Recientemente, ha surgido un debate significativo en Escocia sobre la posibilidad de restringir la presencia de gatos domésticos en determinadas áreas, lo que ha generado un intenso debate y una gran preocupación entre los amantes de estos animales. Debido a ese debate las autoridades escocesas han tenido que aclarar que el objetivo principal no es una prohibición total de los felinos, sino una medida de conservación para proteger, según ellos, la biodiversidad y la fauna silvestre.
La absurda discusión se centra, atención, en el impacto que los gatos domésticos tienen sobre las especies vulnerables. Según informes de expertos, incluyendo aquellos de la Comisión Escocesa de Bienestar Animal (SAWC), los gatos serían responsables de la muerte de millones de aves, mamíferos y reptiles anualmente en el Reino Unido. Esto ha provocado que se considere de establecer «zonas libres de gatos» o exigir que los gatos sean mantenidos dentro de casa, o con correa en áreas críticas para la conservación de especies en riesgo.
Los defensores de esta propuesta argumentan que, aunque los gatos son apreciados como mascotas, su comportamiento predatorio natural puede ser devastador para las poblaciones de aves y otros animales pequeños, especialmente en zonas rurales o naturales donde los ecosistemas son más frágiles. Y han llegado incluso a publicar estudios con los que han pretendido demostrar que, a nivel global, los gatos domésticos y asilvestrados serían uno de los factores principales que habrían provocado la disminución de la biodiversidad, contribuyendo significativamente a la extinción de especies en islas y otras áreas sensibles.
El gobierno escocés, a través de su primer ministro John Swinney, ha desmentido cualquier intención de prohibir los gatos. Swinney ha declarado públicamente que no se implementará ninguna prohibición, ni se restringirá a los felinos, subrayando que Escocia es un país con una profunda cultura de amor por los animales. Esta declaración busca calmar las preocupaciones de los ciudadanos y aclarar las interpretaciones erróneas de las recomendaciones de los expertos.
Sin embargo, la mera sugerencia de tal medida ha provocado una intensa reacción en la sociedad. Los amantes de los gatos y los defensores del bienestar animal argumentan que cualquier restricción podría afectar negativamente la salud y el bienestar de los felinos, quienes necesitan acceso al exterior para su desarrollo físico y mental. Además, se cuestiona la justicia de penalizar a los dueños de mascotas por acciones naturales de sus animales.
En otros países, como Australia y Nueva Zelanda, ya se han implementado medidas similares, como la obligación de mantener a los gatos en interiores o la castración obligatoria para controlar la población felina y mitigar su impacto en la fauna nativa, ¡ahí es nada!
Parece que el agendismo que padecemos en muchos países del mundo está provocando que se abran debates que, hasta hace bien poco, habrían parecido completamente absurdos. El ataque continuo del agendismo a la lógica y a la racionalidad parece no cesar ante una población que, en su gran mayoría, permanece impasible ante la locura que se le pretende imponer.