¡Qué momento estelar para la democracia! Pedro Sánchez, nuestro presidente del pueblo (o al menos del que él selecciona con esmero), ha decidido que la OPA del BBVA sobre el Banco Sabadell es digna de una consulta pública. Sí, amigos, una gran encuesta nacional para que ciudadanos, asociaciones y organizaciones opinen sobre esta operación bancaria que, sin duda, nos quita el sueño a todos. Porque, ¿qué hay más democrático que preguntar a la ciudadanía sobre fusiones financieras de entidades privadas mientras tomas el café mañanero? Un detalle encantador, Sánchez, de verdad.
Así lo anunciaba el icono presi este lunes en Barcelona:
Pero, ay, qué memoria la nuestra. ¿Dónde estaba este fervor participativo cuando se fraguó el asalto del gobierno a empresas estratégicas como Telefónica o Indra? Ah, claro, ahí no hacía falta molestar al pueblo. Para qué, si los nombramientos de fieles escuderos y colegas de la cuerda socialista ya estaban firmados y sellados. ¿Y qué me dicen del rescate de Air Europa? Ese regalito de 475 millones de euros públicos (de nuestros bolsillos, vamos) para salvar una aerolínea privada. ¿Consulta ciudadana? ¿Encuesta popular? ¡Ni en sueños! Eso se decidió en un plis, sin preguntar a nadie, bueno sí, a la imputada Begoña, su esposa y amiga entrañable de Javier Hidalgo, que para eso estaba «la catedrática», y al consejo de ministros, donde se extienden cheques gordos sin mirar atrás. Total, «el dinero público no es de nadie» como decía la exministro Carmen Calvo.
Y no hablemos de los pactos con los filoetarras de Bildu, los comun¡stas o los independentistas catalanes, que esas cosas se cuecen en despachos con moqueta, lejos de los ojos curiosos del vulgo. ¿Consulta pública para decidir con quién se pacta la gobernabilidad? ¡Qué ocurrencia! Pero, oye, una OPA bancaria… eso sí que merece un debate nacional, casi como elegir el menú del comedor de Moncloa.
Es conmovedor, de verdad. Sánchez, con esa pose de estadista sacada de una telenovela de sobremesa, nos vende su amor por la voz del pueblo. Pero solo cuando le conviene, claro. Porque la democracia, en su mundo, es como un traje de gala: se saca del armario para la foto, pero el resto del tiempo se queda bien guardadita. Y mientras tanto, los ciudadanos, agradecidos, seguiremos esperando la próxima consulta… a lo mejor para votar si la próxima factura de la luz la pagamos en cómodos plazos o de un tirón. ¡Viva la participación!