Salvador Freixedo
En cuestión de religión soy rebelde y bastante hereje, y en cuestión de ovnilogía soy prácticamente un heresiarca, porque no son pocos los que tienen la audacia de prestarle atención a algunas de mis ideas sobre el tremendo problema de los “no identificados”.
El título de este artículo es toda una herejía para los ortodoxos tridentinos y también lo es para muchos de los mal llamados “ufólogos” que todavía siguen sin explicarse las variadísimas maneras de actuar de los ovninautas, o tratando de averiguar cuál es el combustible que usan para sus imposibles desplazamientos por el espacio infinito. Hace muchos años que mis indagaciones no van por ahí. Desde que me convencí de que estos visitantes no están aprisionados en nuestras coordenadas espaciotemporales, y de que por pertenecer a otras dimensiones desconocidas por nosotros, participan en cierta manera de la categoría de “espíritus”, he tratado de ver cuáles son sus relaciones con esos otros seres inmateriales y trascendentes de los que nos hablan todas las religiones, y de los espíritus de los humanos desencarnados en los que abunda el espiritismo.
Y he podido constatar que en muchas ocasiones se confunden con ellos, porque actúan de la misma manera.
Estoy muy lejos de identificarlos por completo, pero sí creo que en muchos sucesos en los que los religiosos ven la mano de algún ángel puramente espiritual –benigno o maligno—, y los seguidores de Allan Kardec interpretan como el espíritu de un muerto, el causante es un ser físico “extraterrestre” ultradimensional de los que conviven con nosotros sin que nos percatemos.
El gran error de muchos investigadores del fenómeno ovni consiste en haberlo despojado por completo de su aspecto espiritual. Les parecía que contaminaban sus investigaciones si las mezclaban con la religión o con el mundo invisible, y no se daban cuenta de que al pensar así, estaban siendo víctimas de la gran operación de control mental que ciertos tipos de “extraterrestres” más dominantes –y más negativos— han establecido para dominar a la raza humana.
Este tipo o tipos negativos, son los que aparecen en todas las religiones con el nombre de “malos espíritus”, y que en el cristianismo se conocen bajo el nombre de Satanás.
Hace años, el recordado Antonio Ribera, hablando en Londres del fenómeno ovni a un grupo de legisladores ingleses, les dijo medio en broma, que había un exjesuita que decía que algunos ovnis olían a azufre y tenían que ver con el demonio. Como era de esperar, el chiste surtió efecto. y los legisladores acogieron su dicho con una carcajada. Años más tarde, cuando el querido Antonio se dio cuenta de que las cosas no eran lo que parecían en los primeros años del fenómeno, ya no estaba tan seguro de que el tema fuese tan hilarante.
Nuestros visitantes, que son de procedencias diferentes, no son espíritus puros; son seres físicos –aunque de una “fisis” diferente a la nuestra— que por gozar de otra dimensionalidad, tienen la capacidad de hacerse invisibles a voluntad, aparte de ser poseedores de una inteligencia muy superior a la nuestra y de gozar de otras características incomprensibles para nosotros. Hoy, aun con el riesgo de equivocarnos, podemos tener ligeras certezas sobre la procedencia de algunos de estos seres. Inexplicablemente –y esto desestabiliza a muchos investigadores, guiados por una lógica humana—, tenemos constancia de que algunos son zoomorfos y tienen unas tecnologías que, en muy pequeña escala, están compartiendo últimamente con nosotros. La compleja tecnología de los chips y de los circuitos integrados, hace años que la hemos copiado de ovnis caídos, y la increíble velocidad a la que en estos últimos años se han desarrollado las llamadas nuevas tecnologías, y todo el mundo de las pantallas, es un regalo envenenado de ciertas entidades negativas para tener a la humanidad –su auténtica servidora—más distraída y atontada en cuanto a la gran batalla que en estos “últimos tiempos” se está librando entre las fuerzas del bien y las del mal; entre los extraterrestres positivos que quieren ayudarnos y entre estos dos o tres tipos negativos que quieren seguir esclavizándonos. La gran mayoría de la humanidad no estaba preparada para estos maravillosos juguetes que, a la larga, van a tener los mismos resultados que una espléndida navaja afilada en manos de un infante.
El número de personas que creen que el fenómeno ovni es una realidad, ha ido creciendo a lo largo de los años, pero la humanidad en general lo ve únicamente como algo curioso y no le presta mayor atención. Tienen la difusa creencia de que las entidades involucradas en él, no intervienen demasiado en nuestra vida diaria y desconocen que estas razas negativas son las directas responsables de la horrenda historia humana.
Los exorcistas, dentro de la Iglesia católica, son los que, sin saberlo, se acercan más a la realidad del fenómeno ovni. Ellos creen que Satanás es un “ángel caído”, un espíritu puro que se rebeló contra Dios, tal como rectamente les dice la Biblia, y que trata de apartar a los humanos del buen camino que los llevará a la salvación, pero no creen que el demonio con el que batallan en los exorcismos, sea ningún “extraterrestre”. En este particular, como en todo lo que se refiere al Más Allá, la visión del cristianismo es infantil y demasiado simplista, con sus resurrecciones en el mismo cuerpo, sus negaciones de una segunda oportunidad para los que no hayan llevado una vida recta y, sobre todo, con un infierno eterno que es una calumnia que los teólogos le han levantado a Dios Padre.
Los exorcistas no saben que la conducta de una cierta raza reptiliana negativa con respecto a muchos contactados, se parece muchísimo a la conducta que ellos descubren en los endemoniados. Y también ignoran que esta raza reptiliana, siempre ha atacado a los hombres santos que la Divinidad ha ido enviando a lo largo de los siglos para aconsejar a los humanos –los fundadores de las religiones— y con frecuencia los hacía desaparecer de una manera violenta, y en cuanto estos se morían, intervenía enseguida para confundir a sus seguidores dictándoles doctrinas contradictorias y absurdas. Nuestro infierno con fuego es un buen ejemplo.
Lo mismo que los exorcistas desconocen esto, los ovnílogos ignoran que muchos contactados, acosados por estos “extraterrestres” negativos, únicamente se han podido liberar cuando invocaron a Jesucristo.
Parte de esta gran batalla a la que nos referimos anteriormente, la podemos ver en la campaña mundial que hoy sostienen todos los grandes medios de comunicación contra el cristianismo. Porque el cristianismo, con todos sus muchos defectos, y los escándalos de muchos de sus dirigentes a lo largo de la historia, contiene en su fundamental doctrina del amor fraterno, del perdón y de la misericordia, el arma principal con la que podemos defendernos de estos negativos depredadores que siempre han sembrado el odio entre nosotros y que pretenden seguir teniendo un dominio despótico de nuestro mundo, tal como ya han hecho en otros planetas.
Cristo nos habló claramente de este ser perverso cuando en el evangelio le llama “Príncipe de este mundo” y nos dice de él, que es el señor de la mentira y de la muerte; y del que san Pablo nos da el curioso detalle de que “moran en las alturas”, lo mismo que los ovnis de hoy.
Todas estas ideas no son fruto de elucubraciones hechas desde una butaca, sino el resultado de profundas reflexiones basadas en cientos de conversaciones y de experiencias propias en alrededor de veinte naciones a lo largo de casi sesenta años.
Lo que sigue siendo para mí el gran misterio, es el porqué, el cómo y el cuándo de la maldad de estos seres malignos que pueblan el cosmos, auténticos dueños de la granja humana.