En 1933 Stalin decidió eliminar físicamente a los pequeños campesinos, que por su independencia alimentaria eran renuentes a la colectivización.
La GPU (la milicia política), solo fusiló a 5.000. El resto, hasta 7 millones, se murieron ellos solos, de hambre. A ese proceso se lo conoce como “holodomor”, que significa “morir de hambre”.
La GPU, formada por excelentes maridos y amantes padres, virtuosos y obedientes agentes, se limitó a requisar las tierras y las cosechas y confinar a la población.
Christine Lagarde ya nos ha confesado la voluntad de las élites psicópatas a las que obedece, de reducir la población. De momento solo lo dice de los ancianos (excepto ella, naturalmente), pero a buen entendedor, pocas palabras bastan.
Los campesinos no entienden las aberrantes medidas que se les imponen para, supuestamente, «proteger» la cabaña ganadera (hoy toca la avícola), que de facto están acabando con ella.
La excelente excusa es un inexistente virus y un timo-test PCR, que en realidad encubren los daños producidos a los animales por tóxicos químicos y radiaciones electromagnéticas. Lo mismo que la falsa covid.
Si Lagarde, Sánchez, Feijoo y sus cómplices no hacen lo mismo que Stalin, es porque temen que se les subleve, no solo la población, sino incluso la propia GPU, hoy encarnada en el SEPRONA, las guarderías rurales y los veterinarios mercenarios a sueldo de las Consejerías de Agricultura.
Pagar por arrancar ancianos viñedos y olivos, o sustituirlos por placas solares, pagar por desguazar barcos de pesca o cerrar explotaciones agrarias, e imponer abusivas restricciones y multas millonarias a toda la actividad primaria, carece de sentido, salvo que entendamos que el objetivo es matarnos de hambre.
Por desgracia, la mayoría de la población, cretinizada, se niega a creer que su político favorito trabaje para una organización criminal, que quiere reducir la población y someter a control absoluto al pequeño resto.
Queda poco tiempo para despertar y reaccionar, y como no lo hagamos pronto, por el camino seguirán cayendo compatriotas, como los asesinados en las residencias de ancianos en 2020, los envenenados en masa desde 2021, o los abandonados y ahogados en Valencia.
Los modernos agentes de la GPU, como sus antecesores soviéticos, son buenísimas personas y diligentes funcionarios, que se limitan a «cumplir órdenes». Cierto, de la más grande y sanguinaria organización criminal de España: la Administración.
Repito, si no reaccionamos rápido, mereceremos este nuevo HOLODOMOR.

