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Guénon y las élites

Por Alfonso de la Vega

El 7 de enero de 1951 fallecía en El Cairo Abd al-Wâhid Yahyâ  mejor conocido por su nombre natal francés de René Guénon. Un inquieto buscador espiritual, buen conocedor de los ambientes espiritualistas, ocultistas y esotéricos de la Francia de finales del siglo XIX y principios del XX que dejó muy atrás para terminar sus días entre las tradiciones del esoterismo islámico. Guénon es un personaje muy singular, estudioso y defensor de lo que llamaba la Tradición primordial, según él ya perdida en Occidente. Su obra es muy vasta, audaz y provocadora desde la perspectiva actual y merece comentarios aparte. Así, por ejemplo, el concepto de Tradición primordial, o la teoría de ciclos o el simbolismo como ciencia sagrada o la crítica de cierta espiritualidad modernista y sus organizaciones.

Existe gran expectación con que la elección de Trump pudiera dar un vuelco, o al menos frenar la actual descomposición que padecemos mediante una renovación en profundidad de políticas y personajes. Pero en este nuevo año en que existen tantas graves amenazas sobre la humanidad no deja de tener un interés de especial actualidad recordar algunas reflexiones que Guénon dedica a las élites, sobre todo las occidentales.

En efecto, en el reino de España mucha gente aún piensa que nuestros problemas se arreglarían cambiando a Sánchez por Feijoo o similar imaginaria de igual servicio. Sánchez estaría perpetrando un forma de golpe de Estado por etapas y con nuevas tecnologías, pero no lo hace solo apoyado en golpistas y antiguos terroristas o ayudado por una banda mafiosa sin escrúpulos, sino gracias en primer lugar a los amos que le han puesto para devastar la nación y en segundo a la complicidad activa o pasiva de las principales instituciones españolas, incluida la Corona, que se lo consienten. Ni siquiera el escandaloso espectáculo de corrupción sistémica generalizada que muestra y asola al reino filipino o la despiadada brutalidad mostrada en Valencia sin que las instituciones actúen con la debida contundencia parece que puedan evitar el éxito definitivo del proceso.

De modo que la cosa no se arreglaría con la simple sustitución del audaz Gran Timonel en la Moncloa. O de la gloriosa élite política de los Koldos, Abalos, Puchimones, Illas, Otegis o Yolandas. Desde luego que sería una mala noticia para los delincuentes que medran con la actual situación, pero si en verdad se quieren reconducir las cosas en beneficio del bien común, la libertad, la paz y la prosperidad de los pueblos se necesita una radical sustitución de élites no solo en España sino en todo Occidente. También una revisión institucional a fondo, incluida la Cultura, para tratar de corregir los fallos del tinglado que posibilitan e incluso promueven los actuales desastres impunes.

La denostada etapa histórica anterior a este putrefacto régimen actual vendría a ser una especie de autocracia con principios. Y no es la autocracia sino el que hubiera principios además de la imposibilidad de saqueo por parte socialista, lo que tanto molesta de entonces en esta etapa de fatal demagogia sin principios. En realidad, lo que sucede en el reino de España es que por iniciativa socialista se habría roto el pacto promovido por los norteamericanos entre socialistas y Borbones para repartirse el botín español que permitió establecer el tinglado conocido como Transición y que ahora no se querría compartir. Desde el punto de vista de rol de las élites, en el caso de los socialistas mangonea un psicópata, narcisista amoral sin escrúpulos ni empatía con el sufrimiento que causa. En el de los Borbones coincide con uno de sus ejemplares históricos más lamentables. 

Como es sabido, élite significaba minoría selecta o rectora, grupo de personas o aristocracia que destacaba por algo. In illo tempore se asimilaba a la aristocracia del mérito, de modo que gobernasen los mejores, o más capaces, habitualmente organizados o dirigidos bajo la más o menos vaga idea del Bien común. Eso ya forma parte del pasado, al menos desde que acabó el siglo XX. Hoy nos encontramos ante una selección inversa, que promueve  lo peorcito de cada casa o cada banda, mafia o secta. Uno de los requisitos de selección más empleados al parecer es que pueda ser susceptible de chantaje o extorsión por corrupción, pederastia, libertinajes, rituales negros… No olvidemos que el objetivo de su acción ya no es la búsqueda y logro de un hipotético Bien común ni siquiera de la Libertad sino la dictadura, la rapiña y el aumento de la deuda. Su capacitación humana y cualificación técnica o profesional es dudosa o casi inexistente. Y si existe se subordina a mafias o ideologías liberticidas o criminales.

Como decía María Zambrano el hombre es la dialéctica entre el día y la noche. Para algunos estudiosos el mayor peligro que amenaza a la humanidad son las pestes psíquicas. Antes las élites parecía que a veces intentaban combatirlas con la Tradición. Ahora las promueven. Pese a la propaganda, cuando puede el hombre demuestra que no es del todo bueno. Las masas embrutecidas y enardecidas representan un grave peligro puesto que los efectos del inconsciente se acumulan y atacan, desbordando los atributos razonables de la conciencia.

Las élites han traicionado al resto de la sociedad. Se creen dioses capaces de redefinir el Bien y el Mal de acuerdo con sus intereses. En cierto modo, la evolución política ya la explicaba Platón en La República. No obstante, los principios aún eran reconocidos aunque pudieran ser violados en la práctica. Ahora estamos en el paso siguiente en el que ya ni siquiera se reconocen los principios y las élites de la jerarquía invertida o sus voceros nos hablan impunemente de transhumanismo, IA, esclavitud o agenda 2030. Es decir, se atreven a confesar sus intenciones de manipular radicalmente la naturaleza humana destruyendo su condición sagrada para acomodarla a sus oscuros intereses.

En este momento histórico más que auténticos dirigentes o estadistas las gentes que se han ido encaramando a lo más alto de las cucañas institucionales empujadas por el Gran Capital poseen un poder vicario y buscan el logro de intereses inconfesables de los verdaderos amos. Y cada vez con menos disimulo. Ocupadas casi todas las instituciones el único freno hasta ahora es la creciente reacción de las víctimas más directamente afectadas que se están empezando a revolver, generando manifestaciones y disturbios aunque hasta hoy no contundentes actuaciones que puedan hacerles caer.

Para Guénon el problema principal es la pérdida del sentido metafísico en la civilización occidental. Es preciso recuperarlo. Y tal debiera ser el papel de las verdaderas élites. Pero tras su muerte también observamos que desde el Vaticano II el exoterismo religioso ha elegido la decadencia y la renuncia a la Tradición que acaso sólo pueda remediarse desde el esoterismo inspirado… ¡en la Tradición!

El Conocimiento debe ir asociado a la Virtud. Ambos faltan en nuestras élites actuales que detentan el Poder sin Autoridad.

 

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Es Diestro. Opinión en Libertad
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1 COMENTARIO

  1. Guenon fue masón en Francia y pudo vivir muy bien en esa mafia.

    Pero eligió vivir pobre (se ganaba la vida en el caíro dando clases particulares).

    Y su objetivo fue la religión pre-humana (primordial decís aquí).

    Es el único masón que merece mi respeto.

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