Por Alfonso de la Vega
Una noticia que tiene su interés más allá de las cuestiones patrimoniales de una poderosa familia es la de la fundación que el emérito está promoviendo. Según la versión oficial para tratar de evitar el damnatio memoriae al que le está sometiendo su hijo, su nuera y los socialistas, y ofrecer cara a la historia una versión más complaciente o benevolente de su reinado. Según la prensa cortesana alabanciosa no se trataría de nada que tenga que ver con la herencia. “Excusatio non petita accusatio manifesta”. En efecto, otras versiones menos edulcoradas consideran que en realidad se pretende buscar opacidad patrimonial, cara a evitar el conocimiento de haciendas ocultas, conocer nuevos escándalos y eludir impuestos. Y también de hacer pagar a su hijo y descendencia por la traición personal y política inferida, alejándolo en la medida de lo posible de la herencia por su condición de heredero forzoso. Habría otras decisiones de interés general posiblemente afectadas como sería el posible divorcio oficial de los reyes actuales que al parecer según ciertos zarzuelólogos estaría en suspenso a la espera de que la consorte pueda pillar tajada tras el esperado futuro óbito. Ya que la que le pudiera corresponder como derechohabiente del rey Fernando II de León no dejaría de estar en el limbo. Lo que sea ya se verá, si se viere y se pueda comprobar quien estaría más en lo cierto.
Una de las cosas que quizás más llama la atención del observador actual de las cosas del reino de España y del mundo en general es la progresiva pérdida del sentido crítico, de raciocinio e incluso del instinto de supervivencia del ya poco distinguido público. Parecen vegetar en una realidad paralela que les impediría comprender la auténtica naturaleza de lo que está pasando. Los socialistas defienden al falsario contra viento, constitución y marea, pero el espíritu crítico, lucidez y patriotismo de los monárquicos españoles actuales aunque parezca mentira aún resulta menor.
Entre estos dímes y diretes cotidianos me ha venido a la memoria otra fundación, la famosa obra La Fundación de Antonio Buero Vallejo, gran éxito desde su estreno en 1974. Ambientada en “un país desconocido” cinco personajes creen estar en un mundo idílico, acomodados a una rutina tranquila hasta que descubren la realidad: uno de los personajes se da cuenta que la cosa no es lo que parece. En realidad son presos políticos encerrados.
Buero expone dos figuras cuyo comportamiento colaboracionista es similar pero que se debe a causas o intenciones diferentes. Tomás que traiciona bajo coacción y Max que lo hace a sabiendas y por prebendas. La condición humana es la que es, malvado y traidores existen desde siempre, pero hay otro aspecto de interés como es la dificultad epistemológica real y natural o sobrevenida por comodidad, cobardía u otras razones. Son las minusvalías o incapacidades para conocer y hacer frente a la realidad, limitaciones que impiden al hombre ser consciente cuando se viven como un factor de alienación, en el que prefiere una visión falsa, deformada, tergiversada de la realidad a esta misma, por ser adversa o preferir no hacerle frente o combatirla. Creo que es el caso no ya solo de los socialistas y zurdos de diseño actuales sino de los no menos fanáticos hinchas de la Monarquía borbónica, que es la otra cara de la momeada del régimen mohatrero y liquidador que disfrutamos.
De modo que La Fundación de Buero Vallejo pese a ser estrenada ahora hace medio siglo y en unas circunstancias políticas y sociales muy distintas no deja de tener una gran validez y actualidad. Como también otra la moraleja de otra gran obra de Buero, Historia de una escalera. Las situaciones no deseables se repiten y parecería que no pudiésemos escapar a ellas. Si la labor más meritoria del general Franco, logro del que más orgulloso se sentía, fue la creación de la clase media, la de la Monarquía borbónica es su desmantelamiento.
Como confesaba nuestro pobre gran Cervantes poco antes de morir: “El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan.”