miércoles, octubre 1, 2025
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Ahora es el turno del fuego: La destrucción de España por la ambición y la maldad de psicópatas sin alma

España gime, llora, grita, arde y convulsiona en estertores de muerte. La gran salamandra se dispone a seguir arrasando con su lengua de fuego. No falta mucho para que la España verde poblada de árboles forestales y de cultivo, que una ardilla podría atravesar sin pisar el suelo, según referencian algunos personajes de la antigüedad, se convierta en un erial desértico de diseño, para gloria de los ladrones de Alí Babá –muchos más de cuarenta– encarnados en nuestros días de fin de ciclo. A este paso, lo que fue nuestro paisaje solo podremos contemplarlo en imágenes de un tiempo que pasó. 

Arde por los cuatro costados España, sin que nadie lo remedie, sin que nadie sea capaz de prevenirlo; y así se va devaluando hasta precio de saldo para gloria del bolsillo de los saqueadores: León, Zamora, Salamanca, Toledo, Cádiz, Huelva, Cáceres, Madrid, Pontevedra, Orense y podríamos seguir hasta completar el mapa llameante. Las explicaciones por parte del sistema, léase AEMET, ministerio y consejerías de Medio Ambiente, son las mismas de siempre, con un nuevo cooperante: la sanidad, que se ha sacado de la manga las muertes por calor. Y como medida protectora cierran los parques sugiriéndonos que nos quedemos en casita. ¡Es la gran mentira del falso cambio climático, cuyo paraguas acoge lo que le echen! Pero la sociedad, tan poco acostumbrada a pensar por sí misma, cree, repite y obedece mientras baila bachata y se hace selfis para compartir con los amigos una felicidad irreal. Así funciona el adoctrinamiento. 

Sin embargo, hay que decir que también en este tema se está produciendo un ligero despertar, aunque insuficiente. Si bien los fuegos reproducen el patrón de años anteriores y el de otras partes del mundo, muchos afectados que ven las llamas de cerca adivinan “algo raro” en toda esta escenificación espantosa del averno. Muchos ya admiten que no son incendios normales. La duda es un buen principio, pero falta un largo recorrido hasta llegar al convencimiento de que se trata de terrorismo de Estado, es decir, estos pirómanos no utilizan cerillas, ni chisqueros.

¿Cuánto tiempo van a seguir con la mentira del cambio climático –que están causando a propósito— y la disculpa de esas “condiciones propicias” para que los incendios sean cada vez más numerosos, extensos, sincronizados, destructores e incontrolables? Aunque muchos aún lo desconozcan, son así porque así se han programado. ¡Cómo, si no, van a iniciarse diferentes focos distantes entre sí, aprovechando que hay viento, casi siempre en la tarde, para que durante la noche avance el frente y se haga incontrolable! ¿Por qué los efectivos demoran tanto en acudir a los puntos incendiados? En muchas ocasiones transcurren varias horas, y llegan cuando ya no hay remedio; o solo aparece la Guardia Civil con la orden de desalojo, impidiendo que la gente salve sus casas. Lo de los desalojos se está convirtiendo en norma y está marcando la dinámica del protocolo de este verano de 2025. ¿Es por nuestra seguridad o porque causa un mayor impacto emocional y el rebaño se hace más vulnerable y, por tanto, más manipulable? ¿Por qué permiten que el fuego llegue a las casas? 

Los políticos son cómplices y colaboradores necesarios

Pero esta guerra contra los españoles desarmados tiene varios nombres y apellidos, sobre todo, dos: Pedro Sánchez y Rodríguez Zapatero, que ambos llegaron para destruir España. Eso sí, con todos sus ayudantes, elegidos por sus perfiles domeñables, ambiciosos y psicopáticos. Y, en cierta medida, también de sus votantes anticlericales y cristofóbicos, enemigos de España y defensores de la leyenda negra. Ya saben, se empieza eliminando a Dios y se acaba colocando a Satanás en su lugar. Entiéndase como entidad o como arquetipo.

