo, nosotros los gallegos somos una nación sin Estado, un ejemplo de nacionalismo fino, educado amén de filantrópico, ultra feminista, pro Agenda 2030, pro vacunas, pro confinamientos o pro cualquier otra maniobra destructiva propia de la vigente ingeniería social como es la misma citada imposición del gallego.

Cuando se prefiere lo propio a lo mejor o se ocultan las relaciones históricas cabe entender que se está produciendo una especie de castración. Mala siempre, pero criminal cuando no es una mera auto emasculación como la que se infringían los sacerdotes del viejo culto de la diosa Cibeles, sino que se produce a otros que tendrían derecho a no ver limitadas sus posibilidades intelectuales ni como miembros de una comunidad mayor y de más amplios horizontes compuesta por cientos de millones de hablantes. Una aventura dañina y condenada al fracaso, porque la gente no es tan tonta como el Poder cree, y por la propia experiencia de la vida, suele terminar desengañada e incluso con una reacción de lamentable paradójico aborrecimiento de la lengua que se les ha querido imponer. Y cambiar una lengua franca que hablan centenares de millones en todo el mundo por una regional encerrada en su castillo hermético nunca es un buen negocio. 

 

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