miércoles, diciembre 31, 2025
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Feminismo NO. Patriarcado SÍ

Varón actual (preferentemente blanco), pues. Betas, grosso modo, bragas, planchabragas: débil y debilitado y ausente, desidioso y desmotivado, payaso y bufón, imbécil y deconstruido. Afeminado, claro, sin olvidar por supuesto los disruptores endocrinos, puro estrógeno en venas. Ellas, entonces: atacando sin disimulo su maternidad: heroínas, todopoderosas, definitivamente masculinizadas, despojadadas completamente de su esencia (¿entre comillas?). Sola y soltera, soltera perpetua, alcohólica y drogota (por lo ilegal o lo legal con psicofármacos a tutiplén) en tantos momentos, puro control mental y lavado de cerebro, curra más que el macho, esclava y muy dócil a la presente mutación capitalista, sus sueños de maternidad y familia son eclipsados por las salaces e hipersexualizadas búsquedas de bienes materiales y suculentos momentos sin fin en la gran ciudad. Todo hábil y malignamente diseñado para reducir el impulso de apareamiento en la mujer. Se mantiene a la hembra de la especie sapiens sapiens lo más ocupada posible, alejada de cualquier pensamiento sobre la familia, los críos o la aceptación de su verdadero rol cósmico femenino dentro de la tribu. Las hembras contemporáneas, vivaqueando alrededor de la fiesta, la ilimitada y narcisista y psicopática autogratificación y el sexo, por supuesto. Cuando deciden al fin aparearse, anhela hacerlo con parejas fuertes física y mentalmente, nada frecuentes hogaño debido a la ingeniería social anti-masculina puesta en marcha desde hace decenios. Las mujeres se vuelven cada vez más plásticas, atacando sus propios pechos y otros decisivos rasgos de feminidad, dentro de una agenda transhumanista en constante aceleración. Memento experimento Universo 25: se les dio a los ratones una ciudad de diversión, autogratificación y hedonismo sin fin. Comida, sexo y entretenimiento eran casi infinitos, puro acabose, claro: la inmensa, inmensísima mayoría de las hembras hoy en día se lustran hasta la muerte y estamos muy por debajo de los niveles básicos de reemplazo reproductivo (otros pueblos más fértiles y fuertes nos reemplazarán, obvio). La mujer autocomplaciente de hoy, autoestima por los suelos, envenenándose y descuartizándose, esquizo perdida, modelos estéticos inalcanzables, atiborrada de imágenes en redes – y donde se tercie – de otras mujeres que tienen vidas mucho «mejores» – falsas, fraudulentas y fabricadas – que ellas. en frenéticos estados de bancarrota y toxicidad emocionales. Nuestras pantallas tecnológicas son  evidentísimos dispositivos para lanzar hipnóticos hechizos de magia negra. Sí, estamos en una batalla histórica contra el mal, todos nosotros… no solo la mujer. Tasas de natalidad desplomadas, nuestros hijos están siendo devastados – sobresaliendo los sistemas de «sanidad» y «educación» – a medida que la fuerza cósmica femenina es brutalmente engañada para huir de su ser natural. Las mujeres se despedazan con absurdas y atroces cirugías estéticas, se envenenan cancerosamente con nocivos productos para el «cuidado» personal, beben y se drogan – por lo legal e ilegal – hasta cascarla (o enfermar gravemente) a edades bastante prematuras, además de arruinar a familias enteras en busca de belleza y ocio. Y mientras, las invasiones inmigratorias, reemplazándonos (étnica, racial, religiosa y culturalmente), y en tantos casos ocultados atacando/violando abiertamente a nuestras solteras mujeres urbanas.

 

Cisheteropatriarcado sí, siempre sí

Ser feminista es despreciar la naturaleza objetiva de la sexualidad y de los subsiguientes roles de género. Existe, inequívocamente, una radical y absoluta incompatibilidad intrínseca entre feminismo y naturaleza humana. Y no, no puede haber feminismo y transgenerismo – dos brutales ataques a la naturaleza humana, masculina y femenina – sin destruir primero al patricarcado (cisheteropatriarcado si les mola más). No hay feminismo bueno, porque nada que atente contra la realidad es bueno. Ni en sus orígenes ni hoy, transcurridas ya  casi dos centurias desde el inicio de este liberticida y mendaz movimiento. Eso sí, la década de los sesenta del pasado siglo, al vincularse a la revolución sexual, abisal vuelta de tuerca. Y la incorporación masiva de las mujeres a la fuerza laboral, perfecta para los Rockefeller de turno, proporcionando a los gobiernos el doble de contribuyentes y a las empresas, el doble de trabajadores. 

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Feminismo machista, en nuestras presentes coñocracias. Muy misógino, puro y duro feminicidio: al virilizar a la mujer, haciendo que -de forma inadvertida- ésta asuma la superioridad del sexo masculino al buscar “igualarse” con los varones, prevaleciendo en nuestras disfóricas sociedades una demencial «igualdad» que aspira a ser absoluta, sobre cualquier noción de verdad y/o justicia. Una sociedad que abomina de la feminidad y que exige a las mujeres adoptar metas y comportamientos tradicionalmente masculinos para “ser alguien en la vida”. Una sociedad pues que ya no sabe valorar lo que es ser mujer  -ni, por extensión, lo que es el matrimonio, siempre monógamo, heterosexual e indisoluble, y cuyo principal finalidad es la procreación, tan obvio-. Grosso modo, la mujer no debe trabajar fuera de casa salvo en casos de imprescindible necesidad. Y, por supuesto, debe sujetarse a lo que diga su marido en las cuestiones prudenciales. Y no hay demasiada más cera para arder. Ergo para alumbrar a los «oscuros» feminismos…

Adenda

…¿Pero todavía dudas, viajero, que la virilidad blanca ha sido indispensable para el avance de la humanidad y que hombres y mujeres son distintos – diríase casi opuestos – tanto a nivel psicológico como biológico? En fin.

Luys Coleto
Prófugo de la existencia
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