Para muchos es sólo otro soldado caído en el frente, otra estadística en la lista de bajas, pero para su familia y amigos, Mikailo Nikoneč tenía nombre, historia y sueños. Él era una persona con apenas 30 años, con media vida aún por delante, pero que decidió enfrentar el horror de la guerra por defender a su país. Su muerte, en el duro combate del Este de Ucrania, es una tragedia personal y nacional, pero ante todo es un recuerdo en los corazones de su gente. Mientras tanto, el país al que Mikailo dedicó su vida sigue inmerso en un conflicto cruel y absurdo, que desgarra tanto a civiles como a combatientes, y que todos deseamos que termine pronto. ¿Por qué nadie hace nada para que esto pare?
La foto de un héroe cuyo recuerdo generoso permanece en la comunidad. Independientemente de tus opiniones sobre esta guerra, mi tocayo Mikailo fue un patriota que murió por defender a los suyos
Ésta es la verdadera cara de la guerra: jóvenes que mueren mientras sus familias quedan marcadas para siempre. Una realidad que está muy lejos de la frivolidad que se muestra en los medios de comunicación en España, donde este drama de la guerra se mezcló desde el comienzo con el espectáculo de soldados grabando vídeos para TikTok y otras distracciones. Esta banalización de un asunto tan serio es irresponsable y dolorosa, especialmente cuando consideramos el papel de España, que continúa enviando armas a Ucrania mientras nadie hace verdaderos esfuerzos por lograr la paz. ¿Es que a nadie le interesa interceder por la paz? ¿Estamos abocados a cometer los mismos errores que tiñeron Europa de sangre en las dos guerras mundiales? Por aquel entonces, conviene recordar, y en especial en la I Guerra Mundial, España jugó un papel increíble como potencia neutral en la revisión de los campos de prisioneros y la mediación de los cautivos con sus familias. En la localización de fallecidos y la atención de los heridos, dispersos por diversos presidios y hospitales de toda Europa. Desgraciadamente, se diría, ningún país está ocupando ese lugar benéfico y de arbitraje mientras rusos y ucranianos (y los respectivos mercenarios) se matan sin cuartel ni normas en el campo de batalla. Y no parece que haya un final próximo para una guerra que sin duda interesa a muchos poderosos de este mundo, pero que no beneficia a nadie más que a ellos.
Mikailo Nikoneč: el joven voluntario que peleó por Ucrania
Andrey, amigo de Mikailo y ahora residente en Santander, nos narra la historia de su amigo: un soldado ucraniano que dejó todo atrás para unirse a la defensa de su patria. Andrey recuerda a Mikailo con gran admiración, un héroe voluntario que eligió ir al frente en uno de los momentos más duros y peligrosos. «No es necesario que publiques todo esto,» me dice Andrey. «Pero éstas fueron las razones de Mikailo para ir a luchar: defender a su país y parar las brutalidades de la invasión rusa. Todos sabemos que se han producido ejecuciones arbitrarias de civiles y soldados y violaciones y que se están destruyendo ciudades y pueblos enteros. Si quieres, escribe sólo lo esencial y será suficiente. Éstos eran sus motivos: su amor a su país y su admirable responsabilidad en lo que estaba ocurriendo. Su propia madre comprende y entiende su sacrificio y se siente orgullosa de lo que Mikailo representa: la lucha de Ucrania por su propia defensa frente a esta barbarie de la invasión y la guerra.»
Independientemente de tu postura sobre el conflicto, lo que es indudable es que estamos ante un joven patriota que lo dio todo por su nación. Mikailo vivió en primera persona lo que ahora el resto del mundo observa con horror, pero desde una distancia cómoda. Antes de que estallara la guerra pura y dura estuvo movilizado dos años en la ATO (Zona de Operación Antiterrorista), en el Este de Ucrania, combatiendo en una guerra civil que ya duraba ocho años y que enfrentaba a los ucranianos con sus paisanos prorrusos respaldados por Moscú. En ese entonces, Mikailo era un voluntario decidido a pelear por su tierra y sus compatriotas. Luego regresó a una vida normal, pero todo cambió el 24 de febrero de 2022, cuando, a las 4 de la madrugada, los primeros bombardeos rusos sacudieron las ciudades ucranianas. Mikailo no dudó y se preparó para volver a combatir.
El regreso al frente y el sacrificio de Mariúpol
Mikailo intentó salir de su ciudad natal, Unan, hacia Kiev. No era militar profesional y enfrentó dificultades para unirse a las filas. Con apenas unos días de resistencia y el apoyo de amigos, que lo ayudaron a movilizarse, logró llegar a Kiev, que ya estaba rodeada por las fuerzas rusas. Al principio, las autoridades no le permitieron unirse a las filas defensivas, pero finalmente fue admitido y enviado al frente de Mariúpol. Sabía que tal vez no volvería, pero siguió adelante, decidido a ayudar en la defensa de Ucrania.
