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Esta es la realidad de una «Agenda» que algunos han llegado a llamar «El Evangelio»

La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, adoptada por los 193 Estados miembros de las Naciones Unidas en septiembre de 2015, se presenta como un plan universal para erradicar la pobreza, proteger el planeta y garantizar la prosperidad para todos. Sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y 169 metas parecen, a primera vista, una noble aspiración hacia un mundo mejor. Sin embargo, bajo su fachada de lenguaje buenista y promesas utópicas, muchos críticos advierten que la Agenda 2030 es un proyecto manipulador diseñado para centralizar el control, erosionar libertades individuales y someter a las poblaciones a un sistema globalista con tintes dictatoriales.

La Agenda 2030 se vende como una solución a los grandes desafíos globales: pobreza, desigualdad, cambio climático y más. Sin embargo, su implementación requiere una coordinación sin precedentes entre gobiernos, corporaciones y organizaciones internacionales, lo que plantea serias preguntas sobre quién controla las decisiones y a quién benefician realmente. La retórica de “no dejar a nadie atrás” suena inclusiva, pero ignora las diferencias culturales, económicas y políticas entre naciones, promoviendo un modelo único que favorece a las élites globales. Además, su financiación, estimada en 5-7 billones de dólares anuales según el Banco Mundial, implica una transferencia masiva de recursos que podría consolidar el poder de instituciones no democráticas. A continuación, analizamos los 17 ODS, exponiendo las trampas ocultas en cada uno.

ODS 1: Fin de la Pobreza
Promesa: Erradicar la pobreza extrema para 2030 y reducir a la mitad la pobreza multidimensional.

Realidad: La meta de reducir la pobreza suena noble, pero el enfoque de la Agenda 2030 se basa en sistemas de protección social centralizados y transferencias económicas que generan dependencia en lugar de autonomía. La definición de pobreza (vivir con menos de 1,90 dólares al día) es arbitraria y no considera contextos locales. Además, la “movilización de recursos” a menudo implica deuda para países en desarrollo, atándolos a instituciones como el FMI o el Banco Mundial, cuyos préstamos vienen con condiciones que desmantelan soberanías económicas. En lugar de fomentar el emprendimiento o la autosuficiencia, este objetivo promueve un asistencialismo que perpetúa el control sobre las poblaciones vulnerables.

ODS 2: Hambre Cero
Promesa: Acabar con el hambre, lograr la seguridad alimentaria y promover la agricultura sostenible.

Realidad: Bajo el pretexto de la seguridad alimentaria, la Agenda 2030 impulsa la consolidación de la agricultura industrial y la biotecnología, favoreciendo a gigantes agroalimentarios como Monsanto o Bayer. Las “prácticas agrícolas sostenibles” suelen traducirse en regulaciones que restringen las semillas tradicionales y obligan a los pequeños agricultores a depender de insumos patentados. En países como India, estas políticas han llevado a crisis de endeudamiento y suicidios masivos entre campesinos. Además, la promoción de dietas “sostenibles” (como reducir el consumo de carne) ignora las necesidades nutricionales y culturales locales, imponiendo un modelo alimentario global que beneficia a corporaciones multinacionales.

ODS 3: Salud y Bienestar
Promesa: Garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos.

Realidad: La “cobertura sanitaria universal” promovida por este objetivo suena ideal, pero en la práctica implica sistemas de salud estatales o supranacionales que priorizan el control sobre la libertad individual. Durante la farsemia, vimos cómo organismos como la OMS, respaldados por la Agenda 2030, impulsaron medidas como pasaportes sanitarios y vacunaciones obligatorias, restringiendo derechos fundamentales. Las enfermedades son preocupaciones reales, pero el enfoque centralizado ignora soluciones locales y fomenta la dependencia de grandes farmacéuticas, que financian en parte la propia ONU.

ODS 4: Educación de Calidad
Promesa: Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad para todos.

Realidad: La educación “inclusiva” a menudo se traduce en currículos estandarizados que promueven ideologías globalistas, como la igualdad de género o el cambio climático, mientras marginan valores culturales y religiosos locales. En algunos países, esto ha llevado a la imposición de contenidos que sexualizan a los niños o cuestionan la autoridad parental. La UNESCO, encargada de implementar este ODS, ha sido criticada por su enfoque “progresista” que homogeneiza la educación, erosionando la diversidad cultural y preparando a las nuevas generaciones para aceptar un orden global sin cuestionarlo.

ODS 5: Igualdad de Género
Promesa: Lograr la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y niñas.

Realidad: Aunque la igualdad de oportunidades es un ideal compartido, este objetivo se usa para imponer políticas que desdibujan las diferencias biológicas y culturales entre hombres y mujeres. La promoción de la “equidad de género” a menudo incluye cuotas obligatorias y leyes que priorizan a un grupo sobre otro, generando división social. Además, la Agenda 2030 ha sido acusada de respaldar la sexualización temprana de menores bajo el disfraz de “educación sexual integral”, como se ha visto en programas de la ONU en América Latina y África. En lugar de empoderar, estas políticas someten a las sociedades a normas impuestas desde arriba.

