Por Alfonso de la Vega
«¿Qué humor puede ser más raro
Que el que falto de consejo
Él mismo empaña el espejo
Y siente que no esté claro?»
(Sor Juana Inés de la Cruz)
Se cumple el décimo aniversario de la abdicación de don Juan Carlos y la posterior entronización de su hijo como rey de lo que queda de España. Una decisión que dada la experiencia se ha revelado estratégica decisiva para los enemigos de la patria. Nunca se pensó que incluso íbamos a tener que echar de menos al Emérito por la absoluta calamidad de lo vendría después.
El balance de este decenio difícilmente puede ser peor. Ya no es solo que España vaya aumentando su deriva hacia la pobreza generalizada o la deuda impagable como se ha denunciado sino que la propia nación y la libertad están en gravísimo peligro con la complicidad al menos por omisión del sucesor. Las instituciones de la Monarquía, incluida la Corona, se encuentran desprestigiadas o incluso algunas ya deslegitimadas. Aunque parte de la gente no se da por enterada la situación cada vez resulta más grave e indisimulable.
Para celebrar estos fastos tan nefastos el gobierno de Su Majestad, formado o apoyado por una indescriptible horda de indeseables entre los que no faltan delincuentes, ha querido obsequiar a Su Majestad con la ominosa ley de Amnistía que destroza los restos del estado de Derecho y coloca en el más escandaloso de los ridículos a Su Majestad que consiente los desmanes, no se entera o hace como si no se enterase.
En este desorden de cosas, cabe recordar que se está intentando enterrar el terrible escándalo de la muerte de varias decenas de miles de ancianos en residencias a los que canallescamente se les negó asistencia sanitaria y se les dejó morir mientras Su Gobierno junto con dirigentes de otras instituciones borbónicas se dedicaban a cohechar y robar a mansalva mediante la imposición de la obligación de usar mascarillas o de inyectarse la pócima. Todo ello favorecido por la declaración de un estado de alarma con consecuencias anticonstitucionales y en fraude de ley. Su Majestad no se dignó a hacer nada, como tampoco lo hizo para defender la dignidad póstuma de Su benefactor, el general Franco, al que toda su familia debe estar donde está. Dos hitos que descalifican Su reinado.
Por el contrario, ahora sí que el belicoso don Felipe se ha puesto muy jaque con el tema de Ucrania delante del corrupto fantoche Zelensky y poco menos que ha declarado la guerra a Rusia, él solito, supongo que con la imprescindible ayuda de la teniente Leonor Borbón a la que por pura coherencia mandará a combatir al frente para dar ejemplo.
El canto de cisne patriótico de Su Majestad fue el famoso discurso del 3 de octubre de 2017. Un discurso que, bien analizado tampoco significaba nada del otro mundo ante la gravedad de lo sucedido, fue considerado el clavo ardiendo ante el que agarrarse debido a la pasividad cómplice del gobierno popular de entonces.
En él se reconocía la gravedad del golpe perpetrado por las propias instituciones de la Monarquía. Criticaba “la pretensión final de la Generalitat de que sea proclamada, ilegalmente, la independencia de Cataluña.” Es decir, “ilegalmente” ¿significa que se puede proclamar la independencia siempre que sea con Su permiso y así ya es legal? El discurso continuaba con una proclama que no dejaba de ser contradictoria:
“A los ciudadanos de Cataluña –a todos− quiero reiterarles que desde hace décadas vivimos en un Estado democrático que ofrece las vías constitucionales para que cualquier persona pueda defender sus ideas dentro del respeto a la ley. Porque, como todos sabemos, sin ese respeto no hay convivencia democrática posible en paz y libertad, ni en Cataluña, ni en el resto de España, ni en ningún lugar del mundo. En la España constitucional y democrática, saben bien que tienen un espacio de concordia y de encuentro con todos sus conciudadanos. Sé muy bien que en Cataluña también hay mucha preocupación y gran inquietud con la conducta de las autoridades autonómicas. A quienes así lo sienten, les digo que no están solos, ni lo estarán; que tienen todo el apoyo y la solidaridad del resto de los españoles, y la garantía absoluta de nuestro Estado de Derecho en la defensa de su libertad y de sus derechos.
Y al conjunto de los españoles, que viven con desasosiego y tristeza estos acontecimientos, les transmito un mensaje de tranquilidad, de confianza y, también, de esperanza. Son momentos difíciles, pero los superaremos. Son momentos muy complejos, pero saldremos adelante.“
La prometida “salida adelante” se ha revelado que es la de la victoria del golpe entonces iniciado por la institución monárquica Generalidad catalana pero ahora dado también por Su propio gobierno sedicioso. Su Majestad ha incumplido Su palabra y nos ha dejado solos a los españoles leales, catalanes o no.
Pero quizás el defecto principal de este discurso borbónico que se ha revelado estupefaciente sea el hecho de entender que lo importante es la ley, la constitución o lo que sea, e independientemente de su naturaleza o contenido. Y eso no es así, ni puede nunca ser así en una civilización digna de tal nombre. La base del Estado es la nación y su legitimidad no se encuentra en establecer o perpetrar leyes sino en defender los intereses del pueblo, de esa nación, empezando por su propia unidad y permanencia ¿O va resultar que con tanta presunta sostenibilidad va a ser precisamente España lo único insostenible? Si hay una ley que abole el delito para ganancia e impunidad del delincuente que la promueve, ¿ya por eso todo está bien?
Pero es que incluso prescindiendo de consideraciones metafísicas, morales o históricas, desde un punto de vista del simple derecho positivo, la constitución dice:
“Artículo 56. 1 El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales…”
Ni unidad ni permanencia. El desempeño real parece ir más dirigido a cohonestar o al menos disimular el golpe en curso que está perpetrando Su propio gobierno que a combatirlo. El PSOE y el imperio son los auténticos pilares políticos del sistema borbónico. Sabemos que muchas cosas han cambiado en este calamitoso siglo XXI. La socialdemocracia fabiana tradicional está siendo arrumbada por la plutocracia internacional para dar paso a la disolución de los Estados. Pero la paradoja de don Felipe es que sin Estado nacional tampoco va a haber jefe de lo que no existe, ni Monarquía como forma de gobierno, ni Corona y a la heredera le va a quedar muy poco que heredar. Además del precedente de su bisabuelo don Alfonso XIII que en Sus prisas por huir se dejó a Su familia atrás, están los del rey don Rodrigo o de Boabdil El Chico. Además de ser lo justo, su propia conveniencia estaría en servir a la Patria antes que a sus enemigos. No parece que deba fiarse demasiado del Club Bilderberg, ni de Davos, ni de la Agenda 2030 que homenajea de modo tan complaciente.
Insisto, si esto sigue así, ¿con qué ordenamiento constitucional y de qué parte de España piensa que va a poder reinar?
Felipe VI tiene un futuro muy negro sobretodo a nivel legal porque se le va a procesar.