domingo, diciembre 28, 2025
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El patriotismo y la Corona

Por Alfonso de la Vega

En su discurso navideño don Felipe se ha permitido realizar una crítica no demasiado velada a los movimientos patrióticos emergentes durante su atribulado reinado. No deja de ser sorprendente que al parecer los considere más peligrosos para su Régimen que el contubernio de filoetarras, golpistas, forajidos, corruptos, desfalcadores o similares que apoya al gobierno de la Corona. Pero no está de más un poco de memoria histórica comentada. 

La actual Monarquía fue entronizada por su hoy despreciado benefactor el general Franco de acuerdo con su percepción personal de la Historia de España en la que él mismo se consideraba una forma singular o excepcional de regente del Reino. Así, dentro de los Principios del Movimiento se distinguía entre principios Doctrinales, Orgánicos y Programáticos. En su aspecto “Orgánico” se decía: “La afirmación de que la forma política del estado es la Monarquía tradicional, católica, social y representativa.”

O dicho de otro modo más técnico, con esta definición se trataba de conectar con el dasein heideggeriano, con una forma particular o especial de politeia basada en la tradición histórica de su ser y estar en el mundo.

La posmoderna postura WOKE adoptada por don Felipe y su consorte representa la más contundente negación de estos principios y pone en peligro la propia continuidad histórica de la institución al ligarla a lo contingente más ramplón y sectario, a la conveniencia de los que de un modo u otro desean acabar con la nación española.

De modo que se está incubando un cambio en la percepción acerca de la Monarquía ante la creciente toma de conciencia de que la nación está siendo traicionada y se tiene la sensación de que la Monarquía no solo no se opone a esa traición sino que incomprensiblemente incluso la estaría apoyando con palabras y hechos. Se trata de una cuestión de especial relevancia para los movimientos patriotas que si bien, de modo mayoritario han estado ligados a la Monarquía ahora se platean qué hacer. Entre los que participan del aparato del régimen como VOX se observan crecientes críticas a la Corona, también con significativos silencios cuando los cortesanos ditirambo alabanciosos aplauden.

La Fundación DANAES acaba de publicar un artículo crítico en el que se puede leer:

“la Monarquía no es poder político en sentido partidista, sino principio de permanencia, símbolo de unidad y garantía de continuidad histórica. Su legitimidad no deriva del aplauso circunstancial ni del alineamiento con mayorías parlamentarias efímeras, sino de su capacidad para encarnar aquello que permanece cuando todo lo demás cambia. Por ello, el mayor riesgo para la institución monárquica no proviene de sus adversarios declarados, sino de su instrumentalización política. Vincular la acción del monarca a tendencias ideológicas temporales, o permitir que el régimen de partidos —y muy especialmente el bipartidismo que se consolida en España desde 1975— intente fagocitar la Corona para ponerla al servicio de intereses políticos concretos, supone una grave desviación de su misión histórica. El monarca debe ser garante del principio monárquico, no gestor de consensos partidistas.” 

Y continúa con lo que parece un aviso o advertencia:

“Si quien ciñe la Corona confunde neutralidad con sometimiento, o estabilidad con complacencia hacia el poder político, puede contribuir involuntariamente a dilapidar un legado que no le pertenece en propiedad, sino que custodia en nombre de la nación. 

La Monarquía solo puede sobrevivir —y cumplir su función— si se mantiene fiel a sí misma. Su misión no es adaptarse al clima político del momento, sino resistirlo cuando este amenaza con disolver los fundamentos históricos de la comunidad política. Preservar el principio monárquico es, en última instancia, preservar una determinada idea de España: una nación consciente de su historia, de sus tradiciones y de la necesidad de instituciones que no vivan al ritmo volátil de la política partidista.

La Corona actual con su proceso de “deconstrucción” posmoderna WOKE estaría traicionando su dasein histórico. La permanencia de una serie de valores perennes diferentes de los de la civilización anglosajona. Ahora en nombre de la “libertad” y la creatividad en la posmodernidad, todo está permitido, excepto acaso el Bien, la Belleza, Dios, la Tradición, la Metafísica, el sentido, el arraigo, la moral o la propia identidad. Frente a la Libertad como virtud metafísica las libertades otorgadas o proclamadas se edifican sobre la gigantesca base normativa totalitaria de enormes prohibiciones. Ya no tienes derecho a nada, excepto a la “libertad” otorgada para hacer lo que te mandan y no hacer lo que te prohíben.

En vez de la idea vertical tradicional del eje al cielo del árbol la posmodernidad nos ofrece lo que algunos han venido en llamar el rizoma reticular subterráneo más o menos caótico. Un “vale todo” sin principios, criterios, jerarquías, ni proyectos de vida. La cosmovisión anglosajona propia de sus élites oligárquicas, y financieras, de la plutocracia que imponen a los pueblos sometidos. Es decir lo contrario a la Tradición que debe representar la Monarquía, si es que aún sirviese para algo. Pero hoy aún resulta más necesario que nunca exigir que una de las condiciones de su legitimidad sea que la conducta de la Corona en lo personal e institucional resulte intachable, ejemplar y obedezca esos principios éticos de orden superior.

Ignoro quién o quiénes asesoran a don Felipe pues parecería que buscasen su perdición al ligar su suerte a la del corrompido y liberticida socialismo globalitario. La Monarquía es lo que es y no puede ni debe modernizarse. La auténtica modernización de la Monarquía es la República. 

De modo que para la recuperación de España es condición necesaria pero no suficiente acabar con el sanchismo, que al fin y al cabo no deja de ser producto o resultado de este régimen vicioso y viciado. Ahora bien, incluso aunque sea partidario de la hoy arrumbada Monarquía tradicional, para el emergente movimiento patriótico español se plantea el importante dilema de si debe seguir apoyando al régimen borbónico actual, reformar un poco la constitución, o bien buscar una alternativa nacional republicana como la de otros países de nuestro entorno occidental. La prioridad, lo más importante, es la permanencia de España como nación y el bienestar en libertad de los ciudadanos españoles.

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