Por Alfonso de la Vega
En el calendario litúrgico profano anual a mayor gloria del NOM ahora toca Davos. En efecto, las siniestras reuniones anuales del Foro Económico Mundial se celebran por estas fechas en Davos, la ciudad de mayor altitud de los Alpes suizos. Todo un acto pseudo religioso, político, costumbrista y social que durante unas pocas jornadas reúne a plutócratas, arribistas y políticos, poderosos verdaderos y figurantes, ambiciosas castas doncellas de virgo remendado en edad de merecer, junto con miles de personas alrededor de la antigua montaña mágica glosada por Mann.
Distraídos aquí de lo más importante con las reyertas tabernarias de nuestros probos políticos que previsoramente se han preparado un código penal y tribunales a juego a su gusto y medida, el culebrón de disimulos de la Corona, o con la deriva cómplice y pusilánime de Feijoo dispuesto a hacerse un merecido hueco como colaboracionista de la coalición gobernante, regresa otra vez la pesadilla de Davos.
La edición de hogaño resulta algo prematura pues este lunes 20 de enero jura en nuevo presidente gringo y el escenario acaso pudiera variar, o al menos suponer una tregua en el proceso liberticida devastador en el que nos encontramos sometidos. Sin embargo, también Trump deberá lidiar con un nuevo morlaco de embestida incierta que puede terminar de agravar la situación. Me refiero a las posibles consecuencias de la entrada en vigor de Basilea III que ha de favorecer la concentración bancaria, de poder y capital, la dificultad de crédito y de la vida de las PYME, que pudieran terminar de rematar a la empobrecida clase media. No sé si a ello se deben las extrañas declaraciones del plutócrata y mentor Musk en las que advierte de una posible bancarrota de EEUU. En realidad, la situación de la UE, víctima de los EEUU y la OTAN, ya está recolectando lo sembrado y la situación es asaz calamitosa con tendencia a empeorar. Hay muchos nervios entre sus líderes y lideresas más encumbrados por si acaso se acercase el fantasma de un nuevo Nuremberg. Feijoo y el PPE cierran filas con la jefa Úrsula.
El miedo avanza a careta quitada, quieren cerrar X para “defender la libertad de expresión”. Se van revelando los crímenes más horrendos e impunes del multiculturalismo como el de las niñas violadas y silenciadas en el RU. Anulan elecciones cuando no consiguen colar electoralmente a sus mercenarios. Amenazan con no respetar tampoco los resultados de febrero en Alemania si ganase lo que cínicamente llaman la derecha extrema, dirigida curiosamente por una lesbiana.
Haya o no una tregua, en Davos aparece una aparente excepción en el pánico titiritero, producto no se sabe bien si derivada de su impunidad o de narcisista osada inconsciencia. O quizás porque le hayan chivado las nuevas oportunidades que abre Basilea III. Es la del flamante presidente del gobierno de Su Majestad que se postula como heroico resistente contra el temido proceso de renovación patriótica. Un psicópata sin freno que aprovecha el zoco abigarrado de Davos para vender que su gobierno lava más blanco y postularse como heroico defensor del corrupto rojerío woke ante las anunciadas medidas del malvado Trump. Quien no le conozca que le compre.
Mirar atrás puede producir el síndrome de la mujer de Lot, pero a veces la memoria es útil y conveniente recordar. Davos, hoy foco de magia negra, no siempre ha significado lo mismo. En los tiempos de La Montaña mágica del Nobel Thomas Mann era un lugar para reponer la salud, no exento de oportunidades para el debate de ideas. Hans Castorp fue a visitar a su primo Joachim Ziessem en Davos, donde convalecía de una grave enfermedad en el sanatorio internacional Berghof. Como el pobre Joachim co-protagonista en la novela de Mann la civilización occidental también sufre hoy una grave enfermedad de diagnóstico incierto y de terapias harto problemáticas, acaso fallidas que también pueden derivar en fatales desenlaces.
Asistimos con esto de la posmodernidad y la posverdad al aparente fracaso actual, y al menos parcial, de los herederos del barón Holbach y su famosa Moral Universal. Obra estandarte en ese ámbito de la Ilustración y la Enciclopedia, de ese Siglo de las luces, hoy apagadas. Castorp asiste más como espectador que como protagonista a la pugna ideológica entre el revolucionario Settembrini, enfrentado en sus debates con el tradicionalista Naptha. Formas ambas diferentes de entender la civilización, pero el debate actual de Davos supone la negación de la civilización como corolario del negar el alma al hombre. Cada vez más asimilado a ganado con el que se puede hacer cualquier cosa, incluso experimentos genéticos o sacrificarlo. Es el transhumanismo, el hombre como robot, carente de derechos, esclavo como goyin de usar y tirar al servicio del sionismo.
Frente a la actitud arrogante con la que el hombre quiere dar cuenta del mundo, a través de la ciencia y la técnica, incluso con aberraciones criminales como la de la Cuarta Revolución Industrial de Schawb, sería mejor volver a la sabiduría y la verdad del Arte que revela acontecimientos, abre diversos mundos, incluido el espiritual. Para Heiddeger el artista sería una especie de médium del Ser que permite se revele en su obra. Sí. Uno de los momentos más sugestivos y emocionantes en la obra de Mann es la sesión de espiritismo donde se hace aparecer la sombra del primo Joachim, cuyos ojos dulces pero sombríos se dirigían interrogantes a Hans Castorp. Pero hay otras sombras muy importantes que se nos aparecen y nos hablan desde la Metafísica, la Cultura, los libros y el Arte. Y que, como la heroína Antígona, nos instan a que nos defendamos, a que no nos dejemos avasallar por el despotismo y la tiranía.
En la crisis actual aparece la mal enterrada Tradición paradójicamente identificada con las diferentes culturas nacionales. Al igual que en la sesión citada se debería escuchar y debatir su mensaje. Si dejásemos hablar al Arte, comprenderíamos que nuestro presente problema de civilización se debería más a la crisis metafísica que a lo meramente técnico ni menos ecológico. No todo vale, la actividad humana y política debe esta sometida a principios o valores de orden superior, que no pueden ser modificados por déspotas ni tiranos. Un modelo que siempre estará vigente porque representa el orden espiritual de las cosas. El hombre está hecho de pensamiento, voluntad y amor. Puede pensar lo verdadero o lo falso; puede querer el Bien o el Mal o puede amar la Belleza o la Fealdad. Lo insólito y preocupante es que las actuales oligarquías dominantes hayan adoptado las segundas opciones e intenten imponerlas con mentiras, agua, sangre y fuego. Pero quizás se abra una difícil oportunidad con la administración Trump si se lo permiten. Ya veremos.
La resistencia habrá de ser en otro “Davos”, más parecido al de Mann y sus criaturas de ficción. El de las Letras, la Cultura y el Arte. El mundo platónico de las Ideas, encarnado en las diferentes tradiciones nacionales, hoy desacreditado y en almoneda. Y al cabo, la necesidad de recuperar alguna forma de Metafísica que nos permita sobrevivir aunque sea en modo latente a las actuales mortales amenazas que hoy representan los insaciables agentes de Davos.