Tan obvio. Dos bandos enfrentados. Por un lado, el eje sio-angloestadounidense contra los BRICS y el Sur Global. Las mismas falsas dicotomías de la Primera y Segunda Guerra Mundial. Lo que no es falso son los titiriteros que manejan los hilos de los guiñoles. El calcado plan belicista con formidable éxito durante la fase preparatoria de la Primera y la Segunda Guerra Mundial, ¿por qué deberían modificarlo si siempre les ha ido tan bien? Recordemos que la Gran Guerra comenzó oficialmente el 28 de julio de 1914, pero realmente se inició cuando se aprobó la Ley de la Reserva Federal el 23 de diciembre de 1913. De esta manera, el usurero y mafioso Cártel de la Banca Central controlado por los Rothschild, mientras financiaba a todos los bandos en liza, poseía además la colosal capacidad de presionar todos los botones y accionar todas las palancas necesarias para capitanear en secreto esas guerras energéticas y guerras arancelarias/comerciales, precedentes de las que se desarrollaron por tierra, mar y aire. Y todo esto nos lleva al papel central que desempeña Donald J. Trump, instalado por Israel, en esta salvaje y pantagruélica empresa de destrucción (no de liberación ni de saturnales y áureos evos) como afirmó grandilocuente y paranoicamente el pasado 2 de abril, miércoles: (ángel caído) mercurio (Hermes), miércoles. Mensajero engañador. Embaucador. El tecnosiniestro tito Donald y la guerra civil estadounidense como otro precedente de la mundial. ¿Y el surgimiento de endemoniados, posesiones generalizadas, pestilencias más allá de falsemias, zombis, grandes bestias, «ángeles caídos» descendiendo, lluvia de meteoritos y un asteroide o «evento geofísico» – dizque el Gran Aviso – devastador? ¿Otra historia? ¿O la misma?
La guerra es el «azar»…y te puede «sorprender» en cualquier momento
Guerras comerciales, colapsos económicos, políticas proteccionistas y brutales recesiones precediendo a la Gran Guerra, entonces. Y antes de la Segunda Guerra Mundial, semejante, brotó una importante guerra comercial con la Ley Arancelaria Smoot-Hawley de 1930 que incrementó considerablemente los aranceles a las importaciones, lo que provocó represalias de otros países y agravó la denominada, más allá de lo bursátil, Gran Depresión.
Los militaristas/belicistas sionistas y los terroristas jázaros, que orquestaron metódica y minuciosamente la Primera y la Segunda Guerra Mundial, saben exacta y perfectamente cómo desencadenar la Tercera. Saben que la ciudadanía necesita sentir suficiente dolor y sufrimiento para que dos características clave se desplieguen de forma «natural» y casi simultánea: completa ruina económica acompañada de hambruna (ains esos simulacros de la UE que la cifraban para este 2025 y los siete años del Libro del Génesis, capitulo 41) y creación de odio (éste real) al enemigo (éste falso): todo tan pavloviano…
…Y siempre acordándonos de Bill Ryan. En fin.
El Estado Profundo cree que la CIA, la NSA, los altos mandos del Pentágono y sus títeres corporativos como Lockheed y Raytheon odian los aranceles porque obstruyen sus arterias de tráfico global. El libre comercio es su sustento: sin fronteras, sin controles, solo vías abiertas para el traslado de niños, drogas y tecnología clandestina a través de puertos como Long Beach y Miami. Los aranceles frenan de golpe, las aduanas se endurecen, las inspecciones se disparan y sus contenedores de «carga humana» (como los 85.000 niños migrantes que el ICE perdió desde 2021) o precursores de adrenocromo procedentes de China son marcados. Un arancel del 25% a las importaciones, como el que impulsó Trump, les cuesta miles de millones en desviar 1.200 millones de dólares solo en 2019, según un memorando filtrado del Departamento de Seguridad Nacional, al tiempo que expone a empresas fantasma como «Praxis Solutions» o «Midwest Disposal» que encubren sus operaciones. No pueden sobornar a todos los agentes portuarios cuando los halcones fiscales están husmeando.
Los aranceles reducen drásticamente las ganancias que obtienen de las gigantes multinacionales. El Estado Profundo está en la misma línea que Walmart, Amazon y Boeing, empresas que se embolsan 500 000 millones de dólares anuales gracias al acero, los chips y la mano de obra chinos baratos. Un arancel del 10 % dispara los costes, reduce los márgenes y obliga a realizar auditorías que amenazan sus tramas de sobornos. Por ejemplo, Boeing: 50 millones de dólares en «honorarios de consultoría» a empresas vinculadas a la CIA, según filtraciones del IRS de 2022, se pierden en cadenas de suministro extraterritoriales. Los aranceles hacen que esa cantidad sea rastreable, lo que pone en riesgo la exposición de actores como Erik Prince o John Brennan, que se basan en flujos no gravados para financiar centros clandestinos en Dulce o Pine Gap. Cuando los hijos de Gibson vuelan en aviones Raytheon, esas partes no gravadas importan; los aranceles desmantelan todo el tinglado.