¡Hay que matar a los viejos que quedaron vivos tras la masacre de 2019 en residencias de ancianos y hospitales! El genocidio para justificar la existencia de un virus mortal y un cambio de paradigma social no debería quedar en el olvido en una sociedad mínimamente empática, que considera la vida como el bien mayor al que tenemos derecho por ley natural, muy anterior al derecho positivo. Pero no es el caso. Las sociedades del bienestar se han ido encanallando y han sustituido los valores tradicionales que nos ennoblecen, por ideas y actitudes más propias de etapas de barbarie que de sociedades avanzadas donde prime la evolución en un sentido amplio de superación en todos los niveles. Hace siglos que hemos abandonado el canibalismo, pero todos los indicadores apuntan al inicio de un camino de regreso. La Cultura de la Muerte se impone en estos tiempos de transición al transhumanismo, es decir, a una sociedad de hombres máquina de almas calcificadas y conciencia hibernada, donde los conceptos del Bien y el Mal serán solo reminiscencias del pasado.
Las leyes nazis que legalizaron la muerte de los viejos, enfermos e imperfectos, que tanto escandalizaron al mundo, retornan con fuerza, pero no como castigo, sino como una suerte de regalo de fin de etapa a unas vidas, las más de las veces, tintadas con el pincel de la adversidad, las cuestas arriba y el sacrificio. La distopía y el disparate han llegado al extremo de incluir la muerte provocada en el paquete de medidas para viejos, enfermos y discapacitados. Todos ellos tienen vidas sin valor, según la nomenclatura nazi. ¡Qué pena de humanidad! Pena y rabia a la vez, ante un sistema tenebroso seducido por la muerte.
Durante las nefastas legislaturas de Rodríguez Zapatero se redactó un proyecto de ley de eutanasia que quedó congelado hasta la llegada de Pedro Sánchez. Algunos ingenuos aún creen que eso de matar bebés en gestación y viejos es cosa de socialistas y comunistas, pero no. Desgraciadamente, la conjura contra la vida y sus leyes de apoyo, son planes sociales que se han ido imponiendo mediante técnicas de manipulación, a través de eufemismos, mentiras y conceptos falsos.
Bajo el eufemismo “muerte digna” se esconde un plan de asesinato de inocentes, con una inyección de punto final; paradójicamente, el mismo método que se emplea con los facinerosos condenados a la pena capital en los países donde existe la pena de muerte. ¡Siento escalofríos al escribir esto! Las muertes por eutanasia son, en definitiva, asesinatos blanqueados, perpetrados por señores de bata blanca que, supuestamente, un día asumieron el Juramento Hipocrático. Pero para llegar a este punto, los “asesores de la muerte” han tenido que convencer –cuando no acosar— al paciente de que su vida ya no merece la pena; todo ello con argumentos aderezados de falsa piedad y compasión. Muchas veces, debido al grado de encanallamiento al que aludí en líneas anteriores, es la misma familia quien pide el golpe de gracia para su ser “querido”, y, en ocasiones, es incluso el viejo o enfermo quien manifiesta el deseo de morir.
Pero en la aceptación y petición de la eutanasia subyacen varias causas. La primera es la falta de fe en la trascendencia. Si un ser humano no sabe o no cree que, aparte de su cuerpo físico, tiene un componente divino e inmortal, es un huérfano en el desierto. Si cuando la persona envejece, el único activo es la piel arrugada, la falta de movilidad y el cerebro deteriorado, no es de extrañar que pida la eutanasia o se suicide ella misma ante la falta de expectativas. En cambio, la persona que sabe que está de paso en este peregrinaje misterioso, y que la muerte es un cambio de vibración a otro nivel de conciencia, deseará vivir los últimos momentos preparándose para la gran fiesta de la trascendencia.
El viejo o enfermo puede pedir la eutanasia porque se encuentra en una situación psicológica vulnerable, o porque desconoce los principios morales que ello implica, máxime si quienes le rodean ejercen presión sobre él a favor de la eutanasia o el suicidio asistido.
El dolor intenso también puede provocar que el enfermo desee morir. En la actualidad, con el avance en cuidados paliativos, no deberían darse estas situaciones. Otra cosa distinta es el sufrimiento. En general, el dolor está asociado al plano físico, y el sufrimiento a la psique. Los especialistas tienen una máxima: “Contra el dolor, analgésicos; contra el sufrimiento, amor”.
Muchos enfermos piden la eutanasia porque no se sienten queridos; porque sienten que son algo gravoso para sus familiares; porque perciben –y a veces oyen—que estos están esperando el fin de una situación a la que tienen que dedicarle parte de su tiempo. En ocasiones, algunos enfermos sugieren a sus familiares que pidan la eutanasia para comprobar su reacción. En países que no tienen sanidad pública solicitan morir para no ser una carga económica.