Ni este fuego abrasador, ni la riada de Valencia, ni tantas otras catástrofes provocadas que omito ocurrirían sin la complicidad de los políticos, tumbados estos días en sus residencias de lujo, financiadas con nuestros impuestos en forma de comisiones, mordidas o el directo “robo a mano armada”; sin olvidarnos, claro está, de sus ingresos por narcotráfico. No solo no les importan las consecuencias, sino que, en pago a su “derecho de pernada”, deben “permitir hacer”, esto es, facilitar que otros ejecuten lo que marca la hoja de ruta para destruir lo que fue hace tan solo unas décadas la novena potencia del mundo.  

Los políticos son colaboradores necesarios, aunque ni siquiera tengan un fósforo en sus bolsillos o uno de esos artefactos que son lanzados desde el aire para arrancar fuegos simultáneos en diferentes puntos. Esto no es ningún rumor infundado; es tal cual, y hay testigos de ello. Son cómplices por el lugar relevante que ocupan en la sociedad como personajes públicos electos o designados. Algunos son cómplices por su obediencia ciega, por no saber pensar por sí mismos y deducir, por no haberse informado de que detrás de estos atentados terroristas contra el medio ambiente –personas, flora y fauna— y muchas otras sinrazones que están ocurriendo en el ámbito geopolítico, hay una mafia organizada que no usa pistolas, sino la moderna y peligrosa geoingeniería, las armas de energía dirigida y otros inventos creados para la guerra. ¡Y esto es una guerra! Sí, la manipulación del clima está siendo utilizada como arma de guerra; guerra contra la humanidad.

El actual señor de la Moncloa sabe mucho de los tejemanejes de esta mafia de las alturas y, más allá de su colección de imputados –desde su mujer, su hermano, parte de sus ministros, incluido el Fiscal General del Estado, altos cargos y personas de su total confianza–, debería dar cuenta sobre las órdenes que recibe de ciertos siniestros personajes que casi nunca salen en las noticias, pero contribuyen a la dirección del mundo desde la sombra. Debería declarar sobre el pago por su traición a España y su plan de demolición: económica, moral, histórica y cultural. Su compromiso es dejarla arrasada, sin capacidad de recuperación; con las instituciones quebradas y millones de personas de aquí y allá que no saben hacer nada, salvo manejar el móvil y jugar con la IA. Los clásicos ninis, pero con menos cualificación incluso.

Es cierto que siempre ha habido incendios multicausales: por un rayo, el llamado efecto lupa, el campesino que se descuidó con los rastrojos, el de la barbacoa, el de la colilla, el pirómano de psiquiátrico y cárcel, los intereses de las constructoras, las energías verdes, y podríamos seguir… Pero, aparte de lo que está ocurriendo en los últimos años, hay algo más, algo más profundo: amparados en la estrategia del cambio climático, existe un plan maligno, cada vez más a las claras: se trata de crear ruina por doquier en todos los sectores. De hecho, ya se están anunciando severas hambrunas para la humanidad y el resto de los seres vivos. ¡Los que logren sobrevivir! Quieren el campo y el monte desérticos.

Arruinar al sector primario y echar a la gente de los pueblos

Para ello tienen que arrasarlos e inocular en sus poblaciones la idea de que vivir en el campo no es ni seguro, ni rentable. Por eso arruinan a los ganaderos con enfermedades inventadas como el de las vacas locas, la fiebre porcina o la gripe aviar; y a los agricultores con polillas de la patata –Phthorimaea operculella— para acabar con las semillas autóctonas y hacerlos depender de la industria agroalimentaria transgénica y el glifosato obligatorio y cancerígeno de Bill Gates y otros falsos filántropos; incluso se han atrevido a importar la avispa asiática –vespa velutina—, para que deprede nuestras abejas polinizadoras milenarias, ya de por sí muy mermadas por la Varroa, el néctar de las flores modificadas genéticamente y el catálogo de plaguicidas exterminadores. 

