Por Alfonso de la Vega
Tengo un amigo antropólogo, gran apasionado de la Ciencia, que está convencido de haber descubierto el eslabón perdido entre el australopithecus farensis y el pithecanthropus erectus. Sin embargo, no le termina de cuadrar el hábitat, por lo que aún no se ha decidido a publicar sus hallazgos. No se encontraba en yacimientos arqueológicos como el famoso Atapuerca o similares. En vez de cuevas más o menos lóbregas para resguardarse de la intemperie o de posibles depredadores o merodeadores el individuo en cuestión no está claro a qué se dedicaba pero al parecer se desempeñaba entre el mundo más apacible de las moquetas, los mullidos sofás, felizmente rodeado de jesicas y sobrinas. La quijada prominente característica del ejemplar hallado pudiera resultar una regresión evolutiva.
Pruebas de ADN y carbono 14 realizadas indican la pulsión de estas voraces y primitivas gentes por un profundo sentido tribal, incluso de ávido nepotismo en sus salvajes actividades cinegéticas o de rapiña.
Ahora bien, de no tratarse la cosa desde el punto de vista científico, acaso se pudiera crear algo artístico sin perder su condición didáctica. Igual que en tiempos de la oprobiosa se realizó una famosa película llamada Los jueves milagro, para glosar determinados sucesos presuntamente sobrenaturales pero que en realidad eran resultado de la granjería de las fuerzas vivas del pueblo, bien pudiera hacerse otra con título similar Los lunes quietos y a oscuras donde poner en valor el eslabón perdido felizmente reencontrado o si tampoco se pudiese, al menos aprovechar el nutrido santoral socialista como elenco de la farsa con guión improvisado. A falta de un genial Berlanga el demiurgo socialista está resultando un poco torpe y además últimamente todo lo hace al revés. Si sale con barba, san Pablo y si no, santa Begoña.
Nota Buena.
Los socialistas insisten muy dignos y ofendidos en que el cable de cobre del AVE no lo han robado ellos como asegura la opinión pública más escarmentada.