Cuando Moisés descendió con las Tablas de la Ley, se llevó una gran sorpresa, al ver que sus seguidores habían forjado un toro de oro, un ídolo, una representación material del universo espiritual.
Cuenta la Biblia que Moisés se enfadó tanto que rompió las tablas. ¿Por qué se lo tomó tan mal? Porque, precisamente, una de ellas decía: “No hagas imágenes” (No imagines el universo espiritual).
¿Por qué los seguidores de Moisés imaginaron a Dios como un toro? ¿Por qué otros lo han imaginado con forma de halcón o de serpiente? ¿Por qué hay quienes lo imaginan condensado en una simple piedra negra? ¿Quién de todos lo imagina correctamente?
Idolatrar es, ni más ni menos, transformar lo espiritual en material, imaginándolo con la mente. Es lo mismo que fantasear o, según entendía Goya, “fabricar monstruos”, porque de eso quería advertir aquel “mandamiento”: de la locura a la que conduce pretender acotar el infinito, ponerle fin. ¡Si ya es de locos pretender poner puertas al campo!
Sigue narrando la Biblia que, los seguidores de Moisés, entendieron su enfado y destruyeron el toro dorado, y él, ya más calmado, subió al monte, otra vez, a por unas tablas nuevas. ¿Y fueron todos felices y comieron perdices? No. Desde entonces hasta ahora, los humanos no han dejado de guerrear, de matarse, por defender la forma de su Dios, pasando por encima de los que lo ven de otra forma.
Aquellas tablas estaban hechas con piedra, como podían haber estado hechas con cualquier otro material. Lo importante, obviamente, era el mensaje, el contenido, no el continente. Pero el caso es que, siendo material quebradizo (Ya tenían la experiencia) y siendo ellos nómadas, encontraron conveniente construir algún tipo de recipiente para minimizar el riesgo de que volvieran a romperse. Por eso construyeron el “Arca de la Alianza”, que no era más que una caja decorada donde guardarlas.
Pero los seguidores de Moisés forraron el arca con el mismo oro maldito, y acabaron idolatrando la caja, como hicieron con el toro. Confeccionaron una tienda de campaña con todo el lujo que pudieron para alojarla. Más tarde, cuando conquistaron Palestina, abandonaron el nomadismo y empezaron a construir casas permanentes. ¿No iban a construir una para el arca?
Ese fue el primer templo. El concepto sigue siendo el mismo, a día de hoy: Mármol, maderas nobles, piedras preciosas, obras de arte, y sobre todo oro, mucho oro. Todo gasto está justificado, si de lo que se trata es de alojar, lo mejor posible, los ídolos que siguen construyendo los seguidores de Moisés. ¡Cómo se enfadaría si levantara la cabeza!
Jesús quiso echar una mano, y por eso decía a sus seguidores -Si quieres orar, si quieres entrar en contacto con Dios, no vayas al templo- pero basta contemplar el ‘skyline’ de cualquier pueblo cristiano para darse cuenta de que no le hicieron mucho caso.