Hay algo que nos está llamando la atención de las movilizaciones que se están produciendo en España en las últimas semanas: al contrario de lo sucedido con todas las de la farsemia, en estas hay una gran cantidad de gente joven protestando. Y si tenemos en cuenta lo sucedido a lo largo de estos tres últimos años, imaginen por todo lo que habrán pasado muchos de ellos a lo largo del final de su adolescencia y ahora que empiezan a ser adultos.
Quien no quiera ver todavía cómo se trató a los niños y a los adolescentes a lo largo de la farsemia es que es rematadamente idiota. Si tenemos en cuenta que cualquiera podía sacar a pasear a su perro, pero no podía sacar a pasear a sus hijos e incluso se precintaban los parques de los niños, podrá imaginar que detrás de todo lo sucedido había un componente satánico que buscaba destrozar la vida a los más pequeños.
Después se les acusó de contagiar e incluso matar a sus abuelos. Y todo ello para meterles el veneno, a pesar de que siempre se dijo que ellos no sufrirían ningún daño con el bicho imaginario.
Ahora muchos de ellos son, legalmente, mayores de edad y han decidido salir a las calles a protestar, como es lógico. Y a pesar de hacerlo de forma pacífica, vuelven a sufrir a este satánico sistema a través de unos esbirros a los que se les debe haber inoculado algo para que no tengan ni sentimientos, ni alma.
Por suerte, a pesar de todo lo que se les ha hecho, a pesar de haber sufrido una educación en los colegios con la que se les intenta manipular e ideologizar, muchos de ellos se resisten a someterse a este sistema criminal y se rebelan ante los dictadores.
El futuro es suyo y es nuestra obligación dejarles una nación que sea similar, al menos, a la que hemos disfrutado nosotros. Si bien es cierto que el sistema que sufrimos siempre ha sido el mismo, no es menos cierto que ahora ha pisado el acelerador y nos ha llevado a sufrir su peor cara.
Ya que no fuimos capaces de protegerles y apoyarles cuando eran niños y les encerraron, hagámoslo ahora como padres que somos.