Transportados en helicóptero, Mikailo y sus compañeros llegaron al puerto de Mariúpol, pero pronto fueron atacados. Uno de los helicópteros fue destruido y el otro logró aterrizar, aunque gravemente dañado. En el camino, Mikailo perdió a la mayoría de su grupo; sus compañeros fueron abatidos y él apenas consiguió evitar la muerte y unirse a otros soldados en la planta de acero de Azovstal, en Mariúpol. En ese sitio industrial, tan grande como una ciudad del tamaño de Santander, Mikailo y su batallón fueron rodeados y dio comienzo uno de los episodios más sangrientos de la guerra.
«Andrey, antes de irme me dijo que sabía que no volvería, pero estaba dispuesto a hacer todo lo posible para ganar esta guerra,» cuenta Andrey, con una mezcla de orgullo y tristeza. Mikailo entendía el sacrificio que estaba haciendo, pero estaba comprometido hasta el final. Pese a que la planta de Azovstal fue sitiada en condiciones extremas, Mikailo y sus compañeros continuaron resistiendo en condiciones brutales. Sus palabras finales para Andrey fueron una muestra de resignación y coraje: «Celebrad vuestros 30 cumpleaños, porque yo no podré.»
La brutalidad de la guerra y la realidad de los prisioneros
La batalla por Azovstal ha generado una gran atención y evidenciado el lado más oscuro del conflicto. La crueldad que los soldados y civiles han experimentado a manos de las fuerzas vencedoras ha quedado documentada en testimonios que hablan de torturas y abusos que atentan contra los derechos humanos básicos. La falta de respeto a la Convención de Ginebra se ha convertido en una preocupación para muchos, especialmente cuando se sabe que muchos prisioneros de guerra son maltratados y ejecutados. Pero, digo yo, en vez de recurrir a esto, ¿no sería mejor abogar por el derecho a la rendición y a que se puedan intercambiar los cautivos?
Mikailo prefirió morir antes que rendirse y ser capturado. «Me dijo que, antes de caer en manos de los enemigos, haría cualquier cosa para evitarlo,» recuerda Andrey. El terror que él y muchos otros soldados sienten por sus captores da una idea de la brutalidad a la que se enfrentan. Como ciudadano español observando este conflicto, desde antes de que empezase, no puedo evitar cuestionar la humanidad de esta guerra, que parece no tener reglas ni compasión. Ni siquiera con los que ya han sido derrotados y podrían solicitar clemencia, pero que no la esperan en un bando ni en otro. Y lo único que escuchamos son más llamamientos a la matanza por parte de aliados de ambos bandos, pero semejante contribución no parece ser una ayuda real para nadie, sino un impulso hacia la intensificación un conflicto cada vez más sangriento. La guerra es una acción brutal y descerebrada que manda al matadero a miles de personas inocentes, soldados como Mikailo incluidos, que se ven obligados a actuar según sus principios y a combatir por su país mientras los poderosos se niegan a dialogar. Y parece ser que esa forma inhumana de conducirse se replica en las propias filas de los soldados rasos como Mikailo, que entendía que no podía esperar ninguna piedad del enemigo y decidió «cometer alguna tontería» antes de que lo agarrasen y ser maltratado.
El sacrificio heroico de Mikailo nos debería hacer reflexionar a todos sobre lo importante que es evitar los conflictos antes de que estallen. Sobre lo esencial que es que haya ciertas normas en la lucha, por ejemplo, en el caso de soldados que ya han sido derrotados y se pueden entregar.
¿Qué nos queda por hacer?
En España, muchas comunidades ucranianas están organizando campañas para enviar ayuda a su país. Necesitan materiales médicos y recursos específicos, más que ropa o alimentos. Andrey recomienda contribuir a través de estos grupos comunitarios de sus compatriotas, evitando las donaciones a ONG internacionales que, en su opinión, no siempre garantizan que los recursos lleguen a los destinatarios que más los necesitan.
Mientras tanto, nosotros, desde la distancia, sólo podemos desear que la guerra termine y recordar la importancia de mantener la humanidad y el respeto incluso en medio de la violencia. Apelar a la humanidad de los políticos, aunque sea mucho pedir, pero también de los civiles y los propios combatientes. Dios tenga en su gloria a Mikailo y nos dé paz a todos, pero especialmente al sufrido pueblo ucraniano, que es el que está pagando el mayor precio por esta maldita guerra.