ODS 6: Agua Limpia y Saneamiento
Promesa: Garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible.

Realidad: El control del agua, un recurso vital, está siendo transferido a manos de corporaciones y organismos internacionales bajo el pretexto de la “gestión sostenible”. En países como Bolivia, la privatización del agua en el pasado llevó a protestas masivas por el aumento de precios. La Agenda 2030, al promover asociaciones público-privadas, facilita que empresas multinacionales monopolicen este recurso, dejando a comunidades locales sin acceso asequible. Lo que se presenta como un derecho humano se convierte en una herramienta de control económico.

ODS 7: Energía Asequible y No Contaminante
Promesa: Garantizar el acceso a una energía asequible, segura y sostenible.

Realidad: La transición hacia energías renovables, aunque necesaria en teoría, se está utilizando para justificar regulaciones draconianas y la demonización de los combustibles fósiles, esenciales para muchas economías en desarrollo. En Europa, las políticas energéticas “verdes” han disparado los precios de la electricidad, afectando a los más pobres. Además, la producción de paneles solares y baterías depende de la explotación minera en países del Sur Global, perpetuando desigualdades y daños ambientales que la Agenda 2030 dice combatir. Este objetivo enriquece a las élites verdes mientras castiga a las clases trabajadoras.

ODS 8: Trabajo Decente y Crecimiento Económico
Promesa: Promover el empleo pleno, productivo y un trabajo decente para todos.

Realidad: La definición de “trabajo decente” es ambigua y a menudo se alinea con los intereses de grandes corporaciones y sindicatos globales, marginando a los trabajadores informales, que representan la mayoría en muchos países en desarrollo. El énfasis en el “crecimiento económico sostenible” ignora cómo las políticas de globalización han destruido economías locales en favor de multinacionales. Además, la automatización promovida bajo este ODS amenaza con desplazar a millones de trabajadores sin ofrecer alternativas reales, consolidando el poder económico en manos de unos pocos.

ODS 9: Industria, Innovación e Infraestructura
Promesa: Construir infraestructuras resilientes y promover la innovación.

Realidad: La “innovación” promovida aquí se centra en tecnologías como la inteligencia artificial y las ciudades inteligentes, que facilitan la vigilancia masiva y el control social. En China, las ciudades inteligentes ya monitorean a los ciudadanos mediante sistemas de crédito social, un modelo que podría exportarse bajo el paraguas de la Agenda 2030. Las infraestructuras “resilientes” a menudo se financian con deuda externa, atrapando a los países en ciclos de dependencia. Este objetivo no empodera a las naciones, sino que las somete a un tecno-totalitarismo global.

ODS 10: Reducción de las Desigualdades
Promesa: Reducir las desigualdades dentro y entre los países.

Realidad: Aunque la desigualdad es un problema real, las soluciones propuestas (como impuestos globales o migraciones masivas) erosionan la soberanía nacional y desestabilizan las economías locales. La “cooperación internacional” a menudo beneficia a los países ricos, que imponen condiciones a los más pobres. Además, la Agenda 2030 ignora cómo las propias políticas de globalización, respaldadas por la ONU, han ampliado la brecha entre ricos y pobres, enriqueciendo a las élites mientras las clases medias se empobrecen.

ODS 11: Ciudades y Comunidades Sostenibles
Promesa: Hacer que las ciudades sean inclusivas, seguras y sostenibles.

Realidad: Las “ciudades sostenibles” son un eufemismo para entornos hipercontrolados donde la vigilancia, las restricciones de movilidad (como las zonas de bajas emisiones) y la gentrificación desplazan a las comunidades tradicionales. En Europa, estas políticas han encarecido la vivienda y limitado el acceso a los centros urbanos para las clases trabajadoras. La Agenda 2030 promueve un urbanismo que prioriza el control estatal y corporativo sobre la libertad individual, transformando las ciudades en jaulas tecnológicas.

ODS 12: Producción y Consumo Responsables
Promesa: Garantizar patrones de consumo y producción sostenibles.

Realidad: Este objetivo impone regulaciones que castigan a los consumidores individuales (como impuestos al carbono) mientras las grandes corporaciones, responsables de la mayoría de la contaminación, apenas enfrentan restricciones. La “economía circular” suena atractiva, pero en la práctica implica limitar el acceso a bienes esenciales y promover la obsolescencia programada disfrazada de sostenibilidad. Los ciudadanos son culpabilizados por su “huella ecológica” mientras las élites mantienen estilos de vida opulentos.

ODS 13: Acción por el Clima
Promesa: Adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático.

