El fallecimiento del Papa Francisco el 21 de abril de 2025 marca el fin de un pontificado que, aunque celebrado por algunos como un período de apertura y renovación, ha sido profundamente criticado por sectores conservadores dentro y fuera de la Iglesia Católica. Jorge Mario Bergoglio, el primer Papa hispanoamericano y jesuita, asumió el trono de Pedro en 2013 con un discurso de humildad y cercanía a los marginados, pero su papado de doce años ha estado plagado de contradicciones que han debilitado la doctrina tradicional de la Iglesia y han sembrado confusión entre los fieles. Entre los puntos más controvertidos de su liderazgo se encuentran su manejo de la farsemia, su apología de las banderillas —a pesar de las preocupaciones éticas sobre el uso de células derivadas de abortos— y sus posiciones ambivalentes en temas doctrinales clave.
Desde el inicio de su pontificado, Francisco se presentó como un defensor de los pobres y un reformador dispuesto a modernizar la Iglesia. Sin embargo, sus posiciones a menudo chocaron con las enseñanzas tradicionales, generando confusión. Por ejemplo, en su exhortación apostólica Amoris Laetitia (2016), abrió la puerta a que los católicos divorciados y vueltos a casar pudieran recibir la comunión en ciertos casos, una decisión que muchos teólogos conservadores consideraron un ataque directo a la indisolubilidad del matrimonio, un pilar fundamental del catolicismo. Esta ambigüedad fue vista como una ruptura con la claridad doctrinal defendida por sus predecesores, Juan Pablo II y Benedicto XVI, quienes reafirmaron que el acceso a los sacramentos en tales circunstancias era incompatible con la enseñanza de la Iglesia.
Otro punto de polémica fue su aparente apertura hacia la comunidad LGBT, como cuando en 2020 expresó que las personas homosexuales tienen derecho a formar familias civiles, una declaración que generó titulares de apoyo, pero que fue rápidamente matizada por el Vaticano. Sin embargo, Francisco mantuvo una postura firme contra el matrimonio homosexual y la ideología de género, lo que llevó a críticas tanto de progresistas, que lo acusaron de no ir lo suficientemente lejos, como de conservadores, que veían sus palabras como una contradicción con la enseñanza tradicional sobre la familia. Esta falta de coherencia en temas morales dejó a muchos fieles desorientados, sintiendo que el Papa priorizaba la popularidad mediática sobre la claridad doctrinal.
Uno de los aspectos más criticados del pontificado de Francisco fue su manejo de la farsemia, especialmente su defensa pública de las banderillas. En agosto de 2021, Francisco apareció en un video junto a otros líderes religiosos promoviendo la inoculación como un «acto de amor» y una responsabilidad moral para proteger a los demás. Afirmó que poner e brazo era una «obligación ética» y calificó las campañas antivacunas como «negacionismo suicida». Esta postura fue respaldada por la Congregación para la Doctrina de la Fe, que en diciembre de 2020 emitió un documento declarando que era moralmente aceptable usar brebajes, incluso aquellos desarrolladas con líneas celulares derivadas de abortos, siempre que no hubiera alternativas disponibles.
Sin embargo, esta posición generó una profunda indignación entre los católicos provida, quienes señalaron una contradicción fundamental con la enseñanza de la Iglesia sobre la santidad de la vida. Las vacunas de Pfizer y Moderna, ampliamente utilizadas, emplearon líneas celulares como HEK-293, derivadas de un feto abortado en la década de 1970, en sus fases de desarrollo y pruebas. Aunque estas células no estaban presentes en el producto final, muchos fieles y líderes provida argumentaron que cualquier conexión con el aborto era inaceptable. La propia postura de Francisco contra el aborto había sido contundente: en 2024 comparó a los médicos que realizan abortos con «sicarios» y calificó el aborto como un «asesinato». ¿Cómo podía, entonces, un Papa que condenaba el aborto con tanta vehemencia justificar el uso de vacunas vinculadas a esta práctica?