Aparte de arruinar el sector primario para servir a otros intereses, no quieren que vivamos felices en el campo, despreciando “cosas de ciudad” que ya no nos sirven y que hemos cambiado por una mejor calidad de vida, más en consonancia con nuestra esencia y evolución. Pero no nos dejarán en paz. Por eso se han ido eliminando servicios y comodidades en el rural.

Apenas hay entidades bancarias en los pueblos; han suprimido líneas de autobuses, frecuencias de trenes, y los pequeños ambulatorios funcionan de pena. Todo esto tiene un fin: quieren a la gente concentrada en las ciudades para controlarla mejor. Al fin y al cabo, somos su rebaño. Que nadie se tome a broma lo de las ciudades de quince minutos y las ciudades inteligentes (smart cities). Serán corrales con rejas, y no es una metáfora. ¡Ay, si el ciudadano estuviera informado de lo que está ocurriendo! Pero eso no pueden permitirlo porque formaríamos un ejército poderoso e invencible. Por eso nos mantienen en un estado de miedo e incertidumbre continuos, segregando cortisol al por mayor, dopados con basura televisiva, ocio diseñado, porno y demás bazofia para los sentidos. Lloro de impotencia al escribir esto.

Dejen ya de engañar a la gente con sus indecentes mentiras. Dejen de repetir como loros el rancio relato del calentamiento global, la inflamabilidad y el consiguiente riesgo de combustión del monte. Basta ya de utilizar el recurso hegeliano de problema-reacción-solución para encubrir las mentiras que conforman la tela de araña que nos aprisiona. 

Las fumigaciones convierten el aire en plasma y actúa de acelerante

No obstante, he de reconocer que los ciudadanos también tenemos nuestra parte de culpa: por estar demasiado distraídos y mirar poco a nuestros cielos. ¡Miren hacia arriba! Contemplen las estelas de los aviones que cruzan nuestra bóveda celeste casi a diario creando líneas y cuadriláteros imposibles. No son vuelos normales o estelas de condensación como explican los engañabobos que salen en las teles, previo pago. Son fumigaciones tóxicas que han convertido nuestro aire en plasma, es decir, cargado eléctricamente, lo cual, ante un pequeño fuego, actúa de acelerante. Esto no es conspirología; es realidad pura y dura. Es geoingeniería o manipulación climática. Por eso no llueve y existen estas alarmantes sequías y paisajes de árboles deshidratados. Por eso los campesinos de la agricultura de subsistencia casi no pueden cultivar sus propios huertos sin utilizar los indeseables productos de la industria agroquímica. Por eso nos enfermamos y acudimos al hospital, hartos de respirar la nanotecnología  y los tóxicos que aspergen a nuestra atmósfera. ¡Cómo si no tuviéramos suficiente con la radiación de los campos electromagnéticos… y otras sustancias innombrables!

¿Por qué no ponemos a los inmigrantes a trabajar en los montes?

Si los políticos estuviesen más preocupados por los incendios, organizarían los operativos con mayor eficacia. ¿No tenemos miles de inmigrantes tumbados a la bartola, con un sueldo asignado, por no hacer nada, muy superior a lo que cobra un brigadista? ¿Por qué no se les imparte un cursillo y se les ocupa vigilando montes e incluso limpiándolos de maleza? ¿Por qué en lugar de comprar aviones para la guerra no se invierte en hidroaviones, motobombas y demás herramientas ad hoc

Hablo para políticos normales, pero a estas alturas no sé si los hay. Creo que el arco parlamentario no anda muy abundoso en las cualidades requeridas en estos tiempos apocalípticos. Tampoco la casta científica está a la altura. Siempre nos han mentido y lo siguen haciendo. Lo que hay se ha quedado obsoleto, anclado en el pasado, cuando los problemas eran otros. El mundo de hoy necesita otras alternativas ¿Las hay? Por pedir que no quede.

Magdalena del Amo
Periodista, psicóloga, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.
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