La chirigota es un clásico del carnaval de Cádiz en el que un grupo de personas se disfraza y hace un chiste de una situación, ya sea una crítica o simplemente por pasar un rato. Las chirigotas se ven todos los años en el teatro Falla de Cádiz, en el que el público asiste para escuchar las distintas comparas. Puede ser de mejor o peor gusto, no tiene la elegancia del carnaval de Venecia en la Plaza de San Marcos, pero deja su mensaje.
La chirigota, ampliando su significado, puede ser cualquier representación donde alguien dice quién no es y hace su show, como cuando nos habla Patxi López al estilo de chulo de barrio, Pedro Sánchez de sinvergüenza embaucador, María José Montero haciendo de cupletera en la barra de un bar o la ministra de trabajo actuando como la tonta del bote. De hecho, es un género tan puesto de moda por el PSOE que lo vemos todos los días y ya no es que no les veamos la gracia, sino que ni tan siquiera vemos la vulgaridad que encierran sus actuaciones tan pésimamente teatrales. Un buen director de Hollywood nos les vendría mal, aunque mucho ojo porque las películas que hacen tienen ese tufillo podrido de élites del infierno.
La chirigota de la que vamos a hablar es una que levantó la protesta del público gaditano, que no parece imbuido ni por el conocimiento ni por la educación más básica, actuando cual horda indescriptible (ni los animales actúan de esa forma). El tema era la vacuna del covid 19, había una mujer disfrazada de periodista (últimamente vendidos a la voluntad de su amo y señor, el dictador sátrapa de turno), un médico mentiroso, una señora vestida de virus, una camilla y un coro que actuaba destacando la gran mentira que supuso esa maravillosa vacuna y lo que implica toda la bazofia infumable de la agendita asesina, con su cambio climático y sus medidas criminales.
Fue comenzar la actuación y el público (muchos de ellos zombis por los venenos que el gobierno les ha introducido en la sangre, del que ni tan siquiera se han enterado), comenzaron a abuchear a la comparsa para que se fueran porque no les gustaba la crítica que estaban haciendo. El público, que parecía representar al rojerío (se sospecha que todos los comunistas se pusieron de acuerdo para hacer todo el ruido posible para que bajaran el telón porque sus sensibles sentidos no soportaron tal ofensa), se arrogaron el derecho y la obligación de la censura al estilo fascista. Ni tan siquiera los organizadores del evento, todos del ayuntamiento de Cádiz los silenciaron; eso sí, es tal la ignorancia de la clase política y de la de Cádiz, cuyo alcalde es Bruno García, del PP, ni se enteraron de que iba la historia, considerándola un simple chiste de carnaval. Al final, siguiendo la incultura del pueblo, la desautorizaron, como buenos cobardes.
Los miles de muertos y víctimas de estas inyecciones no son una broma, señor alcalde del Partido Popular, son la manifestación de una acción de gobierno que se puede considerar delictiva por sus resultados no sólo pasados, sino presentes y futuros. Muchos de los llamados vacunados se han arrepentido y ya no quieren ponerse ni una sola inyección en su vida, muchas veces dañada, señor García. Eso es lo que denunciaba la chirigota y el hecho de que el mensaje no se captara demuestra una falta de inteligencia que roza lo escatológico.
Pero lo peor no es eso, señores del PP, sino que el pueblo actúe de esa manera tan inmadura, infantil, desinformada y dictatorial. Si, escuchan bien, dictatorial, pues no hay nada más indecoroso que intentar callar al que dice algo que no es del propio agrado y hacer todo lo posible para que se vaya, abucheándolo incluso después de finalizar la actuación, algo que no es ni propio de seres pensantes del primer mundo. Y es aquí donde me pregunto si muchos españoles son del primero o del cuarto, teniendo en cuenta este tipo de actuaciones, que dan vergüenza ajena. Gente que se dedica a la censura (a saber si no lo han hecho con sus parejas, sus hijos, sus familiares, sus vecinos o con cualquier vecino como se hacía en la época de las dictaduras comunistas, por aquel entonces por no tener la marca de la bestia, aunque ahora uno que vive al lado de tu casa puede denunciarte a los servicios sociales para joderte la vida, si es que te tiene envidia), lo más bajo de una sociedad como la española, que está cayendo en el fango de actitudes despreciables, al estilo comunista de Sánchez. A este paso estas personas estarán como las de Corea del Norte, con un pin en el pecho con la foto de su guapísimo presidente y Führer.
