El 3 de abril de 2025, Klaus Schwab, fundador y presidente del Foro Económico Mundial (WEF), anunció que iniciará el proceso de abandonar su cargo como presidente del consejo de administración, un movimiento que marca el fin de una era para una de las figuras más influyentes y controvertidas del escenario global. Este lunes, Shwab ha anunciado su dimisión con carácter inmediato. Esta dimisión pone bajo la la lupa su trayectoria, el impacto del WEF y las agendas que ha promovido, como el Gran Reseteo, la Agenda 2030 y el supuesto «Nuevo Orden Mundial», conceptos que han generado tantísimo rechazo en los últimos años.
Orígenes y ascenso de un tecnócrata que nadie eligió
Nacido en 1938 en Ravensburg, Alemania, Klaus Schwab es un economista y empresario con doctorados en ingeniería y economía, y un máster en administración pública de Harvard, donde fue influenciado por Henry Kissinger. En 1971, fundó el Foro Económico Mundial, inicialmente llamado European Management Forum, con el objetivo de reunir a líderes empresariales europeos para discutir competitividad frente a Estados Unidos. Lo que comenzó como una plataforma modesta en Davos, Suiza, se transformó en una de las cumbres más elitistas del mundo, atrayendo a políticos, magnates y celebridades para debatir agendas globales.
Sin embargo, un aspecto crítico de la trayectoria de Schwab es que nunca ha sido elegido por ningún electorado. Su influencia global, que abarca desde acuerdos con gobiernos hasta la promoción de políticas económicas y sociales, se ha ejercido sin rendir cuentas democráticas. Esto ha alimentado críticas sobre su papel como un «tecnócrata no electo» que ha utilizado el WEF para moldear el mundo según su visión, sin el consentimiento de las masas.
El Foro Económico Mundial: Una plataforma para la élite
El WEF, bajo el liderazgo de Schwab, se ha convertido en sinónimo de poder concentrado. Las reuniones anuales en Davos han sido escenario de acuerdos históricos, como las primeras conversaciones ministeriales entre Corea del Norte y del Sur, pero también han sido criticadas por su falta de transparencia. El WEF se presenta como una organización para la cooperación público-privada, pero claramente se priorizan los intereses de las corporaciones multinacionales y las élites globales sobre las necesidades de la población general.
La opacidad financiera del WEF también ha sido objeto de críticas. Schwab ha sido criticado por su salario anual de aproximadamente un millón de francos suizos (alrededor de un millón de dólares), a pesar de que el WEF es una organización sin fines de lucro que no paga impuestos federales en Suiza. Además, se han cuestionado sus prácticas financieras, como la adjudicación de contratos multimillonarios a empresas en las que luego asumió roles directivos, lo que plantea conflictos de interés.
El Gran Reseteo: Una visión distópica disfrazada de progreso
En junio de 2020, Schwab lanzó la iniciativa del «Gran Reseteo» junto al entonces príncipe Carlos de Gales, actual rey de Ingalterra, presentándola como una oportunidad para reconstruir la economía global tras la pIandemia de manera más «sostenible, equitativa y resiliente». La propuesta incluía tres pilares: una economía de «stakeholders» (partes interesadas), inversiones para objetivos compartidos como la sostenibilidad, y el uso de las innovaciones de la «Cuarta Revolución Industrial» para el bien público.
Sin embargo, el Gran Reseteo desató una oleada de críticas alimentadas por su falta de claridad y el lenguaje grandilocuente de Schwab. Frases como «no tendrás nada y serás feliz», extraídas de un video del WEF de 2016, se convirtieron en un símbolo de una agenda para despojar a las personas de sus derechos de propiedad y libertad individual. Aunque el WEF desmintió que esta frase representara su objetivo, la percepción de un plan elitista para reestructurar la sociedad persistió. Los críticos argumentan que el Gran Reseteo no busca mejorar el capitalismo, sino consolidar un sistema de control corporativo donde las grandes empresas y los gobiernos actúan como socios en detrimento de la soberanía individual.
Agenda 2O3O y el «Nuevo 0rden Mundial»
La Agenda 2O3O, un marco de las Naciones Unidas para lograr 17 objetivos de desarrollo sostenible, ha sido respaldada por Schwab y el WEF, quienes firmaron un memorando de entendimiento con la ONU en 2019 para promoverla. Sin embargo, esta colaboración ha sido vista con escepticismo por quienes la consideran un paso hacia un «Nuevo Orden Mundial», un término que evoca un gobierno global centralizado. Los detractores señalan que la Agenda, con sus metas ambiciosas, podría servir como pretexto para imponer regulaciones estrictas, vigilancia masiva y políticas que erosionen las libertades individuales.
Aunque el WEF y Schwab han negado cualquier intención de instaurar un régimen totalitario, la falta de transparencia y la influencia desproporcionada de las corporaciones en sus iniciativas han alimentado estas sospechas. Por ejemplo, el concepto de «capitalismo de stakeholders» promovido por Schwab, que busca equilibrar los intereses de empresas, gobiernos y sociedad, ha sido criticado como una fachada para otorgar más poder a las corporaciones en la gobernanza global, relegando a los gobiernos democráticos a un rol secundario.
La dimisión de Schwab no pone fin a las controversias que ha generado. Su visión de un mundo más «equitativo y sostenible» choca con las acusaciones de elitismo, opacidad y falta de legitimidad democrática. El WEF, bajo su dirección, ha sido acusado de ser una plataforma donde los poderosos deciden el destino de las masas sin su participación. La promoción de iniciativas como el Gran Reseteo y la Agenda 2O3O, aunque presentadas como soluciones a problemas globales, ha generado una profunda desconfianza, especialmente entre aquellos que ven en ellas un intento de consolidar un sistema de control tecnocrático.
Mientras Schwab se prepara para ceder el timón, el WEF enfrenta el desafío de recuperar su «sentido de misión», como él mismo afirmó, en un contexto de creciente polarización. Sin embargo, su legado perdurará como un recordatorio de los peligros de permitir que figuras no electas ejerzan una influencia desmedida sobre el rumbo del mundo.
Que Schwab se vaya es, sin duda, una buena noticia, pero también debería desaparecer el Foro Económico Mundial por pura maldad.