martes, abril 22, 2025
InicioCulturaOficio de tinieblas

Oficio de tinieblas

Por Alfonso de la Vega

Ciertos rituales de importante carga simbólica nos ayudan a sobrellevar lo cotidiano.  Los rituales son símbolos en acción y en algunos casos permiten iluminar la conciencia. En la concatedral de Santa María de Cáceres tuve el honor de asistir al oficio de tinieblas al finalizar el sábado santo y luego a la misa ya durante la madrugada del domingo de Resurrección. Como es sabido, la liturgia del oficio de tinieblas comienza en Poniente en gran oscuridad hasta que se prende el cirio pascual que a su vez va transmitiendo su luz a las velas de los fieles asistentes. La puerta occidental o de poniente suele recibir el nombre de puerta del Perdón. El oficiante se traslada luego a Oriente junto al altar mayor. Y en los primeros momentos del domingo toda la iglesia se ilumina resplandeciente. Las campanas repican para anunciar la buena nueva y el órgano lanza sus vibraciones musicales colmando el espacio sagrado. 

En los momentos de quietud y silencio me vienen a la mente varios pensamientos. Dicen los hindúes que hoy nos encontraríamos en pleno Kali Yuga o Edad de la Sombras. Aquí en Europa y en España las tinieblas parecen inundar todo cegando la visión física, intelectual y espiritual. Es el Poder contra el Pueblo. Y una forma muy utilizada como instrumento del Poder, de esas tinieblas de carácter muy denso es el fanatismo. 

El fanatismo es un extravío moral, una lacra, una pasión que hace imponer lo propio, lo que se considera mejor incluso contra toda evidencia sin respeto alguno a las opiniones o criterios de los demás. Un vicio personal de gente poco adelantada en el mundo espiritual que no deja lugar a la libertad, recurriendo si res preciso a la violencia. Pero se fortalece con las sectas destructivas y florece como mala hierba ponzoñosa en algunos lugares y momentos de la Historia. Ejemplos existen muchos, y el lector recordará varios de grandes consecuencias como las quemas premeditadas de la Biblioteca de Alejandría por cristianos fanatizados y luego por musulmanes. O la revuelta iconoclasta. O la revolución cultural de la China comunista. O la Camboya de Khemeres rojos auxiliados por su rey cómplice o títere. Recientemente la destrucción de la representaciones monumentales de Buda en Bamiyán en el Afganistán talibanesco. 

Aquí en España este salvajismo fanático se había producido en zona marxista durante la guerra civil con el asesinato de miles de católicos indefensos y el robo o destrucción de valiosos objetos de arte o de culto. Y ahora los socialistas en el poder vuelven a las andadas mostrándose una vez más como agentes del odio, del resentimiento social, de la envidia, de la devastación, de ese fanatismo que arrasa lo que no se puede apropiar.  Pero la sacrílega profanación de un templo católico y de un lugar sagrado dedicado a la reconciliación como es el del Valle de los Caídos más parecería obra de los talibanes afganos que del gobierno de una nación occidental cristiana desde hace casi dos milenios. Tanto en el Budismo Mahayana como en el Cristianismo existen figuras o arquetipos de Compasión. Con ellos quieren acabar los fanáticos.

Tal profanación constituye una vergüenza nacional espantosa no solo para los cobardes sacrílegos sino para todas las diferentes autoridades que lo consienten cuando está en su mano evitarlo. Puestos de honor en esta infamia talibanesca cómplice tienen las autoridades eclesiásticas tanto vaticanas como españolas. Con antecedentes tremendos la premeditada profanación de la de la basílica consagrada por el Papa Juan XIII además de traición revela su felonía, su incoherencia, su doblez si es que no están chantajeados o sobornados. Ahora, el satanismo insaciable del gobierno de la Corona va a por todas y pretende tergiversar el espacio sagrado para sus fines de devastación espiritual y moral.

Curiosa e incoherente la petición del oficiante por las autoridades civiles y eclesiásticas paradójicamente responsables por acción u omisión de tantos males y tribulaciones como padecemos. No, no ruega por su conversión, porque abandonen el mundo tenebroso sino piden a los fieles que oren por ellos incluso con la intersección del santoral correspondiente. Una incoherencia incomprensible lo de seguir alabando y protegiendo a unas instituciones que en estos tiempos oscuros estarían traicionado su misión o razón de ser. 

Por lo que vemos ni el Vaticano, ni la Iglesia española, ni menos la Corona están haciendo nada para evitar la profanación. Si la basílica fue consagrada por Juan XIII, el Vaticano había condecorado en 1954 a Franco con su máximo galardón: el gran collar de la Orden Suprema de Cristo, que le concedió el Papa Pío XII y que le impuso en el Palacio de El Pardo el entonces nuncio en España, monseñor Antoniutti. De modo que lo que entonces mereciera honor y premio ahora con una volubilidad que recuerda a cierto personaje del Apocalipsis es motivo de condena y oprobio. La credibilidad y honorabilidad de la Institución no puede haber caído más bajo.  

