miércoles, abril 2, 2025
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Maniqueísmo, cátaros, cábala y masonería: contra la divinidad de Jesús de Nazaret

Continuamos con el desarrollo del artículo anterior Gnosticismo y masonería: el humo de Satanás en la Iglesia desde sus inicios. El maniqueísmo fue la herejía más radical de los primeros siglos. El nombre de esta secta se debe a su fundador Mani, que vivió en el siglo III d. C.  Su doctrina era una fusión de cristianismo gnóstico y de elementos zoroástricos y mitraicos. Los maniqueos creían que el mundo está regido por dos principios, el bien y el mal, representados por Ormuz (la luz) y Ahriman (las tinieblas). Zoroastro sería el creador de todo lo bueno. Esta idea de la dualidad fue el origen de herejías como el priscilianismo y el catarismo.

Los cátaros, considerados a sí mismos espíritus puros –de ahí su nombre—eran defensores de la eutanasia activa. Practicaban un ritual suicida denominado “endura”. Para ello tenían que pasar cuatro años viviendo en una cueva en condiciones infrahumanas para alcanzar la purificación. Después, tras recibir el consolamentum, una especie de bautismo de fuego que era el marchamo para la muerte, se tumbaban en el suelo y se dejaban morir de inanición. Esta secta es conocida también con el nombre de “albigenses” porque resurgieron en la región francesa de Albi en el siglo XII. Inocencio III declaró el catarismo como herejía y hubo contra ellos una sangrienta cruzada.

El tema cátaro es muy apreciado por los ocultistas, sobre todo, después de que los nazis, recopiladores de todas las herejías y cultos esotérico-paganos, con sus rituales correspondientes y símbolos, acogieran algunos de los postulados de Mani, y por extensión, del catarismo. Fue en las filas del nazismo donde, sin ninguna base histórica, se creó el mito de “Mani crucificado” con el fin de ofrecer una alternativa a Cristo, que no tuviera origen judío. Hitler atrajo al nacionalsocialismo a expertos en diversas ramas del ocultismo. A Otto Rhan, que moriría suicidado por el método de la endura cátara en las cuevas de Usssat-Omolac a los 35 años, lo envió a Rennes le Château, en plena zona cátara, a buscar el Santo Grial.

La masonería recogió más tarde las tradiciones esotérico-religiosas y a través de alguna de sus logias, en concreto la transalpina, han elaborado una jugosa propaganda en contra de la divinidad de Cristo. De ahí, en concreto de un organismo llamado Priorato de Sión parte la falsa documentación que sirvió de inspiración a los libros El enigma sagrado, Jesús o el secreto mortal de los Templarios o el horrendo Código da Vinci. Más allá de lo que comercialmente supone un bestseller para una editorial, hay una intencionalidad en la publicación de estos libros: confundir y hacer dudar a los tibios católicos con escaso conocimiento y, por tanto, fáciles de convencer, además de afianzar en su error a quienes desconocen o no pertenecen al catolicismo.

La Cábala o Qabbalah

La cábala es un corpus de teorías que, según sus seguidores, constituye la auténtica verdad del Antiguo Testamento expresada a través de símbolos y alegorías. Fue creada en el siglo XII, pero sus adeptos pretenden que fue transmitida a los iniciados por los patriarcas y profetas desde la creación del mundo. Según los cabalistas, solo ellos pueden estar en posesión de la verdad y conocer todos los misterios de Dios. Sus libros principales son el Libro de la Creación y el Zóhar, llamado también Biblia de los cabalistas.

Su sistema cosmogónico se compone de un Dios Arquitecto del Universo que se manifiesta a través de diez potencias o sephirot. Una de estas potencias sería el Demiurgo, el Abraxas de los gnósticos, creador del mal. Los cabalistas creen que el alma existe antes del nacimiento y que vuelve a Dios a través de las reencarnaciones sucesivas. No creen en Cristo ni en la redención. En cuanto a la salvación, sostienen que solo se consigue a través del conocimiento, es decir, de sus enseñanzas esotéricas a los que tienen acceso solo los elegidos. Como muchas sectas actuales derivadas de ella, creen que el Mesías vendrá al fin de los tiempos. El símbolo de la Cábala es el Diagrama de Sephirot o de los Atributos divinos, utilizado también por la masonería y otros grupos satánicos y luciferinos.

