Artículo de Alfonso de la Vega
“Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande es una mentira más gente la creerá” (Joseph Goebbels, asesor póstumo del sanchismo).
El socialismo español se mueve entre la impostura, la traición y la mera delincuencia. Una de las banderas que se apropia y mancha es la del genuino feminismo, el del mérito. A una primate del feminismo impostado socialista, antigua ministra, la han nombrado presidente del Consejo de Estado. En tiempos de la «oprobiosa» se decía que “el Consejo de Estado era una institución que servía para reunirse una vez al año para escuchar al aconsejado.” Se trata de una institución que cada vez se parece más a una especie de cementerio de elefantes o elefantas. O a un trastero o desván para guardar cachivaches inútiles o deteriorados que estorban en el piso.
Hoy es noticia porque ha sido nombrada para presidirlo a una medio analfabeta socialista en su versión de enmucetada catedrática universitaria, que con estos primates encaramados en las cátedras así podemos comprender cómo está la universidad española actual. Como ya explicaba con toda lucidez Miguel Espinosa: “La más alta corrupción consiste en pudrir el entendimiento. La memez aislada y abandonada, no genera sino sandeces, pero enmucetada y condecorada produce colaboracionistas.”
Célebre por un cierto feminismo con irresistible querencia a los más robustos guardaespaldas u hombres de estaca, la flamante jefa de consejeros del reino tras su paso por la Junta andaluza de los desfalcos debutó como excelentísima ministra de la Corona en los terribles tiempos de ZP, el satánico beneficiario del 11M. Por si no hubiéramos tenido bastante penitencia fue nombrada vicepresidente en el gobierno del doctor falsario hasta caer en desgracia al alborotar y poner en riesgo cierto gallinero de votos tras una riña enconada con una no menos feminista ministra pro pederasta y suelta violadores. Desde ahora adorna su currículo de preciosa ridícula en esta nueva pintoresca etapa.
Autora de frases célebres en la historia del pensamiento político como la tan repetida y practicada de “el dinero público no es de nadie” los que han podido leer su tesis doctoral se hacen cruces de que lograse sacar un aprobadillo de misericordia o por lo que quiera que fuera. Plagada de faltas de ortografía y tan farragosa como sus anacolutos orales que enlazaba uno después de otro en rosario imparable, muestra un algoritmo mental gripado, lo que indicaría que al menos tiene el mérito de haber salido de su recalentada minerva y no estaría copiada como la de otros encumbrados y enmucetados próceres socialistas encaramados a lo más alto de la cucaña gubernamental.
Es una eximia jurista de firmes y sólidas convicciones. Un ejemplo. Ha pasado de decir que «La amnistía no es posible en nuestro país ni en ninguna democracia, porque la amnistía borra el delito, lo que significa que el poder judicial no existe». A esta otra afirmación no menos contundente aunque opuesta: «Jurídicamente es viable aquí y en cualquier democracia. Tiene que ser sometido al debate de las Cortes Generales y aprobado por el pueblo español, representado en las Cortes por nuestro Tribunal Constitucional. Eso es impecable jurídicamente».
Coautora del expolio del Archivo de Salamanca, según sus hagiógrafos más alabanciosos la Calvo incluso ha escrito un libro sobre Clara Campoamor. Una calumnia insidiosa, casi un delito de odio propio de la extrema. Noticia falsa que es preciso desmentir con la más absoluta contundencia. No hay que exagerar. En realidad la cosa se reduce a que la Calvo pergeñó una breve introducción a un libro colectivo sobre una gran figura de merito, esa sí, de la política y las letras españolas como fuera doña Clara Campoamor.
Una de las mañas gobbelsianas más utilizadas por el corrompido socialismo español consiste en transferir la credibilidad de los símbolos más nobles o prestigiosos a su averiada mercancía política.
Pero Clara Campoamor se encuentra en las antípodas espirituales, morales, intelectuales y políticas de la catedrática socialista y su banda. Contra el rojerío en general se atrevió votar en el Congreso a favor de instaurar el sufragio femenino. Republicana conservadora dejó en evidencia a las diputadas rojas Victoria Kent y Margarita Nelken, presuntas feministas impostadas que votaron en contra de la mujer.
