martes, abril 1, 2025
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Igualdad para todos, todas y todes

La igualdad es el mayor timo de la historia, la igualdad no existe, nadie es igual a nadie, ni física, ni mental, ni emocional, ni intelectualmente ni económicamente, ni tan siquiera espiritualmente (siendo unos hijos de Dios y otros del mismo demonio). Comparar a un ser humano con otro y decir que es igual es un insulto a la inteligencia de cualquier persona con dos dedos de frente y toda imposición de esta igualdad orgánica no responde más que intereses fascistas, así de claro.

Ni tan siquiera intelectualmente. Cada cual tiene su fe, sus principios, sus creencias, todas igualmente dignas y respetables siempre que no sean de carácter violento. Además, no todos tenemos las mismas habilidades ni capacidades intelectivas, existiendo las inteligencias múltiples por algún motivo, por lo que, en principio, no se puede considerar a nadie estúpido ni incluido en un grupo estigmatizado, por el mero hecho de la existencia de su potencial personal.

Las conclusiones de cada persona parten de su experiencia emocional, asociada a una serie de hechos que hacen que algunas reacciones sean más fáciles que otras, es decir, que se convierten en más inconscientes y ninguna persona es capaz de controlarse en ese sentido ni de establecer una férrea censura consigo mismo para no soltar ciertas chorradas de tipo autoritario cuando el motor que las impulsa es el miedo no sólo al error ni a ser considerado una persona infravalorada y sin credibilidad alguna. En estos casos precisos, el principal terror es la falta de control y la muerte, dado que la existencia se centra en la búsqueda del placer, de lo cómodo, de lo fácil, de no complicarse la vida, de no tener que pensar nada, de no existir la urgencia de la autocrítica ni de revisar si las creencias que se mantienen son ciertas o falsas, morales o inmorales, humanas o satánicas. El sujeto prefiere mantenerse en sus trece, aunque falte a la verdad, sin argumentos lógicos, los cuales detesta sobre todo en quienes los desarrollan porque ellos son tan estúpidos que no pueden hacerlo, no dando ninguna importancia a aquélla, prefiriendo vivir o sobrevivir en el mundo de la fantasía infantil de los cuentos más absurdos.

En una de mis obras hablo de que la maldad está relacionada con la falta de inteligencia. No voy a desarrollar lo que se dice en ese capítulo por razones de espacio, pero si puedo aportaros que una de las claves para entender esta ausencia de cordura se basa en la prisa, pues las reacciones se vuelven completamente emocionales, es decir, son impulsivas, no tienen ningún límite (puede provocar cualquier daño a cualquier persona) y el objetivo es que el sujeto en cuestión se haga su propia catarsis de manera egoísta, de modo que sólo le importa liberarse de inmundicia interna, a cualquier precio, sin tener en cuenta que vive en esa misma acumulación de pestilencia mental.

David Dunning y Justin Kruger realizaron unos estudios realizados en 1959 y 1968 en los que, empleando el razonamiento lógico, la gramática, la inteligencia emocional y las habilidades sociales, estudiaron la autovaloración de las propias capacidades. Los resultados demostraron que las personas más incompetentes tendían a ignorar este hecho, sin ni siquiera darse cuenta de ello. Por lo tanto, la visión de sí mismos estaba sobrevalorada. Por el contrario, las personas altamente inteligentes tienden justamente a lo contrario, es decir a darse un puntaje inferior en sus capacidades. Ello convierte a las personas incapaces en sujetos soberbios. Midiendo las valoraciones subjetivas, lo cual se puede hacer antes o después de la tarea, para lo cual no se dan pistas de qué respuesta es correcta o no. Puede incluso que se le pida que evalúe el rendimiento con respecto a otros participantes, dándose el mismo resultado en ambos terrenos.