El protestantismo: Lutero y Calvino

En el siglo XV tuvo lugar la herejía protestante de la mano de Martín Lutero, un monje desequilibrado que recibió el apoyo económico de los poderosos y príncipes alemanes que luchaban contra el poder de Roma.

Lutero, como buen seguidor de la ideología gnóstica, se oponía a la doctrina del libre albedrío que predica la Iglesia, según la cual todos los hombres pueden salvarse. Lutero afirmaba que el hombre nacía ya predestinado y que la salvación no dependía de sus acciones sino de la voluntad divina. Eliminó varios sacramentos y la creencia en la infalibilidad pontificia. La herejía fue condenada en el concilio de Trento. Algunos de sus escritos sobre los judíos hacen sonrojarnos y ponen de manifiesto su fundamentalismo. Consideraba necesario y un bien social quemar las sinagogas y sus libros de oración, prohibir a sus rabinos predicar, confiscar sus bienes, condenarlos a trabajos forzados o expulsarlos e incluso asesinarlos. La Alemania del Tercer Reich, cuatro siglos después, cumplió a rajatabla la receta del monje agustino.

Su sucesor, Calvino, fue aún más fanático. Asentó las tesis de Lutero sobre la predestinación, pero fue más restrictivo en cuanto a usos y costumbres. Prohibió el teatro, el baile, las celebraciones, el alcohol, los bares, las joyas, los adornos y la ropa llamativa. El adulterio y la prostitución se castigaban con pena de muerte. Calvino convirtió Ginebra en un estado teocrático donde imperaba el terror. Contrariamente a Lutero, defendió a los judíos lo que propició su buena relación con los banqueros para luchar contra la Iglesia. Favoreció los préstamos con interés a los que le habían financiado creando así el embrión del sistema capitalista. Eso dice Max Weber en su libro La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Guillermo Buhigas en su obra Los Protocolos afirma que tiene razón el sociólogo, pero al revés: que fueron los ricachones iluministas quienes impulsaron una nueva religión que beneficiase sus planes de manipulación y sumisión. Porque esta religión, de la que derivaron mil sectas, arraigó sobre todo en el campesinado y en las clases bajas, y así sigue siendo en la actualidad.

La masonería

Durante la Edad Media los constructores de catedrales, denominados “free mason” en inglés, y “franc maçon” en francés, se reunían en logias, especie de galerías exteriores anejas a la construcción principal y así se fueron creando las diferentes hermandades. Algunos historiadores sostienen que los constructores de la catedral de Estrasburgo fueron los primeros que adoptaron el nombre de francmasones. Sin embargo, no existe ningún documento que lo corrobore. El origen de la masonería se basa únicamente en mitos. La tradición la hace descender de Hiram Abiff, uno de los maestros constructores del templo de Salomón. Es una figura muy estimada por los masones, aunque en un aspecto más simbólico que histórico.

El origen de su implantación en Inglaterra está basado en la Carta de York, escrita en el año 925, atribuida al príncipe Edwin, que alude a su fundación en la ciudad inglesa en el siglo I antes de nuestra era por las legiones romanas, que la habría transformado en el centro de las hermandades. Pero esto es solo una leyenda. El primer documento conocido es el Manuscrito Regius, escrito en 1390 en inglés antiguo que explica el recorrido de esta secta desde la Torre de Babel hasta su introducción en Inglaterra. Entre sus fantasías sostienen que Moisés y Noé fueron masones y así lo afirma el propio Libro de las Constituciones de Anderson, de 1723 –de lo que nos ocuparemos enseguida—, que condensa la doctrina de la masonería moderna.

