Hablaremos ahora del enemigo interior, la causa principal de nuestra actual situación personal y de toda la manipulación sufrida por quienes manejan esta realidad y nos conocen bien. Es sin duda el gran enemigo a vencer, el que hace que todo siga igual y caigamos en los mismos errores, una y otra vez, no permitiendo que salgamos de la octava recurrente, ni que exteriormente las cosas puedan cambiar.
Ese enemigo, como deben saben, es el ego, un programa que forma parte de nosotros y al cual no podemos destruir, porque lo necesitamos para seguir interactuando con el exterior de esta realidad, pero sí lo podemos domar, someter y controlar para que no siga estando al mando y nos maneje llevándonos por la senda de los deseos e insatisfacciones permanentes, del dolor y el sufrimiento que nos hace influenciables y manipulables, previsibles máquinas que reaccionan siempre a los mismos estímulos de la misma manera.
El problema que existe al hablar de este tema es que, aunque lo sepamos, fácilmente lo dejamos a un lado, en especial cuando nos dejamos llevar por todo lo que acontece a nuestro alrededor, sea en lo político, en lo económico, en lo social o religioso, pero también por nuestros problemas de índole personal, esas tormentas emocionales que nos revuelcan y cautivan, haciendo que nuestra atención se centre en todo lo que pasa a nuestro alrededor y nos olvidemos de esa gran verdad de quien es nuestro verdadero enemigo.
También ocurre que no resulta cómodo apuntar hacia dentro, siendo más fácil culpar a otros de nuestros problemas y desgracias, pues ello implica un gran ejercicio de consciencia y responsabilidad al tener que hacernos cargo de que somos nosotros los que permitimos, sea por acción u omisión, que quienes nos gobiernan nos lleven a tanta miseria, pobreza y desigualdad, y no me estoy refiriendo solo a lo económico, pues hay muchas clases de miserias y pobrezas. No resulta cómodo asumir que somos corresponsables de la situación actual, siendo nuestro ego el soporte que hace posible la manipulación del sistema, y por medio del cual, nos dejamos manipular a nosotros mismos.
Podemos seguir quejándonos de las injusticias, del sistema político y financiero, podemos seguir esperando que venga alguien que cambie las cosas, pero mientras nuestro querido ego siga intacto, haciendo y deshaciendo a su antojo, seguiremos siendo las mismas ovejas manipulables de las que cualquier pastor se puede aprovechar, porque verá que solo les gusta pastar y ser conducidas.
Vencer a ese enemigo no es nada fácil, pues, después de muchos años de ir por su cuenta, nos hemos convertido en su títere, perseguidor y conseguidor de sus deseos, placeres y ambiciones. Se ha apoderado de nuestras emociones, de nuestros pensamientos, de nuestros más bajos instintos, de nuestras ilusiones, incluso ha puesto a su servicio nuestra voluntad, energía y fuerza para conseguir sus propios fines, haciéndonos creer, confundidos e hipnotizados, que son los nuestros. El ego es parte nuestra, pero siempre ha ido por libre, y hemos creído que es lo que somos, cuando solo es un programa que está destinado a cumplir una función, pero no somos nosotros, pues en el fondo somos mucho más.
Está claro que lo primero es observarlo, darnos cuenta de su juego y ver como utiliza los estímulos externos, las impresiones y los impulsos reaccionarios para activar los resortes con que conseguir sus propósitos. Esta observación es indispensable para conocernos a nosotros mismos y verificar una realidad que no se puede negar: que el ego tiene su propia mente. Es más, cada “yo” que lo compone tiene su propia mente y para nada le interesa las intenciones de los demás debido a su fragmentación, pero, como no está organizado ni unificado, todos pugnan por subirse al trono, por ser el protagonista y satisfacer sus propios deseos. Este afán de protagonismo y satisfacción de deseos tiene como base fundamental el miedo al rechazo, y como fin, el agradar y ser reconocido por los demás. Así, siente un placer momentáneo cuando lo logra y sufre cuando no lo consigue. Mientras tanto, se nos va la vida en ello.
Cuando ya no tengamos que creer o no creer, porque lo hemos verificado por nosotros mismos, es cuando llega el verdadero trabajo, el de poner orden, orientar y unificar a todos esos yoes fragmentados para ponerlos al servicio de la Voluntad y la Consciencia del Ser. Y aquí está el secreto, hacer que la atención se centre en el verdadero Yo, el que somos realmente, el Ser que trasciende toda existencia, consiguiendo que todos esos puntos focales que miran hacia el exterior se dirijan hacia el verdadero Yo.
Esto no podría ser posible sin la disciplina del rigor y la voluntad, pues los demás yoes se rebelarán y querrán seguir haciendo lo que hacían, hasta que se den cuenta de cuál es su lugar, que acepten su rol y bajen la cabeza ante la grandeza del Ser. Es entonces cuando el ego podrá ser acogido con el Amor del Ser, pues sigue siendo necesario en esta realidad para cumplir su función.
Mucho se dice de la necesidad de accionar para poder cambiar las cosas, pues bien, quien esté trabajando su ego en realidad está accionando, porque se estará desconectando del sistema y conectándose a su Ser, ya que es el ego al que manipulan para que el sistema perdure y sin ese programa controlable sería imposible de mantener. Pero es que, además, al mismo tiempo estaremos recuperando nuestra individualidad para pensar y hacer por nosotros mismos, cambiando nuestras vidas y nuestro destino, con el consecuente impacto positivo en quienes nos rodean.
Hablar del enemigo interior no es tarea fácil y algunos pueden sentir que se han tocado puntos sensibles que duelen, que cuesta admitir y hasta puede que noten que se rebela algo dentro de sí. Sería necesario, no un artículo ni varios, sino un libro entero para exponer al ego en profundidad, pero he intentado resumir lo que considero algunas claves importantes para que cada quien pueda comprender, empezar o profundizar en su trabajo. Lo que sí queda claro es que no debemos perder de vista a ese enemigo interior nuestro, si es que queremos avanzar y acercarnos al Ser que realmente somos.
La tarea es ardua y necesita continua atención y esfuerzo, pero es el camino elegido por el iniciado de una Logia Salvaje que quiere recuperar su individualidad y dejar de ser un puñado de personalidades fragmentadas con distintos intereses. La tarea es ardua, pero también es grande la recompensa, pues la sensación de paz, de libertad e integridad que otorga el contacto con el Ser hará germinar flores en el prado donde antes solo había sequedad.
¡Chapeau!