Los resultados son los siguientes y que cada uno se aplique el cuento: primero, los sujetos incompetentes tienden a sobreestimar su habilidad, segundo, estos sujetos son incapaces de reconocer habilidades ajenas, tercera, no ve sus falencias y, cuarto, no pueden diferenciar entre una acción bien hecha y otra mal hecha, lo cual nos lleva al campo de lo moral al no poder entender lo que separa por ejemplo el bien del mal, lo moral con lo inmoral, lo generoso con el puro egoísmo del ego, la veracidad de lo que buscan o su falsedad, viviendo en el marco de sus propias mentiras, las cuales defienden incluso de manera agresiva. Esta incompetencia metacogntiva es la clave para entender el origen de este aparente disparate o sesgo cognitivo, entre los muchos que existen en el pensamiento humano.

Hablar entonces de lógica o de seres racionales es un cuento infantil que nos contaron los filósofos como ellos solos en el arte del engaño. Es precisamente esa falta de argumentos congruentes lo que hace que estos sujetos se vean atacados cuando alguien les pide que razonen el por qué de lo que nos dicen, considerando a la otra persona el enemigo público número uno, sin necesidad de que lo haga pues el mero hecho de haber pasado por semejante trauma hace que con sólo pensar que podrían volver a sufrir semejante pesadilla hace que se pongan en guardia y adopten esa poste de superioridad moral propia de los déspotas que han alimentado tanto los regímenes de sátrapas a lo largo de nuestra historia.

En consecuencia, muchas de sus ideas son meros delirios sin fundamento, puras ideologías que pueden pertenecer a sectas, siendo estos sujetos claramente vulnerables a la instauración de ciertas creencias estúpidas y sin sentido lógico alguno, lo que les convierte en auténticos fanáticos intolerantes.

Y es que los ejemplos sobran. Pensemos como actúan los progres y los de izquierda, con esa chulería que da tanto asco, esa petulancia, ese desprecio y odio hacia quienes pueden cuestionarlos en cualquier momento y esa incapacidad para saber que incurren en un error que puede afectar negativa a millones de personas por sus santos bemoles. Las actitudes de muchos ministros, líderes de partidos políticos, periodistas, sobre todo los alineados con el fanatismo histérico de la izquierda, son una muestra en el modo de insultar, descalificar e imponer su voluntad, deseos de silenciar a las personas inteligentes porque nos tienen un miedo terrible al saber que podemos dejarlos en paños menores con sus partes al aire en cualquier momento, aparte de que ya nos resultan demasiado predecibles, como seres que no pueden salirse de su disco más rayado que los destrozos que harían con nosotros si pudieran.

Volviendo al asunto que nos atañe, la igualdad impuesta, la penalización de quienes no estamos de acuerdo con ellos porque creen que nos oponemos a ciertos grupos porque los odiamos (tal vez sea porque ellos nos detestan y proyectan ese sentimiento que Lucifer autoriza a liberar sin ningún tipo de control), se convierte en justificación inversa para demostrar que ellos son superiores en todo momento, son más exitosos en sus vidas, imponiendo un listón imposible de cumplir a los que no forman parte de su hermandad mesiánica.

Vemos la trampa, afortunadamente esa gentuza nunca será igual a nosotros ni nosotros a ellos, estamos hecho de otra pasta, y muchos de nosotros no nos vamos a resistir a seguir hablando de manera clara, aunque les joda porque defendemos la verdad y preferimos vivir en su reino, antes que, en el infierno del desconocimiento, la inmoralidad absoluta, la desvergüenza y el caos que sólo conducen al sinsentido de la existencia humana. 

Así que, señora ministra de desigualdad, o igual da, no nos parecemos para nada, gracias a Dios y le pido que se quede con su ignorancia supina, sus ideologías delirantes y que se les guarde donde les quepa, mientras lo que corre por sus venas es puro fascismo, ése que tanto critican en otros y que hace que su sangre esté completamente intoxicada.

Y, por más que le fastidie, tenemos libertad de pensamiento, mientras usted es una completa ignorante de libro.

 

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2 COMENTARIOS

  1. Y lo que es peor y más surrealista aún: para lograr la igualdad crean una legislación que consagra la mas abyecta desigualdad de derechos y convierte al varón en esclavo potencial de la hembra, dependiendo del azar y de la combinatoria de hormonas que ésta tenga en cada momento

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