Había que ver, a mi hijo, remojándose, pocos días después de nacer. Yo, que me había criado en secano, recuerdo que pensé -¡Qué suerte tienes, cabrón, de haber nacido con piscina!-.
La piscina en cuestión, la construyó mi suegro (Bueno, la pagó), y lo hizo a lo grande pues tuvo en cuenta que, para cinco hijos, más sus consortes (Yo uno de ellos), más los previsibles nietos, más los amigos de todos ellos, requería cierto volumen.
Durante muchos años la piscina nos hizo pasar buenos ratos a todos. En la familia había agentes de seguros, maestros, gestores, empleados de banca, algún abogado… En fin, la flor y nata de la clase media. Todos convergíamos allí, incluso después de que mi suegro partiera y repartiera la finca entre sus vástagos. Ellos construyeron sus propias casas alrededor de la piscina.
Pero todo acabó en el 2021, cuando un mentecato advenedizo, trató a mi hijo como a un apestado, por el simple hecho de que no estaba vacunado. Ni siquiera era miembro de la familia; no era mas que un agregado político, como yo, pero se vio con suficiente autoridad para echar a uno de los nietos del patriarca. ¿Y todo por qué? Por miedo a pillar un resfriado.
Aunque parezca mentira, eso fue lo que acabó con la convivencia familiar, un simple resfriado. Se montó una soberana discusión y entró en juego el juego de alianzas: La nieta se puso del lado de su mentecato marido, y también su madre, y su marido calzonazos, y todos los demás, pues todos se sentían hermanados por el hecho de haberse dejado inocular aquella misteriosa pócima que tanto dolor ha causado. Desde entonces, nadie se baña en la piscina, salvo mi hijo, que insiste en abrirla, año tras año, ilusionado con verla, un día, llena de gente sonriente, como antes.
Pero el caso es que mantener una piscina que se construyó para muchos, supone gran esfuerzo y grandes gastos. Hace dos años se tuvo que cambiar el motor. El año pasado hubo que reparar una fuga. El puñetero pulpo siempre está dando problemas… Y el cloro ¿Sabes al precio que se ha puesto el cloro? ¿Y la luz?
Hoy la piscina se está arruinando, por falta de mantenimiento. Los hierbajos asoman por las juntas de las baldosas y el seto que la enmarca crece descontroladamente y sirve de refugio a pequeñas alimañas que esperan, en la espesura, el momento óptimo para consumar la invasión. Mientras tanto, mis cuñados se han construido pequeñas piscinitas, los que pueden, y los que no, supongo que se estarán bañando en palanganas. Todo por salvar ese malsano orgullo que muchos tienden a confundir con “la dignidad”; por no querer reconocer que se equivocaron; que fueron engañados, que se tragaron el sapo, a pesar de tener estudios, de ser la educada clase media… Ahora imagina que a esa piscina la llamamos España.
Si te gusta leer artículos como éste y quieres apoyarme, para que pueda seguir escribiendo en libertad, compra mi nuevo libro AQUÍ.