Por Alfonso de la Vega
«Con diez cañones por banda,
viento en popa a toda vela,
no corta el mar, sino vuela,
un velero bergantín..»
Cuando España era España se distinguía ente otras muchas maravillas por sus extraordinarias aventuras marítimas. El descubrimiento de América e innumerables islas, la navegación dando vuelta completa al mundo, el periplo científico del almirante Malaspina, son algunos de los hitos de nuestros navegantes de toda una era prodigiosa que aún nos admira y debe servir de orgullo, honor y gloria a los españoles.
Sin llegar a tanto, pero casi, se nos ha vendido la gloriosa hazaña de doña Leonor heroicamente embarcada en el buque escuela Juan Sebastián Elcano. La heredera de lo que quede por heredar, si es que para entonces quedase algo, debía hacer supuestas prácticas de navegación allende la mar océana “como una guardiamarina más”.
La despedida gaditana al inicio del periplo resultó apoteósica y así fue resaltada por la prensa del marujeo y del higadillo. Sus emocionados padres lloraban a lágrima viva, tal como si la niña fuese en misión suicida al frente de Ucrania para socorrer al pobrecito Zelensky.
Pero por desgracia doña Leonor pronto tuvo que luchar contra cierto estado físico inadecuado por ser más bien fofo o rollizo y sobre todo por la falta de actitud espiritual y mental para meterse en tal mareante embarque sin vocación alguna.
El caso es que vinieron los mareos, los largos encierros en su camarote para disimularlos, algún que otro percance debido a su mal estado y el recurso a la bebida con amonestación de sus mandos, incluida.
De modo que es humanamente comprensible que cuando el barco toca puerto se produzca la desbandada. Pisar tierra firme es motivo de salud y satisfacción. Pero no es fácil ver a doña Leonor asistiendo a alguna conferencia o acto cultural, visitando un museo u orando en una preciosa iglesia barroca hispana. Nos cuentan que lo suyo es el jolgorio, las compras, los pubs, las rebosantes jarras de cereza llenas hasta el borde, el bailoteo y otras cuestiones que omito pues el lector comprenderá.
Tal comportamiento, tan ajeno al impostado postureo oficial no es del agrado de la Casa Real. Sin embargo, para evitarlo en vez de tratar de reformar la conducta de la princesa se opta por recurrir a la censura y la represión de los informadores, táctica que tiene los efectos contraproducentes de acrecentar los escándalos y quedar como represores abusando de su poder.
Cierta prensa también se hace eco de que en alguna ocasión la heredera habría llamado a Palacio llorando a moco y baba rogando la sacaran de allí. Según los “zarzuelólogos” más y mejor informados el periplo principesco está provocando más que dímes y diretes ente la real pareja progenitora. La consorte apiadada de los terribles sufrimientos por la patria de la heredera o quizás por llevar la contraria a su marido habría exigido el regreso inmediato de la pobre niña. Don Felipe no se atreve a ordenar el reagrupamiento familiar por así decirlo en neolengua woke. Tal cosa sería como reconocer el fracaso total del invento o quién manda realmente en Palacio y más vale seguir la táctica borbónica tradicional del ocultamiento, la mentira y el disimulo. No obstante, en mi humilde opinión, siempre se podría adoptar una solución intermedia, fingir que la niña está enferma grave y que no ha quedado más remedio que trasladarla a España para su total restablecimiento en tierra firme.
Ahora bien, más allá de la idiosincrasia personal de la interesada cabe preguntarse, ¿Qué pinta doña Leonor medio año embarcada contra su voluntad e interés en un navío de guerra?
¿No sería mejor que se formase en otras materias de mayor utilidad, si es que, la Divina Providencia nos libre, alguna vez llegase a reinar?
Por ejemplo: Historia, Geografía, Geoestrategia, Diplomacia, Instituciones, Derecho nacional e internacional, Psicología, Sociología, Simbolismo, Arte,… Sin olvidar la formación espiritual, el respeto a la Ley Natural y al derecho de gentes desarrollado por otra gloria de España: la Escuela de Salamanca. Ni tampoco a nuestros grandes autores y preceptistas del Siglo de Oro español. Los Cervantes, Quevedo, Gracián, Mariana, Calderón, Huarte de San Juan con sus consejos para la mejor selección de personal.
O Diego Saavedra Fajardo, formado en la Universidad de Salamanca, polifacético, diplomático, autor del famoso tratado Idea de un Príncipe político christiano en 101 empresas o emblemas que desarrollan temas tales como: Educación del Príncipe, Como se ha de haber el Príncipe en sus acciones, Como se ha de haber el Príncipe con los súbditos y extranjeros, Cómo se ha de haber el Príncipe con sus ministros, Como se ha de haber el Príncipe en el gobierno de sus Estados, Como se ha de haber el Príncipe en los males internos y externos de sus Estados, Como se ha de haber el Príncipe en las victorias y los Tratados de Paz, Como se ha de haber el Príncipe en la vejez.
Es decir, los anteojos, astrolabios y sextantes espirituales que nos permiten navegar a través del subconsciente tempestuoso y de las complejidades del alma humana.