miércoles, abril 16, 2025
InicioCienciaEl Informe conocido como Flexner con el que Rockefeller cambió todos los...

El Informe conocido como Flexner con el que Rockefeller cambió todos los conceptos de la medicina

En 1910, el Informe Flexner, financiado por intereses ligados a la familia Rockefeller, marcó un punto de inflexión en la historia de la medicina en Estados Unidos y el mundo. Este documento, presentado como una evaluación objetiva de las escuelas médicas, es señalado por críticos como un instrumento que consolidó el dominio de la medicina alopática, marginó prácticas tradicionales y sentó las bases para una industria farmacéutica centrada en derivados del petróleo.

El Informe Flexner fue encargado por la Fundación Carnegie, con respaldo financiero de John D. Rockefeller, magnate del petróleo y supuesto filántropo que buscaba estandarizar la educación médica en Norteamérica. Abraham Flexner, un educador sin formación médica, evaluó 155 escuelas médicas en Estados Unidos y Canadá, concluyendo que la mayoría eran deficientes en rigor científico y estándares académicos. Su informe recomendó cerrar instituciones «subpar» y promover un modelo educativo basado en la ciencia moderna, con laboratorios, hospitales y currículos estandarizados.

A primera vista, estas propuestas parecían razonables: mejorar la formación médica y garantizar profesionales competentes. Sin embargo, críticos argumentan que el informe tuvo un trasfondo menos altruista, alineado con los intereses comerciales de Rockefeller, quien estaba invirtiendo fuertemente en la naciente industria farmacéutica.

El Informe Flexner consolidó la medicina alopática—enfocada en tratamientos farmacológicos y quirúrgicos—como el estándar oficial, mientras deslegitimó enfoques tradicionales como la homeopatía, la naturopatía, la fitoterapia y otras prácticas basadas en remedios naturales. Estas disciplinas, que habían sido pilares de la atención médica durante siglos, fueron etiquetadas como «no científicas» o «charlatanería». Escuelas de medicina homeopáticas, quiroprácticas y eclécticas fueron clausuradas o forzadas a adaptarse al modelo alopático, reduciendo drásticamente la diversidad de opciones terapéuticas.

Detrás de esta estandarización, según críticos, estaba el interés de Rockefeller en promover medicamentos sintéticos derivados del petróleo, un subproducto de su imperio Standard Oil. La industria farmacéutica emergente, respaldada por sus inversiones, desarrolló fármacos que reemplazaron los remedios herbales y naturales, considerados menos rentables y más difíciles de patentar. Este cambio no solo transformó la práctica médica, sino que creó un mercado global dependiente de medicamentos patentados.

Antes del Informe Flexner, la medicina tradicional—basada en plantas, dieta, equilibrio corporal y conocimientos ancestrales—era ampliamente aceptada y practicada. Comunidades en todo el mundo confiaban en hierbas, acupuntura, masajes y otras terapias que, aunque no siempre respaldadas por ensayos clínicos modernos, habían demostrado eficacia empírica durante generaciones. El informe, al priorizar un modelo científico reduccionista, descartó estas prácticas como obsoletas, ignorando su valor cultural y terapéutico.

Esta marginación no fue solo académica, sino también cultural. Las comunidades indígenas, afroamericanas y rurales, cuyos sistemas de curación dependían de tradiciones orales, vieron sus conocimientos estigmatizados. La narrativa de «progreso científico» impulsada por el informe borró siglos de sabiduría, reemplazándola con un sistema médico centralizado y controlado por élites.

Un aspecto clave del éxito del Informe Flexner fue su difusión a través de los medios de comunicación, muchos de los cuales estaban influenciados por los círculos financieros de Rockefeller. Periódicos y revistas de la época presentaron el informe como una cruzada por la salud pública, mientras ridiculizaban a los practicantes de medicinas alternativas. Esta campaña mediática ayudó a moldear la percepción pública, asociando la medicina alopática con modernidad y las prácticas tradicionales con atraso.

El control de Rockefeller sobre instituciones educativas, fundaciones filantrópicas y medios permitió una narrativa unificada que consolidó la hegemonía alopática. Las escuelas médicas que sobrevivieron al informe, financiadas en gran parte por sus donaciones, adoptaron currículos que excluían enfoques alternativos, garantizando que generaciones de médicos fueran formadas exclusivamente en el modelo farmacéutico.

El legado del Informe Flexner es complejo. Por un lado, estandarizó la educación médica, mejoró la formación de médicos y redujo la presencia de escuelas fraudulentas. Por otro, creó un monopolio de la medicina alopática que, según críticos, prioriza el lucro sobre la salud. La dependencia de fármacos sintéticos ha generado efectos secundarios generalizados y una industria farmacéutica que, en muchos casos, trata síntomas en lugar de causas. Mientras tanto, la medicina tradicional, aunque ha resurgido en formas como la fitoterapia moderna o la medicina integrativa, aún lucha por recuperar su estatus.

Además, el enfoque reduccionista del informe ignoró la interconexión entre mente, cuerpo y entorno, un principio central de muchas prácticas tradicionales. Enfermedades crónicas como la diabetes o el cáncer, que podrían beneficiarse de enfoques holísticos, a menudo son abordadas con tratamientos costosos y parciales, perpetuando un ciclo de dependencia farmacológica.

El Informe Flexner no fue solo un documento técnico; fue, según sus críticos, una herramienta de poder que redefinió la salud en función de intereses económicos. Al deslegitimar la medicina tradicional y promover un modelo basado en el petróleo, Rockefeller y sus aliados transformaron la atención médica en un sistema que, aunque efectivo en ciertos contextos, ha dejado lagunas en la prevención, el bienestar integral y el respeto por la diversidad terapéutica.

Hoy, mientras crece el interés por la medicina integrativa y las terapias naturales, es crucial cuestionar las bases del sistema médico moderno. Revalorar la sabiduría tradicional, sin descartar los avances científicos, podría ser la clave para una salud más equitativa y humana. El Informe Flexner, lejos de ser un simple hito histórico, nos invita a reflexionar sobre quién controla nuestra salud y con qué propósito.

 

EsDiestro
Es Diestro. Opinión en Libertad
Artículo relacionados

1 COMENTARIO

  1. El Informe Flexner fue encargado por la Fundación Carnegie, con respaldo financiero de John D. Rockefeller, magnate del petróleo y supuesto filántropo que buscaba estandarizar la educación médica en Norteamérica. (…) Sin embargo, críticos argumentan que el informe tuvo un trasfondo menos altruista, alineado con los intereses comerciales de Rockefeller, quien estaba invirtiendo fuertemente en la naciente industria farmacéutica.

    ¿Quién fue el padre de John D. Rockefeller? La respuesta, además de ilustrar las ironías de la historia de algunas señaladas familias, es reveladora. El padre de John D. Rockefeller encarnaba fielmente el arquetípico personaje del vendedor ambulante de remedios milagrosos («aceite de serpiente») de las películas del oeste. ‘Doc Bill’ se hacía llamar.

    Así, apoyándose en el Informe Flexner y la fortuna de uno de sus hijos, este linaje pasa de la estafa ambulante al establecimiento de un monopolio intelectual que ataca a todo crítico y disidente con diversos descalificativos, repetidos hasta la saciedad, portadores de la misma carga de condena y reprobación que en justicia el patriarca estafador ambulante merecía. ¡Qué cosas tiene la historia!

    Los Rockefeller, filantrópatas gente de bien, siempre.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Entradas recientes