jueves, mayo 8, 2025

Delincuentes

Según la psicología criminalística existe una serie de modelos que explican el comportamiento de los delincuentes y que pueden permitir incluso predecir lo que hará en un futuro. Estos sujetos siguen procesos regulares muy cerrados y periódicos, de los que no puede escapar, como un maniático obsesivo que no sabe cómo evitar un ritual mental y un modo de alivio de algo que produce incomodidad o enfrentamiento a los hechos, tal como son, algo que el delincuente no se atreve, so pena de ser descubierto en su mezquindad moral y personal, frente al resto del mundo, hasta verse desnudo y desprotegido.

Lo lamentable de estos sujetos es su capacidad de superar sus problemas personales, de aceptarlos, de repararlos y mucho menos de asumir las consecuencias de sus acciones en los demás, lo cual excluye pedir disculpas. Un delincuente no reconocerá nunca que ha cometido un delito y si es así, tratará de taparlo como sea, sobre todo si su inteligencia le permite darse cuenta de ello, aunque lo haga con mucho retraso.

Los estudios revelan datos muy significativos. El asesino presenta total ausencia de autoestima con respecto a sus víctimas y las causas de sus acciones son muy variadas en sus motivaciones. En el caso de que no sea la venganza, puede ser incluso que dichas personas son innecesarias para sus planes personales a futuro. Es muy propio de las personas narcisistas considerar que los demás están ahí para cubrir necesidades, incluso emocionales y psicológicas de compensación por falta de autoestima, siendo el sujeto víctima simplemente un suplemento de energía. De este modo, cuando deja de ser útil, prescinde lisa y llanamente, eso sí, esperando que no le fastidie en sus objetivos. En caso contrario optará por eliminarlo de cualquier modo, aunque sea muy silencioso, para que no continúe delatándolo. Es esa falta de empatía un punto y aparte en todo este análisis pues es una incapacidad, una laguna o respuesta que no se da en estos sujetos por razones que se desconocen, bien sean genéticas o debidas a la educación del entorno en la infancia. Éste hecho complica el uso de las correctas habilidades sociales que todos debemos de aprender para considerarnos humanos, lo que las convierte en forzadas y sobre todo marcadamente histriónicas y falsas. A este sujeto sólo le importa él mismo. No nos engañemos y tampoco permitamos que nos diga lo contrario.

El perfil del terrorista se centra más en el plano ideológico. Su tendencia al extremismo, a la defensa de ideas llenas de sesgos y falsedades, con graves carencias de fundamentos lógicos que pudiesen permitir su sostenibilidad sin el uso de la censura, el engaño, la amenaza o el miedo por si dices lo que les incomoda es el signo de que estos sujetos defienden tales ideas hasta la muerte y que son capaces de cometer cualquier tropelía o barbaridad con el fin de demostrar al mundo que están en lo cierto. El mero cuestionamiento genera la suspicacia y respuestas violentas directas o indirectas, de modo que el sujeto es capaz incluso, tras la frustración sufrida, de generar todo un plan de venganza contra aquél que osó dejarlo en el más absoluto ridículo intelectual, y digo intelectual porque estos sujetos piensan que sus ideas sus brillantes y muy buenas para todo el mundo, llegando incluso a pensar que son quiénes van a librar al planeta del desastre, siendo que son personas indispensables, cuando en realidad son un auténtico problema para la humanidad en su devenir, sobre todo si ocupan altos puestos de poder y toman decisiones sin consultarnos. Consideran que eso de por sí ya es una ofensa personal.

Por otra parte, los problemas de baja autoestima que se disfrazan con actitudes de arrogancia y de orgullo, incluso de chulería, son propios de las personas que maltratan a los demás. El fin es dejar siempre muy claro que ellos son superiores al resto de los mortales, para que nosotros, las aparentes víctimas, nos sintamos inferiores y aceptemos todo lo que nos digan sin rechistas y sin cuestionar lo que nos quieran decir para sentirnos aún más miserables de lo que nos hacen ver qué somos. No entienden la igualdad, el hecho de todos tenemos los mismos derechos y las mismas obligaciones, alterando la ecuación de modo que ellos se quedan con lo primero y nosotros con lo segundo, el duro esfuerzo, para que ellos disfruten a lo grande a nuestra costa.  Consideran, además, que estamos obligados a satisfacer todos sus caprichos, aunque no los conozcamos y es su obligación, o así lo creen, recordarnos como niños cuando no les estamos satisfaciendo correctamente. De lograr este objetivo, el maltratador se convierte en un sátrapa, en un dictador y un tirano de peligro inconmensurable.

La falta de autoestima es lo que reside en todo este patrón conductual. El sujeto no se valora, se siente eternamente frustrado y cree que nunca llega a su meta, por lo que lucha de manera encarnizada hacia momentos de placer que le duran sólo segundos de grandilocuencia y muchos aplausos y admiración que logran compensar como una droga letal. Pero cuando llega el peor momento, aquél que es inevitable y obliga al sujeto estar solo consigo mismo (nadie se libra de eso), entra en estados de pánico pues siente la fuerza incómoda de sus conflictos inconscientes más profundos, traumas y otros episodios no superados, así como cólera, frustración y odio, el mismo que le empuja a hacer daño a quienes lo rodean, sin importar si los conoce o no. Por lo tanto, todas las cualidades intelectuales de las que presuma son falsas o simplemente superficiales o inútiles en el mundo real y, lo más peligroso, el sentido lógico se pierde, tomándose las decisiones partiendo de patrones de huida y de cobardía. Este tipo de sujeto nunca va a ser valiente, sino un auténtico cobarde que va perdiendo inteligencia, salvo para maquinar el mal a quien que lo merece, de acuerdo con la satisfacción de sus necesidades más urgentes (todas), las cuales han de ser cubiertas por otros de manera inmediata casi por derecho divino.

Lo peligroso de este modo es la relación entre este modelo y lo que se observa todos los días en las personas que gobiernan. Hacer una comparación entre éste y la realidad, el reguero de fallecidos que deja la desidia de quienes deben gestionar el estado de manera correcta, el daño a la economía o incluso sus mismos discursos chulescos y despectivos en el congreso de diputados todos los días, llenos de cinismo retorcido cuando les tocan las narices son excelentes ejemplos de que los hechos nos ponen los pelos de punta.

¿Estamos gobernados por delincuentes? ¿Y cuántos de ellos se pueden considerar ya delincuentes en serie, siguiendo la psicología criminalística?

 

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