El primer ministro del Reino Unido, Keir Starmer, ha anunciado un nuevo plan para «controlar» la inmigración y endurecer las normas de entrada al país, un movimiento que muchos consideran una reacción desesperada ante la crisis migratoria que él mismo, en parte, ayudó a exacerbar.
Este plan, presentado como parte de su «Plan para el Cambio», promete reducir la inmigración neta de manera significativa y restaurar el «sentido común» en las fronteras británicas reconociendo que el país se está convirtiendo en una “isla de extraños”: “Sin leyes estrictas, corremos el riesgo de convertirnos en una isla de extraños, no en una nación que avanza unida” aseguraba en un vídeo que él mismo ha compartido en su cuenta de X.
Sin embargo, este tardío reconocimiento de la magnitud del problema llega después de años de negligencia y decisiones políticas que han llevado a una situación insostenible. Además, el anuncio de Starmer viene dado porque la presión política ha aumentado significativamente debido al ascenso de Nigel Farage y su partido Reform UK, que ha capitalizado el descontento público con la inmigración descontrolada. Las recientes elecciones locales han sido un claro aviso y Starmer parece estar respondiendo no por convicción moral, sino por necesidad política. Esto levanta serias dudas sobre la autenticidad de su compromiso con la reforma migratoria. ¿Es realmente un cambio de dirección, o simplemente un intento de apaciguar a un electorado cada vez más frustrado?
El nuevo plan de Starmer incluye medidas como el aumento de los requisitos de idioma para los inmigrantes, la prohibición de reclutar trabajadores de cuidado desde el extranjero y la vinculación de las visas a inversiones en habilidades locales. Según el gobierno, estas políticas podrían reducir la inmigración en alrededor de 100.000 personas al año para 2029. Sin embargo, estas promesas suenan huecas cuando se considera que la inmigración neta alcanzó un récord de 906.000 en 2023, y que el propio Starmer ha sido parte del establishment político que permitió que esta cifra se descontrolara.

Pero lo irónico del caso no pasa desapercibido: el hombre que ahora promete «tomar el control» de las fronteras es el mismo que, durante su etapa como fiscal general (2008-2013), fue criticado por no actuar con la suficiente contundencia, a pesar de las alarmas, ante el escándalo de los gr00ming donde miles de niñas vulnerables fueron expl0tadas por redes organizadas, en ciudades como Rotherham, Rochdale y Telford, principalmente compuestas por hombres de origen paqu¡staní. Este fracaso no solo mancha su historial profesional, sino que también pone en duda su capacidad para abordar problemas de semejante índole.
Además, las críticas a Starmer no se limitan a la derecha política. Dentro de su propio partido, hay quienes lo acusan de adoptar una retórica divisiva. Este lenguaje, combinado con su historial pasado, sugiere que Starmer está más interesado en la percepción pública que en soluciones reales.
El plan de Starmer puede ser un primer paso, pero llega demasiado tarde. Existe un temor fundado de que este nuevo plan de inmigración sea más un ejercicio de relaciones públicas que un cambio real. Mientras tanto, las comunidades afectadas por la inmigración descontrolada y las bandas de explotac¡ón siguen esperando justicia. Además, la confianza en su liderazgo ya está erosionada, no solo por su manejo de la crisis migratoria, sino también por decisiones como la eliminación de pagos de combustible en invierno y la liberación temprana de prisioneros para aliviar la sobrepoblación carcelaria. Estas medidas han sido percibidas como desconectadas de las necesidades reales de los ciudadanos británicos, muchos de los cuales sienten que su país se está transformando ante sus ojos sin su consentimiento.
Es una mentira que están soltando para quitarle nicho de votos a la «ultraderecha», que como sabemos somos en la aplastante mayoría la gente sin retraso mental y sin haber sido abducidos por la programación mental para el aborregamiento autoexterminante.
Este tío ha detenido y encarcelado a gente por hacer observaciones elementales sobre el aberrante etnocidio «multicultural» y la criminalidad desbocada que lleva aparejada, que no es sino el mayor engaño dentro de la montaña de engaños de los globalistas, a los que este alubio supremacista y psicópata pertenece, y encubrió la tortura, violación y asesinato de niñas británicas, que le importan un bledo. Así que MIENTE, y no va a hacer nada, entre otras cosas porque ya no se puede, no desde el paripé «socialdemócrata».
Bravo…