Por Alfonso de la Vega
Se consumó la perpetración de la farsa venezolana de los criminales amigos de ZP y del degradado socialismo español ahora gobernante. Como estaba programado Maduro ha jurado el cargo de presidente usurpador. No ha desperdiciado tan alta ocasión para mostrar al mundo lo gran fantoche que es. Y de perpetrar el sacrilegio de poner a Dios por testigo de su infamia criminal.
La situación actual de Venezuela muestra que la convivencia de una dictadura real con votaciones manipuladas para dar una apariencia de cierta democracia al engendro, pese a lo que antes se creía y se estaba ensayando en otros países incluso europeos como el Reino de España, no resulta sostenible a largo plazo. Más pronto o más tarde hay que tirar por uno u otro camino porque la farsa electoral tramposa ya cada vez se la cree menos gente. El dilema es o bien un proceso «reconstituyente» y constituyente o mal, la dictadura sin tapujos y a cualquier coste. Venezuela no deja de ser otro laboratorio social y geoestratégico, en este caso de abundantes recursos naturales, y probable modelo de lo que la plutocracia usurera desea para el sometimiento de la Hispanidad, España incluida.
Pese al recurso al fementido nacionalsocialismo venezolano en el que trata de envolverse el régimen, la realidad es que la infame Venezuela de Maduro se muestra como una pieza importante en la construcción del NOM: Está al servicio del globalismo, de la explotación de las grandes corporaciones. Además, aparte del petróleo o los diamantes de sangre, está el lucrativo negocio del narcotráfico del famoso Cartel de los soles con complicidades entre conocidos próceres woke. Si se levantase la veda informativa mucho filantrópico maletero y traficante socialista se iba a ver en un brete.
Parece difícil mientras tenga poder ese globalismo que se produzca una fuerza internacional capaz de contribuir a revertir la dictadura. El derrocamiento del tirano habría de producirse por algún vengativo coronelito de la Gándara, pero esta vez con apoyo internacional. No obstante, la advertencia de la senadora republicana en defensa de Corina Machado pudiera representar un aviso de que la cosa pudiera cambiar.
Ahora bien, si los instrumentos del globalismo se permiten intervenir en cualquier lugar, como acabamos de comprobar con las elecciones en Rumanía cuando ha salido un resultado electoral adverso para sus tenebrosos intereses, la pregunta obvia es: ¿por qué no lo hacen en Venezuela?
La lección de historia que nos ofrece el gran Valle Inclán es que al tirano Banderas no lo derriba la colonia española, ni la gente impotente o más o menos colaboracionista. Es el coronelito de la Gándara el que antes represaliado por el Régimen con su acción militar derroca la dictadura. Es muy triste contemplar la impotencia de las buenas gentes que ahora se rebelan humilladas y desesperadas. Metido a profeta además de cronista Valle explicaba la cuestión cuando las naciones tenían algo más de soberanía:
“las partidas rebeldes en poco tiempo abrieron brecha para el asalto. Tirano Banderas intentó cubrir el portillo, pero las tropas se le desertaban, y tuvo que volver a encerrarse en sus cuarteles. Entonces, juzgándose perdido, mirándose sin otra compañía que la del fámulo rapabarbas, se quitó el cinto de las pistolas… Tirano Banderas salió a la ventana, blandiendo el puñal, y cayó acribillado. Su cabeza, befada por sentencia, estuvo tres días puesta sobre un cadalso con hopas amarillas, en la Plaza de Armas: El mismo auto mandaba hacer cuartos el tronco y repartirlos de frontera a frontera, de mar a mar. Zamalpoa y Nueva Cartagena, Puerto Colorado y Santa Rosa del Titipay, fueron las ciudades agraciadas.”
Ejemplar escarmiento que no dejaba de ser una aplicación de la máxima de Gracián, “contra malicia, milicia.” O de la justificación moral del tiranicidio por parte de otro jesuita español, el P. Mariana.
Pero para ello hoy se requiere un cambio en el poder plutocrático internacional.
Tras el desastre provocado por haberse independizado de España, el querido país caribeño hace unas décadas tuvo la posibilidad de convertirse en una gran potencia con elevado nivel de vida para toda la población, pero la corrupción y egoísmo de sus élites arrumbó la posibilidad de «sembrar petróleo» expresión acuñada ya en 1936 por Uslar Pietri:
“Cuando dije «sembrar el petróleo», quise expresar rápidamente la necesidad angustiosa de invertir en fomento de nuestra capacidad económica el dinero que el petróleo le producía a esta Venezuela, por tan largo tiempo desvalida”.
Pero desgraciadamente para Venezuela no se llegó a fundamentar el progreso sostenible de la sociedad venezolana con cargo a las rentas de sus recursos, uno de los más grandes de todo el mundo en el caso del oro negro. No, no fue así, la plutocracia local de una docena de familias impidió tal desarrollo desnaturalizando la democracia en partitocracia corrupta lo que al cabo terminaría trayendo la dictadura chavista, percibida en sus inicios con alguna esperanza de cambio a mejor. Pero era una dictadura que se basaba en la explotación política del hambre, el resentimiento, y la manipulación de unas masas analfabetas y embrutecidas, pero que posee el secreto a voces de su permanencia en el tiempo gracias a su pacto con esa plutocracia local y con la de las grandes corporaciones beneficiadas de la explotación del petróleo con un rol más propio de proxeneta por parte de la dictadura chavista. Asegurado el negocio para la plutocracia internacional y local por parte de Maduro o la oligarquía venezolana la víctima sacrificada es la clase media, además de los derechos civiles y las libertades públicas.
Por desgracia, lo que al cabo hace legítimo a un sistema político, que es el logro de algo parecido al Bien general de la Patria ni estaba, ni está, ni se le espera, ni con la actual dictadura chavista ni tampoco con la anterior corrupta partitocracia al servicio de la plutocracia. Maduro se asemeja al cruel capataz que oprime a la gente en beneficio de sus amos, reservándose para sí y sus mercenarios una parte del botín. Pero su poder no deja de ser vicario.
La actual Venezuela chavista no es una excepción a combatir sino al contrario constituye un ejemplo de los logros de la globalización al servicio de la plutocracia internacional de la que los comunistas y socialistas woke son instrumentos. En este infausto deshonrado reino filipino debemos empezar a poner las barbas a remojar.