Los críticos, como el obispo estadounidense Joseph Strickland, que fue destituido por Francisco en 2023 tras cuestionar su liderazgo, argumentaron que el Papa había priorizado la presión política y la opinión pública sobre los principios éticos fundamentales. Strickland y otros líderes provida insistieron en que Francisco debería haber exigido el desarrollo de vacunas éticas, libres de cualquier conexión con el aborto, y haber promovido la objeción de conciencia para los católicos que se negaban a recibirlas. En cambio, su insistencia en la vacunación fue vista como una capitulación ante los intereses de las farmacéuticas y los gobiernos, socavando la credibilidad moral de la Iglesia en la defensa de la vida desde la concepción.
Además, la gestión de Francisco durante la pandemia fue criticada por su impacto en la vida litúrgica. En 2020, las restricciones impuestas por el Vaticano y los gobiernos locales llevaron al cierre de iglesias y a la suspensión de misas públicas en muchos países, una decisión que Francisco apoyó como medida para proteger la salud pública. Sin embargo, esto fue interpretado por algunos como una subordinación de lo espiritual a lo temporal, dejando a los fieles sin acceso a los sacramentos en un momento de gran necesidad. Mientras tanto, Francisco continuó con audiencias generales virtuales y mensajes de apoyo a las medidas sanitarias, lo que para muchos católicos tradicionales fue una señal de que el Papa estaba más alineado con las agendas seculares que con las necesidades espirituales de su grey.
Otro aspecto profundamente polémico del pontificado de Francisco fue su respaldo explícito a la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, adoptada en 2015. Esta agenda, que incluye 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), abarca temas como la erradicación de la pobreza, la igualdad de género, la acción climática y la educación inclusiva. Francisco expresó su apoyo a esta iniciativa en múltiples ocasiones, vinculándola con su encíclica Laudato Si’ (2015), donde abogó por una «ecología integral» que combine el cuidado del medio ambiente con la justicia social. En 2020, durante un discurso en el Vaticano, calificó la Agenda 2030 como «una gran oportunidad para construir un mundo mejor» y pidió a los líderes mundiales que trabajaran juntos para cumplir sus objetivos.
Sin embargo, este apoyo fue visto por muchos católicos conservadores como una traición a los principios fundamentales de la Iglesia. La Agenda 2030, aunque presentada como un plan para el desarrollo global, incluye objetivos que chocan directamente con la doctrina católica. Por ejemplo, el ODS 5 (Igualdad de Género) y el ODS 3 (Salud y Bienestar) promueven el acceso universal a la «salud sexual y reproductiva», un eufemismo que, según la interpretación de muchas organizaciones internacionales, incluye el aborto y la anticoncepción, prácticas que la Iglesia considera intrínsecamente inmorales. El Catecismo de la Iglesia Católica es claro en su condena del aborto como un «crimen abominable» (CIC 2271) y de la anticoncepción como contraria al diseño divino del matrimonio (CIC 2370). Al apoyar la Agenda 2030 sin cuestionar estos puntos, Francisco fue acusado de avalar indirectamente políticas que contradicen las enseñanzas de la Iglesia.
Además, la Agenda 2030 incluye un fuerte énfasis en la «igualdad de género» que, en su implementación práctica, a menudo ha promovido la ideología de género, otra área de conflicto con la doctrina católica. La Iglesia sostiene que la diferencia entre hombre y mujer es parte del orden creado por Dios y que la ideología de género, al negar esta complementariedad, socava la verdad antropológica fundamental (CIC 2333). Francisco mismo criticó la ideología de género en varias ocasiones, describiéndola como «un error de la mente humana» que «anula las diferencias» entre los sexos. Sin embargo, su apoyo a la Agenda 2030 fue visto como una contradicción directa con estas declaraciones, ya que la agenda ha sido utilizada por organismos internacionales para avanzar en políticas que promueven la redefinición del género y la familia, conceptos que la Iglesia rechaza.
