Johan Wolfgang Von Goethe ingresó en la logia masónica “Amalia” el 23 de junio de 1780, al servicio del príncipe heredero Carlos Augusto; su gran obra teatral fue Fausto, la cual se inicia en el cielo con la reunión entre Mefistófeles (el diablo) y Dios, con tal de liberar a Fausto de su sufrimiento por no llegar a alcanzar todo el conocimiento. Tras pensar en el suicidio, sale a pasear con su perro y este se transforma en Satanás en su despacho y le promete la juventud y todo lo que quiera poseer en vida a cambio de darle obediencia durante toda su existencia: poder, dinero y el control de todas las situaciones habidas y por haber, sin que tuviese problemas morales por sus acciones; por supuesto, que habiendo una orden de obediencia ciega a cambio de tantos privilegios, Fausto se vio atacado por diversas prácticas de magia negra y tuvo que protegerse adecuadamente, incluyendo la hilera de crímenes que la venta de su alma incluía. Es fundamental en todo ello que Mefistófeles o se lleva su espíritu al infierno o lo mata si incumple su pacto.
El mito de Fausto no es una figura retórica ni literaria, sino real. Muchas personas han vendido sus almas al tenebroso, cuando han recibido poder, dinero o han accedido a redes gran influencia, a cambio de ser tratados como una especie de semidioses por encima del resto de los mortales, sin que les afecten denuncias pues sus amigos los jueces los protegen y da igual, pueden cometer cuantos delitos se les ocurra, incluso pueden actuar con diligente indiferencia y dejación de obligaciones y operaciones de auxilio porque ni tan siquiera eso es importante. Lo que conviene es seguir conservando el personaje, hasta el final, la meta de que se sabe todo y que la verdad está en él y el resto es una horda de cucarachas repulsivas que vive en la ignorancia. ¿Qué pueden saber los demás del sufrimiento, del dolor, del duelo, de la muerte si quien vendió su alma al demonio ya olvidó que es todo eso? ¿Qué estupidez es vivir con conciencia y remordimiento en un mundo en el que se puede sobrevivir por encima del bien del bien y del mal, como Nietzsche, empleando la mentira con los pobres mortales ignorantes, a los que estos sujetos miran con indiferencia, con sonrisas cínicas y un aire altanero de quien han conquistado el cielo, llevado de la mano del mismo demonio? Porque para eso está la magia negra y todos sus rituales; el que compró su alma le solicita un sacrificio, máxime si es presidente de un país, eso sí, sin que nadie se entere de que detrás está sus oscuras y peludas manos, que ya no son de carne y hueso, sino de pura maldad.
De este modo, la lista de crímenes puede ser interminable y el amo y dueño de su alma está cada vez más contento y agradecido, lo cual llena su ego de orgullo y de admiración por la gran inteligencia que ha recibido a cambio de una vida sin sobresaltos. Es consciente de que sólo recibirá odio y desprecio por parte de la gente, lo sabe y por eso evita enfrentarse con ellos; para eso ya se encarga de buscar la forma de tenerlos lejos, con su guardia pretoriana, bien aleccionada, como los antiguos príncipes prusianos, como al que servía a Goethe. El pueblo cuanto más lejos mejor, cuanto más ignorado menos problemas y cuanto más engañado aún más, pues para ello cuentan con todos los medios de información a su disposición (hubiera querido saber qué rumbo habría tomado la obra de Fausto de haber podido comprar la agenda EFE con fondos del gobierno y haber podido regular todos sus mensajes a su gusto como una forma de ocultar los muertos del sacrificio debajo de la alfombra , porque a más muertos, mayor gloria), todo en el nombre de ciertas ideologías disfrazadas de ideales masónicos de paz, igualdad y libertad para niños de dos años, de un mundo ideal, es decir, infernal. Y es que no hay nada mejor que dejar la mente de la víctima en el sueño de los justos, allí donde las fantasías se hacen realidad como en la idea de quien vendió su alma al demonio.
La visión de Fausto debió de ser perfecta, sin sobresaltos a la vista, y, de haber alguno, se consideraría algo meramente accidental que se podría resolver, como fregar la sangre del suelo tras un asesinato para no dejar ninguna huella, olvidándose hasta del nombre de la víctima y de su relación con ella, si es que la había, lo cual es menos que nada.
El paralelismo con esta obra de Fausto pone los pelos de punta. Estos seres viven en la oscuridad de sus cuevas, de sus infiernos encendidos de perversos placeres inmundos, usurpando todo lo que sea con tal de que no acabe la fiesta, mientras, cuando salen, se ponen el disfraz de ángeles para dejarnos su sonrisa y sus palabras tan huecas y enterradas que huelen a los muertos que no retienen en sus memorias, ya sea en televisión o en cualquier medio. Como buenos soldados de las fuerzas mefistofelianas, esperan la vida eterna y creen que la existencia humana es eso, destrozar al otro para que los placeres tanto de la carne como el del oro y el poder nunca se alejen de ellos como un maldición, mientras sus almas se pudren y tienen un olor de cuerpos descompuestos durante siglos, porque el mal es una enfermedad que se sabe como empieza pero que nunca acaba, hunde al ser que contamina en el infierno, aún en la propia existencia, y más allá de ella, como le esperaba a Fausto tras una vida llena de gloria y de emoción, tras escapar por los pelos de sus palabras, causas de maldiciones ajenas, por los siglos de los siglos, amén.
Es lo que tiene oler a muerto cuando estás vivo y aún te crees poderoso, viviendo en la indiferencia de la nada absoluta y del conocimiento que sólo conduce a la autodestrucción, al desprecio y al odio de quienes desearían que nunca hubieses existido, porque la maldad es infinita, como el amor.
Hay que dejarlos solos con su descomposición y que vean su aspecto real cuando se miren en el espejo, sus aspectos cadavéricos, enterrados en vida, devorados por los gusanos de su propia y desmedida ambición, porque así acabó Fausto, tan real para nuestra desgracia…. Y si en algo te toca, te afecta, lo ignoras y abandonas en su propia tumba porque la muerte, solita, los visitará cuando caigan en el dolor más sangrante imaginado, su verdadero y terrorífico castigo al haber ignorado la justicia divina. Pobres ignorantes y sucios estúpidos que pagarán por sus acciones. Miedo da imaginar su último segundo de conciencia en esta vida cuando, finalmente, acabe su gloria y llegue todo el sufrimiento del que se han librado, cuando los recojan demonios muchos más diabólicos que ellos.
No conocí a nadie más mentiroso que Pedro I el Hermoso, tampoco a nadie tan asqueroso, el masón que nos impusieron en España es una de las peores alimañas, no le importa asesinar co n tal de justificar la farsa climática, las Naciones Unidas son un nido de víboras satánicas y la Unión Europea un montón de mierda, todos al servicio de unos cerdos multimillonarios que nos quieren enfermos o enterrados a la mayoría de los seres humanos. No se como aún hay quien cree y confía en este sistema de mierda y en los excrementos de los medios de comunicación que al igual que eso a lo que llaman naciones pertenecen a BlackRock, pero el rebaño de engañados sigue confiando en las instituciones del estado.