En la nave principal de la cripta excavada en la montaña hasta el altar mayor en cuyo frontal anterior se representa un bajorrelieve con el Santo Entierro.  También se disponen ocho tapices con representaciones del Apocalipsis de San Juan. Nada más oportuno ni conveniente para ilustrar el tremendo combate entre el Bien y el Mal que ahora se está manteniendo en el Reino de España y del que es ejemplo la humillación que supone la exhumación sino profanación de tumbas de personas enterradas allí por decisión personal del hoy también denostado y ninguneado por su hijo, rey don Juan Carlos.

Oportuno sentido simbólico el de recordar el Apocalipsis que ya se diera en su momento y no por casualidad. El primer tapiz expresa los siete ángeles de las siete iglesias de Asia que algunas tradiciones asocian a los siete chacras o centros espirituales cuya apertura en el hombre le permiten la revelación. El segundo el comienzo del Juicio Final. El tercero la destrucción de la humanidad por medio de las plagas y la adoración del Cordero. El cuarto representa la historia de los visionarios Enoc y Elías. El quinto el combate entre San Miguel con sus ángeles y los demonios que tratan de atacar a la mujer vestida de Sol, nuestra Señora. El sexto expone el triunfo del Evangelio. El séptimo simboliza las bodas del Cordero y no puede ser más descriptivo. La meretriz que representa a Babilonia cabalga sobre el dragón de las siete cabezas ofrece un cáliz de sangre, símbolo de las abominaciones y tiene a sus píes a los reyes como embriagados por el vino de su propia torpeza. Por último, el octavo tapiz muestra al ejército de Cristo cabalgando caballos blancos combatir al dragón de las potencias del averno.  Tras haberlo vencido encadenan al dragón. La ciudad santa es recuperada para el Bien. Los ángeles custodian sus puertas y los justos adoran la visión.

Según esta Revelación sagrada debemos esperar que, pese a todo, el Mal será vencido y no prevalecerá. Esa es la base de toda civilización digna del tal nombre, la prevalencia del Espíritu sobre la Materia.

Cerca de los tapices, más al oriente junto al Altar mayor los cuatro arcángeles parecen aguardar el cumplimiento de esta esperanza.  Sí, se muestran cuatro: además de los tres habituales, Gabriel el que anuncia, Rafael el peregrino, o Miguel el combatiente, se presenta un cuarto que aparece en los apócrifos. Quizás sea Uriel, el Fuego de dios, o, de no ser una rara concesión al primitivo rito mozárabe hispánico, más probablemente Azrael o Yezrael. Tendría así un carácter de agente psicopompo. Se trataría en ese caso del agente que presenta a los difuntos ante Dios y por tanto coherente con el simbolismo espiritual de reconciliación en lo sagrado del propio conjunto monumental de Cuelgamuros presidido por la Gran Cruz.

Pero parece que la cruz importante para ciertos personajes encaramados en la cucaña episcopal sea la de la declaración de Hacienda, que no la del Salvador. La memoria y los restos mortales del generoso benefactor de la Iglesia y de los Borbones han sido ultrajados y humillados por el tenebroso gobierno de Su Majestad sin que el titular y beneficiario de la Monarquía por instaurada por Franco haya movido un dedo para defender su memoria. 

Tampoco la pretendida oposición que se suma al pecaminoso más que virtuoso Régimen borbónico del 78. Especialmente bochornoso es el papelón de la actual banda colaboracionista de Feijoo, constituida con los escombros de la organización irónicamente fundada por siete prohombres del franquismo. 

La ceremonia del oficio de tinieblas también presenta un ritual de triple inmersión de la base del cirio pascual encendido en un recipiente con agua. Fuego y agua, una ceremonia con ciertas reminiscencias vedas. Es un ritual de iniciación que nos muestra que nunca debemos abandonar la esperanza. Cuando las mujeres se acercaron a la tumba encontraron el sepulcro vacío. Un hecho cuya explicación puede admitir varias hipótesis. Pero la paradoja del sepulcro vacío nos muestra que la esperanza puede moverse a nuestros corazones. Conmovernos y llevarnos a comprender que pese a todo el Mal será vencido y no prevalecerá. 

Posdata.

Hablando de tinieblas y de que no prevalecerán, se acaba de conocer la noticia del fallecimiento de Bergoglio. Sobre el asunto concreto del comentario puede suponer un cambio favorable contra la profanación del recinto sagrado. Y en general motivo de esperanza para la Iglesia en estos momentos tenebrosos de devastación programada. 

 

EsDiestro
Es Diestro. Opinión en Libertad
Artículo relacionados

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Entradas recientes