Realidad: Con la excusa del cambio climático, la Agenda 2030 lo utiliza como pretexto para imponer políticas autoritarias, como restricciones energéticas y controles sobre la movilidad. Los impuestos al carbono y las regulaciones climáticas afectan desproporcionadamente a los más pobres, mientras los países ricos externalizan su contaminación a los más pobres. La narrativa climática también silencia el debate científico, estigmatizando a quienes cuestionan las soluciones propuestas, lo que apunta a un dogmatismo más político que científico.

ODS 14: Vida Submarina
Promesa: Conservar los océanos, mares y recursos marinos.

Realidad: Aunque la protección marina es crucial, las políticas de este ODS a menudo benefician a grandes pesqueras y corporaciones que explotan los océanos bajo el disfraz de la sostenibilidad. Las comunidades costeras, que dependen de la pesca artesanal, se enfrentan con regulaciones que las marginan, mientras las flotas industriales dominan los mares. La “gestión sostenible” suele ser una excusa para privatizar los recursos marinos, dejando a los pescadores locales en la miseria.

ODS 15: Vida de Ecosistemas Terrestres
Promesa: Proteger los ecosistemas terrestres y detener la pérdida de biodiversidad.

Realidad: Similar al ODS 14, este objetivo favorece a grandes ONG y corporaciones que controlan tierras bajo el pretexto de la conservación. En África, las comunidades indígenas han sido desplazadas de sus territorios ancestrales para crear “áreas protegidas” gestionadas por intereses extranjeros. La “lucha contra la deforestación” a menudo ignora las necesidades de los campesinos locales, que son criminalizados por prácticas tradicionales, mientras las industrias madereras siguen operando con impunidad.

ODS 16: Paz, Justicia e Instituciones Sólidas
Promesa: Promover sociedades pacíficas, inclusivas y justas.

Realidad: Este ODS es uno de los más insidiosos, ya que aboga por instituciones globales que socavan la soberanía nacional. La “lucha contra la corrupción” y la promoción de la “justicia” a menudo se traducen en tribunales internacionales que imponen normas extranjeras, como hemos visto con la Corte Penal Internacional. Además, la “paz” promovida incluye medidas de control social, como la censura de la “desinformación”, que restringe la libertad de expresión bajo el pretexto de combatir el odio.

ODS 17: Alianzas para los Objetivos
Promesa: Fortalecer los medios de implementación y revitalizar la alianza global.

Realidad: Este objetivo es la piedra angular del control globalista. Las “alianzas público-privadas” entregan el poder a corporaciones y organismos no electos, como el Foro Económico Mundial, que colabora estrechamente con la ONU. La “cooperación internacional” erosiona la soberanía al exigir que los países alineen sus políticas con las metas de la Agenda 2030, mientras la “movilización de recursos” implica una transferencia masiva de riqueza hacia élites globales. Este ODS no fomenta la colaboración, sino la sumisión a un orden mundial centralizado.

La Agenda 2030 no es un plan inocente para mejorar el mundo; es un proyecto cuidadosamente diseñado para consolidar el poder en manos de una élite global. Su lenguaje buenista —“sostenibilidad”, “inclusión”, “resiliencia”— oculta medidas que restringen libertades, imponen vigilancia y perpetúan desigualdades. Los ODS, lejos de ser objetivos independientes, forman un sistema interconectado que requiere control total sobre la economía, la sociedad y el medio ambiente. Como advirtió el analista Agustín Laje, la Agenda 2030 busca “una voluntad de control total” que impulsa cambios radicales sin el consentimiento de los pueblos.

Las críticas en redes sociales reflejan esta desconfianza: “La Agenda 2030 no es la protección del planeta. Es la privatización de todos los recursos naturales, control total, dependencia, sumisión y totalitarismo”. Aunque estas opiniones no son evidencia factual, capturan el creciente rechazo hacia un proyecto que muchos perciben como una amenaza a la libertad. La falta de rendición de cuentas de la ONU y sus socios corporativos, junto con la opacidad en la implementación de los ODS, refuerza estas sospechas.

 

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2 COMENTARIOS

  1. Yo le llamo agenda 20 mierda para todos esos que llevan el pin en la solapa y para todos los que la apoyan, la Agenda 2030 de la Mafia (OMU) es una agenda criminal creada para el nuevo orden mundial satánico en el que nos quieren imponer la religión de Lucifer pero tranquilos que algunos despiertos dicen que Satanás es bueno. La ONU y la OMS son las cabezas visibles del Nuevo Orden Mundial que ya comenzó en el 2021 cuando todos los payasos de todas las naciones nos hablaban de la nueva normalidad la Agenda 21 no es que empezara en el año 2021, se refiere al siglo 21 y es en donde viene lo de la farsa climática y la reducción de la población. Si reducimos la población nuestros hijos respirarán mejor eso dijo una masona satánica y progresista de los Estados Unidos.

  2. Los satánicos dueños del FMI saben que nos tienen teleestupidizados y pueden metérnosla floja sin que lo notemos. No somos Sapiens porque estamos mirando para otro lado mientras acaban con la Humanidad

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