Artículo de Alfonso de la Vega
“Santa Fe de TIERRA FIRME,- arenales, pitas, manglares, chumberas, – en las cartas antiguas Punta de las serpientes.«
Venenosa, violenta, traicionera, peligrosa, arrastrada por las más bajas pasiones, repta la vieja sierpe engañosa en el antiguo monasterio desamortizado de frailes convertido en el Cuartel del Presidente Tirano Banderas.
Son ya muchos los humillados y ofendidos, cada vez está más cerca un Coronelito de la Gándara que ponga fin a tanto atropello.
Prólogo
Tirano Banderas, en la remota ventana, era siempre el garabato de un lechuzo. Se retiró de la ventana para recibir a una endomingada diputación de la Colonia Española.-El abarrotero, el empeñista, el chulo del braguetazo, el patriota jactancioso, el doctor sin reválida, el periodista hampón, el rico mal afamado, se inclinaban en hilera ante la momia taciturna con la verde salivilla en el canto de los labios-. Don Celestino Galindo, orondo, redondo, pedante, tomó la palabra, y con aduladoras hipérboles, saludó al glorioso pacificador:
La Colonia Española eleva sus homenajes al benemérito patricio, raro ejemplo de virtud y energía, que ha sabido restablecer el imperio del orden, imponiendo un castigo ejemplar a la demagogia reaccionaria. ¡La Colonia Española, siempre noble y generosa, tiene una oración y una lágrima para las víctimas de una ilusión funesta, de un virus perturbador! Pero la Colonia Española no puede menos de reconocer que en el inflexible cumplimiento de las leyes está la única salvaguardia del orden y el florecimiento de la República.
La fila de gachupines asintió con murmullos:-Unos eran toscos, encendidos y fuertes: Otros tenían la expresión cavilosa y hepática de los tenderos viejos: Otros, enjoyados y panzudos, exudaban zurda pedancia. A todos ponía un acento de familia el embarazo de las manos con guantes-. Tirano Banderas masculló estudiadas cláusulas de dómine:
Me congratula ver cómo los hermanos de raza aquí radicados, afirmando su fe inquebrantable en los ideales de orden y progreso, responden a la tradición de la Madre Patria. Me congratula mucho este apoyo moral de la Colonia Hispana. Santos Banderas no tiene la ambición de mando que le critican sus adversarios: Santos Banderas les garanta que el día más feliz de su vida será cuando pueda retirarse y sumirse en la oscuridad a labrar su predio, como Cincinato. Crean, amigos, que para un viejo son fardel muy pesado las obligaciones de la Presidencia.
Pues, como les platicaba, el corazón se destroza, y las responsabilidades de la gobernación llegan a constituir una carga demasiado pesada. Busquen al hombre que sostenga las finanzas, al hombre que encauce las fuerzas vitales del país. La República, sin duda, tiene personalidades que podrán regirla con más acierto que este viejo valetudinario. Pónganse de acuerdo todos los elementos representativos, así nacionales como extranjeros…
Hablaba meciendo la cabeza de pergamino: La mirada, un misterio tras las verdosas antiparras. Y la ringla de gachupines balanceaba un murmullo, señalando su aduladora disidencia. Cacareó Don Celestino:
¡Los hombres providenciales no pueden ser reemplazados, sino por hombres providenciales!
La fila aplaudió, removiéndose en las losetas, como ganado inquieto por la mosca.
Diálogo con oligarca
Don Celes, para esa política preciso un gordo amunicionamiento de plata. ¿Qué dice el amigo?
Don Celes soplábase los bigotes escarchados de brillantina y aspiraba, deleite de sibarita, las auras barberiles que derramaba en su ámbito. Resplandecía como búdico vientre, el cebollón de su calva, y esfumaba su pensamiento un sueño de orientales mirajes: -La contrata de vituallas para el Ejército Libertador.-Cortó el encanto Tirano Banderas: -Mucho lo medita, y hace bien, que el asunto tiene toda la importancia. Declamó el gachupín, con la mano sobre la botarga:
Mi fortuna, muy escasa siempre, y en estos tiempos harto quebrantada, en su corta medida está al servicio del Gobierno. Pobre es mi ayuda, pero ella representa el fruto del trabajo honrado en esta tierra generosa, a la cual amo como a una patria de elección.
Generalito Banderas interrumpió con el ademán impaciente de apartarse un tábano:
¿La Colonia Española no cubriría un empréstito?
La Colonia ha sufrido mucho estos tiempos. Sin embargo, teniendo en cuenta sus vinculaciones con la República…
El Generalito plegó la boca, reconcentrado en un pensamiento:
¿La Colonia Española comprende hasta dónde peligran sus intereses con el ideario de la Reacción? Si lo comprende, trabájela usted en el sentido indicado. El Gobierno sólo cuenta con ella para el triunfo del orden: El país está anarquizado por las malas propagandas–. Por eso le decía que a los científicos hay que darles puestos fuera del país, adonde su talento no sea perjudicial para la República.
El Fin
En la primera acometida se desertaron los soldados de una avanzada, y desde la torre fue visto del Tirano:
-¡Puta madre! ¡Bien sabía yo que al tiempo de mayor necesidad, habíais de rajaros! ¡Don Cruz, tú vas a salir profeta!
Eran tales dichos porque el fámulo rapabarbas, le soplaba frecuentemente en la oreja cuentos de traiciones. A todo esto no dejaban de tirotearse las vanguardias, atentos los insurgentes a estrechar el cerco para estorbar cualquier intento de salida por parte de los sitiados. Habían dispuesto cañones en batería, pero antes de abrir el fuego, salió de las filas, sobre un buen caballo, el Coronelito de la Gándara. Y corriendo el campo a riesgo de su vida, daba voces intimando la rendición.
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En esto, dando una arremetida más larga de lo que cuadraba a la defensa, se pasó al campo enemigo el Mayor del Valle. Gritó el Tirano:
-¡Sólo cuervos he criado!
Y dictando órdenes para que todas las tropas se encerrasen en el convento, dejó la torre. Pidió al rapabarbas la lista de sospechosos, y mandó colgar a quince, intentando con aquel escarmiento contener las deserciones:
-¡Piensa Dios que cuatro pendejos van a ponerme la ceniza en la frente! ¡Pues engañado está conmigo!
Hacía cuenta de resistir todo el día, y al amparo de la noche intentar una salida.
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Mediada la mañana, habían iniciado el fuego de cañón las partidas rebeldes y en poco tiempo abrieron brecha para el asalto. Tirano Banderas intentó cubrir el portillo, pero las tropas se le desertaban, y tuvo que volver a encerrarse en sus cuarteles. Entonces, juzgándose perdido, mirándose sin otra compañía que la del fámulo rapabarbas, se quitó el cinto de las pistolas…
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Tirano Banderas salió a la ventana, blandiendo el puñal, y cayó acribillado. Su cabeza, befada por sentencia, estuvo tres días puesta sobre un cadalso con hopas amarillas, en la Plaza de Armas: El mismo auto mandaba hacer cuartos el tronco y repartirlos de frontera a frontera, de mar a mar. Zamalpoa y Nueva Cartagena, Puerto Colorado y Santa Rosa del Titipay, fueron las ciudades agraciadas.
Por la trascripción de Valle Inclán, Alfonso De la Vega