Sin embargo, lo más peligroso es que otras muchas personas que no actúan como una masa irracional y fanática, sino parecen que no se enteran de la película o se hacen los suecos. Si les matan a un hijo, sería que tendría una enfermedad, si es su padre o su madre, es que ya estaba viejecito o viejecita, si era un amigo es que era su destino y, si es él que lo padece, no puede ser el pinchazo, eso es imposible, al gobierno no se le ocurriría nunca matarme y he de curarme y, para eso, qué mejor que un doctor con la corona de envenenada de la OMS sobre su cabeza. No todos se cuestionan o preguntan el origen de sus males y prefieren no hacerse preguntas, después de todo es lo mejor para no caer en la depresión que te puede llevar a cortarte las venas si descubres que los te ordenan tu día a día pueden ser unos asesinos y criminales.
El pueblo español, en gran parte, es víctima del encantamiento. Sospecho que por la cantidad de metales pesados, bichos extraños, nanotecnología que se auto ensambla y conecta con las ondas 5 G (ésas que vienen de las antenas que pusieron al lado de tu casa cuando te dijeron no se te ocurra poner un pie fuera para no infectar a tu madre), el ARN artificial que modifica tu ADN para convertirte en un objeto de la patente de Pfizer y otras bandas criminales, o, simplemente víctima de las estrategias de manipulación de masas que nuestros amados líderes aprenden del instituto Tavistock y otros centros de cómo adoctrinar a la población para que no reaccione ante sus abusos y, por qué no decirlo, crímenes encubiertos.
Dicho esto, el pueblo actúa como ganado, balando como las ovejas porque sus neuronas no les permiten hacer otra cosa, siempre y cuando se les ordene, por supuesto, porque son incapaces de hacer nada, ni de pensar por sí mismos, lo cual no sólo les supone un grandísimo esfuerzo, sino además un insulto a su inteligencia y la que consideran de sentido común, perdón estupidez en un grado más preocupante.
Éste es el nivel intelectivo de muchos españoles, sometidos a un grave problema de inocencia, infantilismo y falta de capacidad lógica muy preocupante. Ahora se entiende porque millones siguen votando a un psicópata mafioso capaz de dejarlos morir en una dana, y no pasa nada ni se les mueve un pelo o porque se ponen a chillar como energúmenos cuando critican a su amado líder en un teatro por una simple chirigota, buscando sólo la diversión que les da un carnaval, el carnaval de sus mentes superficiales y arrasadas por la dana de la izquierda y del fundamentalismo sionista.
¿Es esto España? ¿En esto se ha convertido? ¿Con esa mentalidad de país pobre, de república bananera a la cubana? Deberían de hacer un test para saber si merecemos estar en Europa, quizás seamos la vergüenza de la UE, si ya no somos el hazme reír de muchos de nuestros vecinos.
En España la mayoría de la gente cree con pasión todo lo que dicen los excrementos de la radio, la prensa y la televisión, no quieren escuchar otra opinión, creen que los que mentimos y decimos bulos somos los que no comulgamos con las mentiras y engaños de ese chulo marrano que tenemos de tirano, a mi cada vez me da más asco esta sociedad y ya prefiero a perros y gatos que a esos ignorantes con los cuales ni siquiera puedes hablar porque no te van a escuchar ya que ya tienen la glándula pineal calcificada y no quieren salir de la manada, estos ineptos si nos vuelven a encerrar por el timo climático o por otra farsa, van a seguir aplaudiendo a las ocho de la tarde ya que son unos cobardes que confían en la mafia criminal que gobierna este infierno de cobardes.