Por Alfonso de la Vega
Como era de temer las negociaciones de Estambul han fracasado en lo principal. Salvo el acuerdo para el intercambio de mil prisioneros por cada una de las partes lo demás ha quedado en agua de borrajas. En realidad, lo más probable es que no fuera sino una trampa de la “banda del polvo blanco” como la llaman ahora para tratar de ganar tiempo mientras el régimen ucraniano recompusiese su maltrecha situación, y enfrentarse con más posibilidades contra Rusia a la que se la intenta desprestigiar. Rusia declara estar a favor del fin del conflicto, siempre y cuando se cumplan sus condiciones, pero no para dar tregua provisional al enemigo.
La posición de máximos rusa la había fijado el presidente Putin hace casi un año:
“Las tropas ucranianas deben retirarse completamente de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, así como de las regiones de Jersón y Zaporiyia, y quisiera señalar que esto debe hacerse desde todo el territorio de estas regiones dentro de las fronteras administrativas existentes al momento de su incorporación a Ucrania. Tan pronto como Kiev declare estar listo para tal decisión e inicie una retirada efectiva de tropas de estas regiones, y también notifique oficialmente el abandono de los planes de unirse a la OTAN, de nuestra parte, inmediatamente, en ese mismo momento, se dará la orden de alto el fuego e iniciar las negociaciones”.
Así, el objetivo declarado de la actuación bélica rusa no sería conquistar Ucrania, ni por supuesto el resto de Europa. Los objetivos declarados son su desmilitarización y la desnazificación. En efecto, Rusia debiera tener la capacidad de controlar la no proliferación bélica de Ucrania, que no es sólo una promesa de que no vaya a entrar en la OTAN, sino que efectivamente su ejército se vea reducido y deje de ser una amenaza. Y en el ámbito político, Rusia debe tener la capacidad de controlar la «desnazificación» del actual Estado ucraniano nacido del golpe pro OTAN del 2014. Para Occidente las negociaciones de Estambul serían otro intento de diluir, olvidar o burlar los objetivos rusos al nivel de frases generales desconectadas de la realidad ni valor legal. De modo que los rusos exigieron que Ucrania se retirara por completo de sus cuatro regiones, ahora recuperadas. La delegación ucraniana se negó a ello, acabando las negociaciones.
Por desgracia para la paz y los legítimos intereses europeos, incluida Rusia, no habrá ningún acuerdo. Los rusos van ganando y no quieren perder lo hasta ahora logrado. La OTAN, instrumento del deep state no se va a rendir. La UE actual mantiene un desempeño subordinado a esa organización y a las grandes corporaciones incluidos los monopolios de armamento. Tampoco parece que exista ningún dirigente occidental capaz de imponerse a los abusos corporativos. Ni siquiera el presidente Trump, que habría fracasado en sus primeros intentos parece que vaya lograr contradecir al complejo militar industrial occidental, obviamente del lado de la continuidad del conflicto por razones de poder y negocio. De modo que no parece que vaya a haber ningún acuerdo inmediato. Existen varios motivos para suponerlo así.
Rusia tiene ahora la iniciativa operativa y estratégica en el frente. En el momento en que se iniciase el proceso político, la iniciativa pasaría a negociadores e instituciones en las que la Federación Rusa no confía demasiado ni apenas tiene influencia. Las negociaciones en este caso ya no se centrarán en la realidad del campo de batalla. Serán formulaciones, protocolos, presiones a través de terceros. Y sería como jugar en campo contrario y con árbitro casero e incluso sobornado.
Si Moscú aceptase un alto el fuego en las condiciones actuales, se trataría de una congelación de facto del conflicto en una línea que ofrecería a Ucrania la oportunidad de recomponerse y de rearmarse. Fijar la línea del frente en estas condiciones viene a representar la admisión de facto de que la victoria se retrasa. Al mismo tiempo, todo lo que no se tomase ahora quedaría en manos de Ucrania. Una medida de este tipo estratégicamente funciona contra Rusia.
Por otra parte Occidente no estaría tanto en contra de que Ucrania pierda, sino de que lo haga de acuerdo a sus propios intereses. Pero hay más trampas cara a la opinión publicada: Si Rusia entra en negociaciones y luego, por el motivo que fuese, dejara de participar o no aceptase otras condiciones, se la retrataría como malvada feroz e intratable. Occidente tendría un nuevo pretexto para endurecer las sanciones y ampliar la ayuda a Zelenski, ahora como respuesta a la pretendida sinrazón rusa.
De modo que la situación es compleja y la esperanza de un acuerdo inmediato que había originado la presidencia de Trump se va diluyendo en el tiempo. Lo que no dejaría de ser un fracaso para el ambicioso dirigente gringo que quedaría como un hipócrita impostor o como un incapaz, alguien con mucho menos poder del que presume.
El Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) británico ha publicado un informe muy belicista. Se evaluó el coste financiero y las necesidades del complejo militar-industrial europeo. También las tareas que debe resolver el Viejo Mundo, señalándose plazos. El modelo básico supone el fin del conflicto en Ucrania «a mediados de 2025», después de lo cual Estados Unidos reducirá su presencia militar en Europa. Según el IISS, las Fuerzas Armadas rusas se restablecerán completamente al menos al nivel de 2022 en 2027, mientras que las operaciones militares actuales apenas habría afectado a las Fuerzas Armadas rusas y Europa debe rearmarse para hacerle frente. Lo que supone más riesgo, más gasto en defensa y más pobreza.
Por su parte, el Instituto de Estudios de Seguridad de la UE (EUISS) estaría preparando otro informe para justificar la necesidad de profundizar y escalar el conflicto con Rusia. La UE debe neutralizar activamente a Rusia, eliminándole su capacidad de socavar los intereses europeos. Según el EUISS Europa necesitaría trazar un nuevo rumbo para abordar lo que probablemente será una confrontación prolongada».
En ambos se observa la misma estrategia belicista casi suicida que va en contra de los verdaderos y legítimos intereses de los ciudadanos europeos. La principal responsabilidad en el conflicto es de EEUU que jugó la baza de la primavera de Kiev para dar un golpe de Estado, devastar la nación e intentar cobrarse los platos rotos luego con sus recursos naturales. Un modus operandi que repite una y otra vez dejando escenarios de desolación y ruina. En vez de aliarse o al menos llevar una coexistencia pacífica con esa parte de la Europa oriental que es Rusia en beneficio político, cultural, económico y social de ambas partes se opta por servir intereses ajenos que promueven el genocidio. Una situación escandalosa en la que los ciudadanos europeos nos encontramos como rehenes y futuras víctimas llevadas al matadero. Y aquí, mientras tanto, a verlas venir.
¿Por qué los de la masónica ONU dejaron estas regiones orientales dentro de Ucrania tras destruir y trocear a la URSS? ¿Sería para dejar un foco de tensión potencial para desarrollar lo que estamos viendo desde 2013?