lunes, agosto 4, 2025
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La política, la ciencia de lo infecto y de la muerte

La política es el arte de desarrollar el plan de Lucifer en la tierra, gracias al engaño, las malas artes, el uso y aprovechamiento de la buena fe de las personas que caen en la ingenuidad de creer que existe un orden y una lógica hacia el progreso, allí donde sólo existe el caos, la destrucción y el sufrimiento. El estado practica la política para crear una inmundicia de sociedad de esclavos que se creen libres, pero que están sometidos a la gran cárcel que nuestros gobernantes, muchos de ellos auténticos enfermos mentales, psicópatas, criminales por encargo, han creado para cada uno de nosotros.  Del mismo modo que el demonio nunca se muestra como tal, sino como un ser encantador, bello, cuya maldad está directamente relacionada con su disfraz y sus discursos venenosos, necesita crear ese ambiente en el que cada uno de sus esclavos cae en el juego de las apariencias, normalmente bellas y agradables, pero llenas de odio y de deseos de muerte.

La política es la artimaña desarrollada por parte de la masonería luciferina para instrumentalizar el plan de dominio del alma humana, jugando a ser Dios porque lo considera su enemigo a destruir y qué mejor manera que hacerlo en la conciencia humana, con creencias fundamentadas en el odio, el individualismo, la indiferencia y el sálvese quién pueda, en un contexto donde no existe ley comprensible ni lógica que se base en el mínimo sentido común. Es la destrucción por la destrucción, es el arte de llegar al punto donde todo puede estar aún peor y ver cómo se disfruta desde las instancias palaciegas sobre como la pobreza se expande a sus anchas y las masas quedan listas para la estocada final.

La política es el modo de instrumentalizar varios de los fundamentos de la mente diabólica. Tanto el odio, como fuerza matriz que es la lanza a la clase política a destrozarlo todo porque desprecia todo lo que nos puede hacer humanos o seres que viven en su verdadera esencia, es el gozo de la experiencia hasta límites fuera de la imaginación más perversa, del placer de todo tipo que acaba por destruirte por completo, después de haberte drogado hasta convertirte en un toxicómano de la falsedad y de la mentira, el deseo del orden donde Dios está completamente muerto y asesinado y triunfa ese conocimiento divino y eterno, que sólo es posible si se logra destrozar lo humano y su conexión con lo eterno y trascendental. No es posible buscar un nuevo orden bajo unas nuevas reglas eternas si el mundo temporal se empecina en darles la contra. Todo ha de ser destrozado, incluido en orden social y el modelo en el sólo puede haber esclavos, como preámbulo del sometimiento a la nueva deidad maléfica, cuando llegue con todo su poder.

Muchos de sus actores son aprendices del satanismo, burdos seres que, del mismo modo que carecen de escrúpulos, carecen de inteligencia y de sentido común, haciendo que la gestión de la sociedad esté en manos de personas con graves problemas psiquiátricos asociados a la psicosis, la psicopatía, las ideas delirantes y la imposibilidad del más mínimo control de sus impulsos, ya que estos sujetos no soportan la frustración. Pueden cometer los más graves y atroces delitos contra los que consideran goyim o ganado, sin un criterio que no sea hacerles daño donde más les duele, aunque sea manera parsimoniosa y planificada.

Los que están por encima, incluso de personajes como George Soros, Bill Gates, los directores de la OMS o de Naciones Unidas, forman parte de la cúspide espiritual luciferina. Del mismo modo que en la religión católica  hay un fondo espiritual indiscutible en las jerarquías y en los papados como representantes de Cristo, así como un trasfondo de conexión con Dios, los llamados servidores de Belzebú tienen ese fundamento espiritual de relación y de búsqueda de una trascendencia en el mal como herramienta para lograr los objetivos más sagrados y perversos, hasta el punto de que estas palabras empequeñecen la dimensión de lo que es la religión de Lucifer, destacada en libros donde se explican rituales con sacrificios humanos, abusos sexuales, uso de niños recién nacidos, consumo de adrenocromo, secuestros y violaciones de niños que desaparecen misteriosamente y que son empleados primero para todo tipo de abusos sexuales y ser masacrados como se hacía antes ante las matanzas provocadas en el nombre del Dios Molock. Buenos conocedores de estos rituales y de la importancia de sus prácticas, como ocurre, por ejemplo, con la eucaristía cristiana, viven ocultos en sectas y grupos que pasan desapercibidos, pero cuyo poder es tal que controlan todos los hilos. Los secretos de Lucifer sólo están listos para una minoría, conectados con las fuerzas espirituales más perversas y oscuras imaginables. Toda la red, incluido los encargados de poner en marcha el plan para generar una sociedad que se guíe por los principios de los diabólico, tienen un solo objetivo.

Mientras tanto el show que nos muestran en redes sociales como youtube, donde nos explican los casos de corrupción, la esperanza de que algún día paguen los responsables por sus delitos, con análisis tediosos y repetitivos de sus fechorías, como si fuera niños de tres años, es un divertimento muy bien planificado. La mente humana es muy fácil de distraer y de engañar con falsos estímulos que en realidad no existen y que son mera apariencia. Los satánicos son grandes especialistas en crear esa fantasía en la que tras el gran circo de la política se ocultan un plan imposible de cumplir, dado que no se puede destruir, así como así una sociedad ni tampoco crear un orden idílico y perfecto a modo de pax aeterna, en la que gracias, a la ausencia de conflicto, todo sea decidido por el mismo demonio, un sueño no sólo sacado de la peor de las pesadillas, sino que sólo es posible en la mente de un loco.

La existencia del mal con todos sus entresijos es algo que a muchos les parece sencillamente imposible creer, que el estado sea el brazo ejecutor tampoco forma parte de la posibilidad para muchas personas que creen en la trampa de creer que sí existe una solución en esta batalla espiritual tan antigua como nuestra especie. No entender o no querer aceptar estos extremos nos lleva a la situación actual, siendo necesario sacar nuestra conexión con el amor, la creación y la vida desde el interior de nosotros mismos y nuestra esencia espiritual más profunda, so pena de que no quede nada rescatable, salvo muerte y desolación.

 

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