En medio de una crisis de salud pública marcada por el aumento de obesidad, diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares, un grupo de investigadores y profesionales médicos propone un cambio radical en la forma en que los estadounidenses abordan su alimentación. En un estudio publicado el 10 de abril de 2025 en la revista Nutrients, liderado por la periodista científica Nina Teicholz, se presenta una pirámide alimentaria baja en carbohidratos diseñada específicamente para el 88% de los adultos estadounidenses con trastornos metabólicos.
Lanzada en 1992 por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), la pirámide alimentaria original promovía una dieta rica en carbohidratos, con cereales como pan, pasta y arroz como base principal. Las frutas y verduras ocupaban el siguiente nivel, mientras que las grasas, aceites y dulces quedaban relegados a la cúspide, para consumirse con moderación. Su objetivo era orientar a los estadounidenses hacia una alimentación saludable, pero muchos expertos ahora argumentan que contribuyó al aumento de las enfermedades crónicas que buscaba prevenir. En 2011, la USDA reemplazó la pirámide por MiPlato, un esquema visual que divide un plato en porciones para cereales, proteínas, frutas, verduras y lácteos, pero la mentalidad de priorizar carbohidratos persiste.
Teicholz y sus 24 coautores, entre ellos médicos, dietistas e investigadores metabólicos, sostienen que este enfoque centrado en carbohidratos es obsoleto y potencialmente dañino. Señalan el aumento de la obesidad (42% de los adultos), la diabetes tipo 2 (13% de los adultos) y el síndrome metabólico, que afecta a casi 9 de cada 10 estadounidenses en algún grado. “Las guías de la USDA se basaron en ciencia débil”, afirmó Teicholz en una entrevista con The Epoch Times. “No hay ensayos clínicos que demuestren que las dietas altas en carbohidratos previenen enfermedades crónicas”. Por el contrario, los autores argumentan que el exceso de carbohidratos alimenta la resistencia a la insulina, el aumento de peso y la inflamación, factores clave en los trastornos metabólicos.
La nueva pirámide alimentaria baja en carbohidratos invierte completamente el modelo tradicional. En su base se encuentran alimentos densos en nutrientes que alguna vez fueron estigmatizados: carnes, huevos, lácteos enteros y grasas saludables como el aceite de oliva, el aguacate y la mantequilla. En el nivel intermedio están las verduras sin almidón (como espinacas y brócoli) y frutas bajas en azúcar (como bayas), que aportan fibra y micronutrientes. En la cúspide, para consumir con moderación, se encuentran las verduras con almidón (como patatas), frutas con más azúcar (como plátanos) y frutos secos. Los cereales, el arroz, las legumbres y los azúcares añadidos quedan completamente excluidos, desafiando las bases de las recomendaciones de la USDA.
Este modelo es bajo en carbohidratos y cetogénico, limitando la ingesta de carbohidratos a 20-50 gramos diarios para inducir la cetosis, un estado metabólico en el que el cuerpo quema grasa en lugar de glucosa. Según la Asociación Americana del Corazón, estas dietas pueden superar a las dietas moderadas en carbohidratos en la reducción de hemoglobina A1c (un marcador de control glucémico), la pérdida de peso y la disminución de la dependencia de medicamentos para la diabetes. “La biología es clara”, explicó el Dr. Anthony Chaffee, experto en medicina nutricional y coautor, en un correo a The Epoch Times. “Reducir los carbohidratos cambia el metabolismo hacia la quema de grasa, aumenta la saciedad y estabiliza el azúcar en sangre”.
Los defensores de la pirámide destacan que proporciona todos los nutrientes esenciales, a menudo en formas más biodisponibles que los cereales fortificados. Por ejemplo, la carne y los lácteos ofrecen proteínas de alta calidad, vitaminas B y hierro, mientras que las grasas aportan energía y apoyan la producción hormonal. Además, el cuerpo puede generar glucosa mediante gluconeogénesis, lo que elimina la necesidad de carbohidratos dietéticos en la mayoría de los casos.
Aunque la pirámide baja en carbohidratos parece innovadora, sus principios tienen raíces históricas profundas. Desde finales del siglo XVIII, las dietas bajas en carbohidratos y cetogénicas se han utilizado para tratar condiciones como epilepsia, diabetes tipo 1 y casos tempranos de diabetes tipo 2, a menudo sin necesidad de medicamentos. En la década de 1920, la dieta cetogénica se convirtió en un tratamiento estándar para la epilepsia pediátrica, reduciendo convulsiones al imitar los efectos metabólicos del ayuno. Estudios recientes, citados en el artículo de Nutrients, muestran que las dietas bajas en carbohidratos pueden revertir la diabetes tipo 2 en algunos pacientes, mejorar marcadores cardiovasculares y reducir la inflamación.