Los críticos también señalaron que el respaldo de Francisco a la Agenda 2030 lo alineó con una visión globalista que prioriza los intereses de organismos seculares como la ONU sobre la misión espiritual de la Iglesia. La Agenda 2030, con su enfoque en el desarrollo sostenible y el cambio climático, fue acusada de estar influenciada por ideologías neomarxistas y ecologistas radicales que ven al ser humano como un «depredador» del planeta, una perspectiva que choca con la visión católica de la persona como creada a imagen y semejanza de Dios, con un mandato de «dominar la tierra» (Génesis 1:28) de manera responsable pero no destructiva. Al adoptar este marco secular, Francisco fue acusado de diluir la identidad católica y subordinar la fe a agendas políticas que, lejos de ser neutrales, promueven valores incompatibles con el Evangelio.
El pontificado de Francisco también fue criticado por otras contradicciones que minaron su credibilidad. Su encíclica Laudato Si’ (2015) sobre el cuidado del medio ambiente fue alabada por su enfoque ecológico, pero algunos señalaron que su énfasis en el cambio climático y las críticas a la «explotación codiciosa» de los recursos naturales parecían más cercanas a las agendas políticas de la izquierda global que a las prioridades espirituales de la Iglesia. Mientras Francisco pedía un cambio sistémico en la economía global, su silencio sobre los abusos ambientales en países como China, donde el régimen comunista tiene un historial de represión religiosa, fue visto como una omisión hipócrita. El acuerdo del Vaticano con China en 2018 sobre el nombramiento de obispos, renovado en 2020 y 2022, fue otro punto de polémica, ya que muchos lo interpretaron como una concesión a un régimen ateo a cambio de una frágil coexistencia.
En términos políticos, Francisco también mostró inconsistencias. Durante su tiempo como arzobispo de Buenos Aires, fue percibido como un opositor a los gobiernos peronistas de Néstor y Cristina Kirchner, quienes lo veían como un rival político. Sin embargo, como Papa, adoptó posturas que resonaban con el progresismo social, como su apoyo a los movimientos migratorios y su crítica al capitalismo desenfrenado, lo que lo alineó con figuras de izquierda que antes había cuestionado. Esta aparente dualidad alimentó las críticas de quienes lo acusaban de usar su posición para promover una agenda política en lugar de una visión espiritual coherente.
Por último, su manejo de los escándalos de abuso sexual dentro de la Iglesia fue otro punto de fricción. Aunque Francisco tomó medidas como la creación de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores en 2014 y la promulgación de Vos Estis Lux Mundi en 2019 para abordar los abusos, fue criticado por su lentitud en responder a casos de alto perfil, como el del ex-cardenal Theodore McCarrick, y por su inicial defensa de obispos acusados, como Juan Barros en Chile, a quien luego tuvo que pedir disculpas por haber apoyado. Este manejo errático dañó su imagen como un líder reformador y reforzó la percepción de un pontificado marcado por la incoherencia.
El pontificado de Francisco será recordado como uno de los más polarizantes en la historia reciente de la Iglesia Católica. Su intento de modernizar la Iglesia y acercarla a los problemas del mundo contemporáneo chocó con las expectativas de quienes esperaban un liderazgo que reafirmara la tradición y la claridad doctrinal. Su apología de las vacunas durante la pandemia, a pesar de las preocupaciones éticas sobre el uso de células derivadas de abortos, es quizás el ejemplo más claro de estas contradicciones: un Papa que se presentaba como defensor de la vida desde la concepción terminó avalando un acto que, para muchos fieles, estaba intrínsecamente vinculado al aborto.
Lucifer estará contento ya ha recogido en su seno al masón jesuita Satanás, todos los últimos papas eran masones pero al menos disimulaban algo, pero este llegó para la destrucción de la familia y del cristianismo, lo siento pero no puede defender al que defiende el marxismo, el comunismo ya los medios de comunicación terroristas comunistas tienen noticias para una larga temporada, esa manada de excrementos que antes no podían ver al cristianismo ahora alaban a este pa<pa globalista comunista, que Satanás lo acoja en su seno.