Clara Campoamor fue una feminista de verdad. No es de extrañar que escribiera una sugestiva biografía de otra feminista de gran mérito. Una extraordinaria monja mejicana de la segunda mitad del siglo XVII. Nada más y nada menos que Sor Juana Inés de la Cruz. Hija de un vasco y de una dama mejicana de procedencia española fue una niña precoz. Con cuatro añitos leía perfectamente. Con dieciséis se enfrentó con inopinado éxito a una especie de tribunal dirigido a frenarla compuesto por cuarenta severos varones ilustrados. Fue un personaje renacentista a su manera, cultivó Letras y Ciencias con enorme talento.
Juana, una mujer de gran belleza e inteligencia decidió meterse monja para disfrutar de una mayor libertad y poder cultivar sus dones.
Pero tras un debate con un jesuita presuntuoso y machista del que salió victoriosa se ganó el rechazo de su obispo celoso de lo que llamaba sus “varias presunciones intelectuales”. Sor Juana renunció a sus trastos intelectuales para cultivar la caridad. Murió muy joven víctima de la peste cuando cuidaba heroicamente de sus hermanas jerónimas. Una gran pérdida para la Cultura española.
Acaso de modo premonitorio su famoso poema Primero Sueño escrito al modo gongorino terminó como pesadilla.
Si Clara Campoamor merece glosar la figura señera de Sor Juana Inés de la Cruz, más valdría que la Calvo se hubiera olvidado de la diputada republicana para no ensuciar su nombre.
El verdadero feminismo en cuanto que la mujer da la vida conserva una legítima inquietud espiritual. Una forma de abordar el misterio de lo numinoso. Un modo de superar la barrera de investigación que se habría cerrado con el silencio impuesto a sor Juana Inés de la Cruz en los tiempos del virreinato durante el reinado de Carlos II, El Hechizado. El vuelo fallido del citado Primero sueño en busca del Conocimiento, probablemente extraviado en vericuetos gongorinos, del que montada en su particular Clavileño nos habla la intrépida Musa Dezima mejicana. Es posible que sus inquietudes hubieran quedado atrapadas en el ámbar de una espiritualidad no evolucionada, en “una república de hombres encantados que viven fuera del orden natural” como ya decía González de Cellórigo. Pero el súbito desencantamiento histórico del Siglo de las luces causaría más de un deslumbramiento lamentable en su búsqueda de luminarias sustitutivas del Sol interior. Ahora, el neomarxismo actual lo ciega con su negra y fatídica sombra. Es el feminismo arma del Poder contra el Espíritu y la Vida.
Sea como sea, al sufrido lector que haya tenido la paciencia de llegar hasta aquí le rogaría que pese a todo no desespere. Que los agentes de la Mentira no prevalecerán sobre la gran Tradición española, que por su incardinación con el Espíritu podrá sobrevivir a los impostores actuales dueños de las instituciones y manipuladores de la condición femenina.
Amén.
Esta señora tendría que estar entre rejas YA si los jueces tuvieran un minimo de dignidad.
Esta criminal es la ideologa de muchas falsas leyes que han destruido lo poco que quedaba de la Justicia.
Y ya es hora de que alguien decente la ponga en su lugar como dice Sanchez caiga quien caiga empezando por todos. Los montajes de Abalos, Rubiales, falsos juicios como el de Alvés con sentencias amañadas no van a durar, la gente ya duda por lo tanto os queda muy poco y cuando se destapen todos vuestros delitos que son muy graves la que os espera pero no solamente va a ser eso sino que lo que los gitanos llaman mal de ojo ya lo teneis, la que os espera.
Que está tía,la Calvo hablé de personajes femeninos tan nobles,es como anillo de oro en ocico de cerdo…en este caso de cerda.
Ella tambien va a tener su lugar en la historia como Carmen la loca, como uno de los personajes más siniestros de España va a ser famosa e historica.
Psicópata y satánica, ideal para sicaria de la élite ¡Ay que ver, Carmen, pa lo qu’hah quedáo!»