Australia, por ejemplo, ha reconocido recientemente las dietas cetogénicas como “mejor práctica” para el manejo de la diabetes tipo 2, lo que refleja un cambio global en la percepción. “La evidencia es abrumadora”, afirmó Chaffee. “Pero ha sido opacada por intereses comerciales y dogmas obsoletos”. Según él, las dietas bajas en carbohidratos carecen del respaldo financiero de los gigantes de los alimentos procesados, que obtienen ganancias de productos baratos y ricos en carbohidratos, como cereales y snacks.
No todos están de acuerdo con el enfoque universal de la pirámide baja en carbohidratos. Marion Nestle, nutricionista y profesora emérita de la Universidad de Nueva York, reconoce la evidencia que respalda estas dietas para enfermedades metabólicas, pero advierte contra su aplicación generalizada. “Esta pirámide está dirigida a personas con condiciones específicas”, dijo a The Epoch Times. “Para individuos sanos, reemplazar alimentos de origen animal con opciones vegetales sigue siendo una estrategia sólida”. Nestle teme que la pirámide pueda malinterpretarse como un consejo universal, marginando cereales y legumbres ricos en fibra que benefician la salud intestinal.
El Dr. David Leaf, investigador en nutrición, comparte esta preocupación. “Una sola pirámide intenta encasillar a todos”, afirmó. “Prefiero guías que ofrezcan múltiples opciones—baja en carbohidratos, vegana, mediterránea—según las necesidades individuales”. Los críticos también señalan que los datos a largo plazo sobre dietas cetogénicas son limitados, con algunos estudios sugiriendo riesgos como deficiencias nutricionales o aumento del colesterol LDL en ciertos casos. El impacto ambiental de dietas ricas en carne es otro punto de debate, aunque los autores de la pirámide argumentan que la agricultura regenerativa puede mitigar este problema.
El debate plantea una pregunta más amplia: ¿Deberían las guías dietéticas priorizar a la mayoría metabólicamente enferma o apuntar a una población general saludable? Con un 60% de los adultos estadounidenses padeciendo al menos una enfermedad crónica, según datos de los CDC, los defensores de la dieta baja en carbohidratos argumentan que el enfoque actual ha fracasado. Sin embargo, las guías dietéticas de la USDA para 2025, actualmente en revisión bajo la supervisión del secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., enfrentan el desafío de equilibrar inclusividad y especificidad.
Los debates en plataformas como X y en medios especializados reflejan una creciente frustración pública con las recomendaciones nutricionales tradicionales. En X, muchos usuarios expresan desconfianza hacia la USDA, señalando conflictos de interés, como la influencia de la industria alimentaria, como barreras al cambio. “La vieja pirámide promovía cereales y refrescos”, escribió un usuario. “No es de extrañar que estemos enfermos”. Otros comparten historias personales de éxito con dietas bajas en carbohidratos, destacando pérdida de peso y remisión de diabetes.
Investigaciones recientes respaldan el marco de la pirámide. Un estudio de 2024 en The BMJ vinculó los alimentos ultraprocesados—ricos en carbohidratos—a un aumento del 50% en la mortalidad cardiovascular y del 12% en el riesgo de diabetes. Por su parte, un informe de 2025 de la Clínica Cleveland encontró que las dietas cetogénicas mejoraron los resultados de salud mental en pacientes con depresión, sugiriendo beneficios más allá de lo físico. Estos hallazgos refuerzan el énfasis de la pirámide en alimentos enteros y no procesados.
Sin embargo, persisten desafíos prácticos. Las dietas bajas en carbohidratos pueden ser costosas, ya que requieren acceso a carnes y vegetales de calidad. Los desiertos alimentarios, donde vive el 13% de los estadounidenses, limitan las opciones para muchos. Teicholz reconoce este problema, pero aboga por cambios políticos, como subsidios para alimentos más saludables. “No se trata solo de la dieta”, dijo. “Es sobre reformar un sistema que lucra con la enfermedad”.
La diea originaria se basaba en alimentos ecológicos. La dieta actual se basa en alimentos transgénicos y ultra procesados que contienen numerosos elementos nocivos y son controlqados por la genocida minoría talmúdica