“La depresión clínica es generalmente una disfunción bioquímica. Si se trata la depresión y se aplican los cuidados paliativos, se le quitan al enfermo las ganas de morir”. Me lo dijo hace años el médico de urgencias Francisco Aramburu, cuando investigaba para mi libro La dignidad de la vida humana.
A la doctora Johanna Groen-Prakken [1], psicoanalista y defensora de la eutanasia, miembro de la Sociedad holandesa por la eutanasia voluntaria (NVVE), le preocupa que muchos médicos no sepan la relación directa entre el deseo de morir y la depresión, y los cambios que puede experimentar el paciente tras un tratamiento adecuado. Demuestra la doctora el aserto con la historia de su tío que, tras haberle sido diagnosticado un cáncer de colon, cayó en una gran depresión, dejó de comer y le pidió que le asistiera en el suicidio. Ella le dijo que siempre estaría a tiempo de suicidarse, pero que primero debería cambiar el estado de ánimo. Le prescribieron un tratamiento y lo trasladaron a un lugar más agradable. Cuando lo visitó al poco tiempo lo encontró fumándose un puro y ya había abandonado la intención de suicidarse. A los dos años tuvo metástasis, pero no solo no quería suicidarse, sino que le preocupaba que le aplicasen la eutanasia involuntaria. Tenía miedo de que sus familiares le diesen pastillas para adelantar su muerte y heredar sus bienes. Su familia le dijo que deseaban que estuviese mucho tiempo con ellos.
Esta doctora se muestra preocupada por la escasa sensibilidad que muestran los médicos a la hora de intuir el miedo de los pacientes a que les quiten la vida o que aceleren su muerte. Considera un peligro la alegría con la que muchos facultativos jóvenes ayudan a la gente a morir. Ella considera que el protocolo debería contemplar la consulta por parte del médico a dos expertos con al menos veinticinco años de experiencia médica. En cualquier caso, hay que tener presente que “morir dignamente” es vivir con dignidad los últimos momentos de la vida.
La eutanasia es uno de los males de nuestro tiempo. Los médicos que la practican suelen tener vidas oscuras, problemas mentales y depresión. El señorito “andalú”, Mariano Bonilla, no tiene ni idea del marco de muerte que está creando en Andalucía. ¿O sí? Nada menos que la “solución final hitleriana” a domicilio. Escándalo comparable a las sedaciones del doctor Montes en el hospital Severo Ochoa de Leganés, que tanto aplaudió Rodríguez Zapatero. ¡Y eso que la derecha presumió algún día de ser la depositaria de los valores cristianos! No se diferencian de la tropa comunista. Son viles engañadores que el voto en los obispados y en los conventos de monjitas inocentes. ¡Qué vergüenza de sátrapas! ¡Qué asco todo!
NOTAS:[1] Herbert Hendin, Seducidos por la muerte, Ed. Planeta, Barcelona, 2009.
Buen artículo , la cultura de la muerte se ha instalado en este mundo, de manera especial en España, todo forma parte de la Agenda siglo 21 que firmaron unos cuantos países en los años 90 con esa organización mafiosa y criminal que es la ONU que junto con la OMS, fueron creadas para el nuevo orden mundial comunista tecnocrático totalitario, eso que ahora llaman llaman nueva normalidad y que las masa ven normal que mueran de manera repentina deportistas, adultos, jóvenes y niños, los más creyentes de esta distopia son los jóvenes universitarios que ya han sido adoctrinados desde que empezaron en los colegios para que aceptaran y creyeran las mentiras de los gobiernos, poco hay que hacer en está nación en la que muchos ya no tienen alma ni corazón y han perdido la razón.
Lo de la mujer de moreno bonilla tiene pinta de ser otro caso Koldo tapado…
Ni olvido ni perdon las almas de los desencarnados ya estan actuando y el Diablo se viene a cobrar las deudas muy pronto.
Así es,las campañas políticas ya no son lo que eran.Ahora ofertan desde abortos asistidos,eutanasias,violaciones de menas,en fin que más,que políticos se están transformando en verdugos de partidos homicidas.
Expolios, telemanipulación infernal masiva, cárceles de 15 minutos, geoingeniería involutiva, exterminio del medio rural, bombas de relojería en forma de inyecciones obligatorias y campos electromagnéticos, esclavización, infrahumanización,… Han vendido su alma al diablo y no nos hemos dado cuenta aún
Sobre este personaje, Moreno Bombilla, podría hablar largo y tendido.
Pero es un globalista indecente, con lo que queda todo dicho. EL autobús ese podría ir empezando pro las casas de todos los políticos y chusma variada como Moreno Zapatilla…