En el siglo XVIII, extinguida ya la logia de Estrasburgo toma cuerpo en Londres la masonería simbólica o especulativa que, salvo el nombre, nada tenía que ver con las fraternidades gremiales, aunque sí tomó de las diferentes ideologías gnósticas la concepción de la dualidad, el corpus mitológico, legendario y simbólico, más otras leyendas medievales relacionadas con los rosacruces y los templarios, todo ello enmarcado en el periodo histórico de las Cruzadas. Que esto fuera así tampoco se sostiene históricamente, pero es que en la masonería no existe historia, sino mito e invenciones creadas para demostrar que son los transmisores de la verdad única. (Los Templarios siempre estuvieron rodeados de una aureola de misterio y leyenda. Sin ninguna base se les considera poseedores de conocimientos ocultos traídos de oriente, idea fomentada por los enemigos de la Iglesia. Esta fue culpada injustamente de la condena a muerte en la hoguera del último maestre del Temple, Jacques de Molay, tal como demuestra el documento denominado Pergamino de Chinon, de 1312. Este documento era un borrador y nunca se promulgó. Jamás existió validación jurídico-canónica de este texto. Por tanto, el papa Clemente V no tuvo nada que ver en la condena a la hoguera de Jacques de Molay. El Vaticano publicó un documento en el 2007 que incluye las actas del Processus contra Templarios. Se puede acceder a la información a través de internet en la página del Vaticano).

Es casi imposible seguir la pista de la masonería en línea recta, pues después del siglo XVI nos encontramos con varias ramas instaladas en diferentes lugares, que luchaban por ser la más antigua y, por tanto, la original. No vamos a entrar aquí en las luchas políticas libradas en Inglaterra en los siglos XVII y XVIII en las que estuvo implicada la masonería, o mejor dicho las masonerías, es decir, logias que defendían intereses distintos, como es el caso de la simbólica o jacobita, del norte y la hannoveriana, o del sur. Esta división fue aprovechada por miembros no masones para infiltrarse y colocarse al sol que mejor calentaba en aquel momento. La masonería simbólica se constituyó el 24 de junio de 1717 con la creación de la Gran Logia de Londres, hecho que tiene como causa la escisión surgida tres años antes por la llegada de Jorge I, protestante, de la dinastía extranjera de los Hannover al trono de Inglaterra, tras ser eliminado Jacobo Francisco, católico, último heredero de los Estuardo. Con la logia de Londres, a la que se habían unido previamente personajes no masones y miembros de la Royal Society –así se ponía fin a la desconfianza de la monarquía—, con ambición de medrar, se inicia la masonería moderna, la protestante, que arraiga en Inglaterra, mientras la tradicional jacobita se expande por el continente europeo, dejando un pequeño reducto en Escocia. (Según los historiadores, es más fiable el relato escocés que el inglés).

Al final, mediante traiciones y chantajes, la masonería especulativa de Londres acabaría por fagocitar a otras facciones. Una vez instalada en Inglaterra se extendió al resto de Europa y consiguió infiltrarse en las logias jacobitas del continente –para dirigirlas—, en el clero y en las casas reales, sobre todo en Inglaterra donde la autoridad suprema de la Iglesia es el rey.

La Gran Logia de Londres recopiló las tradiciones y la documentación existente y creó todo un cuerpo de doctrina que sería a partir de ese momento su norma de actuación. Si en la antigüedad los masones estaban obligados a practicar la religión oficial de los países donde vivían –como una táctica para pasar inadvertidos—, las Constituciones señalan que el credo religioso sea libre y abogan por un teísmo sincrético. Proclaman la idea de “ciudadanía universal”, base para lo que, dos siglos después, devendría en el Nuevo Orden Mundial e introducen el concepto de “obediencia masónica”, clave para su supervivencia y poder. A partir de ella, en el siglo XIX se constituye la Gran Logia Madre de la Masonería, tal como se conoce hoy, y una logia superior formada por una jerarquía minoritaria denominada “Emulation Lodge of Improvement”, que fija las directrices y políticas a seguir.

La masonería siempre estuvo en la política activa e incluso en la Iglesia. Muchos hechos de importancia decisiva en la historia del mundo se gestaron en las filas de los masones: la revolución francesa, la americana, la rusa, la independencia de las naciones centro y sudamericanas –precedidas de sangrientas guerras—, el nazismo o el hundimiento del Imperio español y la leyenda negra son algunos ejemplos. No se entiende la historia de Estados Unidos sin la actuación de la masonería. Un país surgido de la nada que tras exterminar a los indios y diezmarlos con pestes, en dos siglos regiría los destinos del mundo, gracias a sus presidentes masones y a la ayuda de gobiernos masónicos, el de Francia y el de España, entre ellos. 

(En la parte tercera daremos unas pinceladas sobre la relación de España con Estados Unidos y la masonería).

 

Magdalena del Amo
Periodista, psicóloga, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.
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