Desde el año 2020 tenemos un gobierno y un presidente que parecen hacer leyes en adoración a la muerte, nada extraño en el marco de la agenda 2030, de carácter marcadamente satánico. Comenzamos por la plandemia y el encierro en las casas por orden del Caudillo Pedro Sánchez, condenando a los españoles a la angustia y al terror, una de las causas que reduce la eficacia del sistemas hipotalámico e inmunológico, lo cual genera enfermedades y muertes de manera más fácil. Otro de los remedios fueron sus mal llamadas vacunas, que hace que en España haya 40.000 fallecidos más cada año, sin que nadie haga ni un mínimo análisis al respecto. La alimentación con insectos en forma de harinas, los impulsos porque no comamos carne, el deterioro de la agricultura y, lo más gordo, los tratamientos criminales, ordenados por la Organización Mundial de Sicarios u OMS, aún vigentes, son otros apéndices de las intenciones genocidas del gobierno de España.
Pero, mis queridos lectores, me he dejado en el tintero un tema si cabe más sangrante y delicado, uno de esos que no se toca y nos meten sin que nos demos cuenta, como haría el buen asesino que te da el veneno por pequeñas dosis, sin que te des cuenta y mientras duermes plácidamente. Me refiero a la eutanasia, sí, a ese derecho a la muerte digna, que ellos llaman (en un intento de llevarnos a ella, pues deben de estar muy preocupados y ansiosos porque no consiguen reducir la población mundial de un golpe, como ellos quisieran), en un burdo ejercicio de neolenguaje, en el que confunden dignidad con mentira, ocultándola de este modo e impulsando, en el escenario perfecto, la orquestación de su propósito, tal como hicieron con la sucia y repulsiva plandemia. ¿Casualidad, coincidencia? Luego verán que no.
La LORE, o Ley de Eutanasia, LO 3/2021 de 24 de marzo, define el padecimiento grave, crónico e imposibilitante, en su artículo 3, apartado b como “situación que hace referencia a limitaciones que inciden directamente sobre la autonomía física y actividades de la vida diaria, de manera que no permite valerse por sí mismo, así como sobre la capacidad de expresión y relación, y que llevan asociado un sufrimiento físico o psíquico constante e intolerable para quien lo padece, existiendo seguridad o gran probabilidad de que tales limitaciones vayan a persistir en el tiempo sin posibilidad de curación o mejoría apreciable. En ocasiones puede suponer la dependencia absoluta de apoyo tecnológico.” Se preguntarán a qué se refiere esta norma. La eutanasia ha de estar autorizada por un médico, algo que lo hace aún más grave por las implicaciones jurídicas.
Hace algunos años tuve un paciente, cuyo anonimato me reservo, el cual fue diagnosticado como psicótico y esquizofrénico por un psiquiatra. Hablé con él y me percaté de que aquél estaba completamente errado, dada la fluidez y lógica con la que se expresaba, aparte de que su comportamiento mostraba una elevada inteligencia. Pasó por mi consulta y logré que dejara la medicación, se curara de sus traumas mediante hipnosis de diversos y tipos y que volviese a su vida normal. Su verdadero diagnóstico era Trastorno Obsesivo Compulsivo, el cual se cura. Finalmente dejó todo su tratamiento e incluso de visitar al psiquiatra. Es obvio que es de imaginar que el sufrimiento de este joven era insoportable, pero tuvo solución. Muchos profesionales de la salud confunden la depresión con la psicosis y cuando te tratan lo primero te meten lo segundo, creando un problema que antes no existía, la esquizofrenia, todo ello sin contar con los efectos secundarios de estos remedios profilácticos tan dañinos. Si para algo sirve la medicación es para aliviar síntomas, pero no los elimina y crea una adicción que hace que éstos se intensifiquen cuando dejan de tomar las famosos píldoras. ¿Es esto curar o matar? No estoy en contra de la psiquiatría, ciencia necesaria donde las haya, pero no estoy para nada de acuerdo con que suplante a la psicología, al arte de sanar y mucho menos que conduzca a la población al sufrimiento, a la depresión y al suicidio porque se puede considerar un tipo genocidio.
Regresemos al artículo de la LORE y centrémonos en estas palabras: “(…) que llevan asociado un sufrimiento físico o psíquico constante e intolerable para quien lo padece, existiendo seguridad o gran probabilidad de que tales limitaciones vayan a persistir en el tiempo sin posibilidad de curación o mejoría apreciable. En ocasiones puede suponer la dependencia absoluta de apoyo tecnológico”. ¿No coincide todo esto con lo anteriormente mencionado? Es una de las razones por la que una persona puede solicitar el derecho a la eutanasia. Nos podríamos preguntar si este tipo de tratamientos no es una excusa para aplicar este apartado de la LORE.
Ya se han dado varios casos en Europa, dos en los Países Bajos y uno en Bélgica. En este último país, Emily, la solicitó, se echó para atrás, pero dos años después insistió y, finalmente, la mataron (o eufemísticamente, se mató por decisión propia). En los Países Bajos hay dos casos llamativos: el de Noe Pothoven, de 17 años, en el año 2019, y el Aurelia, justamente por sufrir de psicosis (no se sabe si causada por la medicación a la que fue sometida). El hecho es que, aparte de estos Estados, Canadá y España tienen normas al respecto; es decir que éste nos facilita el hecho de quitarnos del medio si no aguantamos más la situación.
Esto no es tan extraño hoy en día: crisis económica, paro, miedo, incertidumbre, imposibilidad de planificar tu vida, soledad, vivir en una sociedad hostil y agresiva que nos obliga a ser resiliente (me encanta esa palabra) y que no nos da apenas salida a muchos de nuestros problemas del día a día, no ya sin mencionar si tenemos traumas emocionales y estamos marcados por alguno de ellos (como muchos de nosotros), en un marco donde la ansiedad se vuelve líquida, difícilmente identificable por una razón (normalmente no tenemos la capacidad de adjudicarla a un hecho cierto y lógico, dado que ésta ha sido anulada por la ingeniería de masas, que desea llevarnos al abismo del dolor) y finalmente, la decisión final que es que “ya no aguanto más”, donde muchos encuentran confort en la ley de eutanasia.
En el gobierno de la muerte, ésta se disfraza de nuestro bellísimo ángel salvador, con ropa blanca que nos alivia del dolor y nos dice: “Todo tiene solución y yo, como especialista puedo ayudarte a que dejes de sufrir en este mundo al que no te adaptas”. ¿No será la intención oculta eliminar a ese sector de la población que no es feliz a un mundo que parece estar esculpiendo el mismo demonio, haciendo que quienes no lo soporte decidan quitarse la vida y por la vía legal, que las normas nos permiten y facilitan, para ocultar las cifras de suicidios en España, más de 4.000 casos en nuestro país y cuyo 75% son hombres?
Analizar este tema en profundidad pone los pelos de punta por la maligna intención que se oculta detrás de los derechos, de ese Estado justo y de derechos (vuelvo a repetir) que nos venden desde el gobierno, cuando lo que siguen y persiguen no es la vida sino la muerte, y, para ser más exacto, la nuestra.