viernes, mayo 9, 2025

La industria vial

Por David Azañón

En España existe un número ingente de chiringuitos de todo tipo: igualdá, CC.AA., observatorios que no ven nada, ayuntamientos, centros de todo tipo como el CNPIC donde estuve destinado (más conocido por protección de infraestructuras críticas cuya utilidad desde su creación hasta el apagón, caos de trenes, etc. ha quedado patente) todos ellos redes clientelares, o partes del “sistema” magníficamente definido por Mario Conde.

Pero “ponle freno”, destacan los de la mal denominada seguridad vial, en puridad industria recaudatoria vial. Con la salvedad de las pundonorosas actuaciones de sus agentes en caso de accidente, agentes que no se unen (como el resto de policías, y por extensión, el resto de españoles) para decir “basta”, para plantarse y negarse a alcanzar a un número mínimo de denuncias necesarias para percibir ciertos complementos en sus emolumentos.

La seguridad vial, al igual que la seguridad ciudadana, debería ser un servicio público y no una industria destinada a esquilmar al contribuyente mientras que otros podrán fumar porros o ponerse un tiro (no de los que propinaba ETA en la nuca sino de los que entran por vía nasal) en su vehículo particular, siempre que esté estacionado, sin ser sancionados por tal conducta, que supone a todas luces un potencial peligro para la seguridad del tráfico (Instrucción 7/2025 de la SES).

Nótese que algún vende motos cambió el término seguridad del tráfico por seguridad vial, como se modificaron las denominaciones de imputado por investigado, de falta por delito leve, de Secretario Judicial por Letrado de Justicia, todo para distraer al ciudadano.

Ejemplos de la industria vial son los radares colocados en rectas cuesta abajo, RPAS o drones, vehículos con numerosas cámaras y lectores de matrículas, empleados de empresas privadas cuya identidad parece un misterio y que no ostentan la condición de agentes de la autoridad sancionando prácticamente como si lo fueran en las ORA (zonas de establecimiento regulado), agentes de la DGT o policías locales escondidos en lugares indignos para un agente de la autoridad y para la imagen de su respectiva Corporación, cuando su mera presencia es suficiente para que los conductores no vulneren las normas de tráfico.

Luego están los Pegasus, y no me refiero al famoso software, sino a los helicópteros de la DGT, que bien podrían pertenecer a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, que cuentan con todos los medios que precisen mientras que sendos servicios de helicópteros de Policía Nacional y Guardia Civil, carecen de esos medios cuasi ilimitados para perseguir a delincuentes de verdad o para proteger nuestras permeabilísimas fronteras.

Pero claro, estos últimos no son una industria sino un servicio público. Y ¿qué quieren los políticos?, el dinero de la vulgar plebe. Seguimos en la edad media, pagamos por circular, impuestos a los hidrocarburos aparte, recordemos el art. 139.2 de la Constitución: Ninguna autoridad podrá adoptar medidas que directa o indirectamente obstaculicen la libertad de circulación y establecimiento de las personas y la libre circulación de bienes en todo el territorio español.

Este artículo se vulnera, como tantos otros, a diario bajo el pretexto globalista de las ZBE (zonas de bajas emisiones), zonas en las que un coche de alta cilindrada, apto para unos pocos privilegiados, que contamina enormemente, pero que cuenta con una batería diminuta pueda justificar su etiqueta ECO habilitando así su circulación por las ZBE.

Sin embargo, la gran mayoría no privilegiada, aun estando en posesión de la ITV en vigor, permiso de circulación, seguro obligatorio e impuesto de circulación, no puede circular. ¿Quiénes son los políticos para no permitirnos circular y recortar nuestros derechos y libertades?

Esto lo saben todos los españoles pero no hacen nada, ni se quejan. Algunos se avisan de los controles recaudatorios o de los radares de la industria del tráfico pero, desafortunadamente, los controles para fines de seguridad ciudadana, también se incluyen en esas mismas alertas.

Benditos Bladerunners (y no me refiero a los de la película de Ridley Scott).

Si sabes quienes son es que estás despierto sino es hora de que despiertes…

 

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1 COMENTARIO

  1. Una parte de la población pensará, dirá y hará lo que sea le indiquen a través de los monopolios de persuasión y manipulación de masas.

    A ello amerita una educación general muy deficiente (a drede) y, adicionalmente, numerosas tecnologías más o menos exóticas implementadas por el SC (sistema de Control) del plan-ET-a.

    Algunos de Uds seguramente conocen la obra del periodista, investigador y escritor George Orwell. Quien estuvo y recorrió España como corresponsal (de guerra):

    Su obra ‘Rebelión en la Granja’ también fue llevada a la gran pantalla en dibujos animados para todos los públicos.

    G. Orwell ha de valerse de metáforas animadas para mostrar el lamentable esquema actual de este mundo:
    – El granjero representa la arbitrariedad y degeneración del controlador de la granja.
    – El chancho ya añoso y provecto el conocedor y visionario de un factible nuevo amanecer.
    – El cerdo desacreditado y expulsado (‘bola de nieve’) muestra la aversión, incompatibilidad y rechazo a la meritocrática valía.
    – El guarro central es el rey felón y sátrapa cínico presentado como imprescindible líder mesiánico.
    – El resto de gochos, sus cortesanos beneficiarios, se reparten el establecimiento político fagocitando el legal.
    – Los perros son los programados y adiestrados para defender ciegamente los intereses creados de la minoría porcina.
    – El resto de animales es la sociedad timorata y supersticiosa. Burlada y paupérrima. La cual se desvive por sostener la explotación, de la granja, y mantener los crecientes privilegios de los opíparos cerdos.
    – Y el visitador negociante los ventajistas mercados corporativos sin ética, valores ni empatía.

    «No habrá risa; no habrá arte; ni literatura ni ciencia; sólo habrá ambición de poder, cada día de una manera más sutil.» (George Orwell)

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